Primero le llamaron revolucionario, porque sólo alguien así podría convertir unas esposas en un objeto de deseo. Más tarde, lo tacharon de irreverente por unir piezas de oro a cordones de algodón mediante un simple nudo de espiral. Y es que Jean Dinh Van quería ser marino, pero acabó transformando el concepto de alta joyería. En concreto, lleva cincuenta años haciéndolo.
Cuchillas de afeitar, cerraduras, sortijas cuadradas o espirales. El orfebre francés se formó con Cartier, pero su maison, fundada en 1965, se aleja de esas joyas preciosistas. Durante el boom de la minifalda y las sillas de plástico de Knoll, Dinh van decidió unirse al cambio, para crear un imaginario iconoclasta y a la vanguardia. En su savoir-faire tampoco existen bocetos, prefiere jugar con el material y seguir su intuición.
Sus piezas gustan porque están pensadas para el uso diario, con formas sencillas y prácticas. Incluso el enfant terrible de Fiat, Lapo Elkann se dejó embaucar por el espíritu libre de la firma. En 2010, el italiano trasladó a fibra de carbono su icónico Pi Chinois.
Dinh van tampoco buscaba la contemplación de sus joyas, pero sus modelos son tanto un fenómeno de ventas como un objeto de arte. En el año 2000 el Museo de Artes Decorativas de París empezó a exhibir sus colecciones más conocidas. El altar le pertenece a su anillo 2 Perles, una sortija geométrica compuesta de dos perlas que creó para Pierre Cardin en 1967 y que este año se reedita y desarrolla en collar y pulsera.
Con motivo de sus cincuenta años, la exposición llega desde París a Madrid este miércoles a la Galerie du 10 de l’Istitut Français.
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