Durante un breve periodo, en el cambio de década de los 70 a los 80, Studio 54 fue la discoteca más fabulosa de todos los tiempos, la más exclusiva y también la más viciosa. Jamás se han vuelo a juntar tantas estrellas en un mismo recinto. El prestigioso fotógrafo Tod Papageorge, armado con una cámara de 35mm y un aparatoso flash, fue testigo privilegiado de aquellas decadentes bacanales y realizó una serie de instantáneas que son un canto a la belleza de aquella despreocupada e interminable fiesta. Hoy, casi 40 años después de su realización, ven la luz recogidas en un libro.
POR: FITA MORALES
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Su periodo de gloria abarca poco más de dos años, de diciembre de 1977 a febrero de 1980, lo bastante para convertirse en leyenda. Situada en Manhattan, en la 554 West con la 54 (ver mapa), Studio 54 era un antiguo teatro y estudio de la CBS que dos empresarios jóvenes, Steve Rubell e Ian Schrager, convirtieron en un fabuloso y exclusivo templo de perdición. Su éxito fue inmediato, gracias a la mayor concentración de famosos por metro cuadrado que haya existido jamás y al hedonismo que reinaba en la sala. A Studio 54 acudían todas las estrellas del cine, de la música y de cualquier otra disciplina artística, nobles, jet set, mafiosos, Warhol, Capote, Dalí… mezclados con chaperos, gigolós, groupies, camellos y otra gente anónima lo bastante fabulosa como para haber logrado pasar el demencialmente estricto control que se ejercía en la puerta. Dentro, todo estaba permitido. Las drogas y el sexo se practicaban alegre y abiertamente a ritmo no de rock’n’roll sino de la imperante disco music. La fiesta terminó cuando sus propietarios, acusados de evasión de impuestos, traspasaron el local. Es a esa Sodoma y Gomorra a la que se traslada Tod Papageorge (Portsmouth, 1940), artista abanderado de la fotografía callejera que, ha diferencia de otros como el paparazzi Ron Galella, no estaba interesado lo más mínimo en retratar a celebrities en actitudes escandalosas sino en capturar la belleza natural de aquella bacanal. Hoy, algunas de las instantáneas que realizó ven la luz en ‘Studio 54’, estupendo libro que acaba de publicar la editorial Stanley Barker. Es una excusa perfecta para hablar con el maestro, del que reproducimos algunas de sus fotografías.
¿Así que eres “Una de las figuras centrales que hizo del estilo callejero, elegante e hiperquinético en 35mm la estética dominante para toda una generación de fotógrafos y artistas americanos durante los años 70”, no?
Sí, hombre.
¿Puedes presentarte para aquellos que no te conozcan?
Soy un fotógrafo americano que cogió una cámara en 1962. Viví durante unos seis meses en la España de Franco, donde hice mis primeras fotografías interesantes. Luego me mudé a Nueva York y viví allí durante más de treinta años, lo que incluye la época en la que hice fotos en Studio 54. En aquella época también daba clases de fotografía para pagarme el alquiler. Durante 35 años, desde 1.978, dirigí el curso de postgrado en Fotografía de la Universidad de Yale.
Describe tu estilo en cinco palabras.
Limpio, complejo, dramático y rápido.
Respecto a tu trabajo en Studio 54, ¿cuál era el objetivo?
Hacer fotografías potentes y visualmente complejas.
¿Fue un encargo o una idea tuya?
Fue una idea mía que surgió cuando a un amigo mío fotógrafo le dieron acceso a Studio 54 y me dijo que podría colarme dentro para hacer mis propias fotos.
¿Merecía el club la reputación de ser una de las mejores discotecas de la historia? ¿Cómo era el ambiente en aquella época?
Sí, aunque nunca he estado en Ibiza y sus clubs. En cuanto a la atmósfera, mira mis fotos: salvaje y llena de belleza.
Bianca Jagger, ex modelo: “Antes prefiero morirme que hablar de Studio 54. Ojalá no hubiera existido”.
¿Fuiste parte de esa escena elegante y fabulosa o un extraño?
Un completo extraño, cargado con una cámara enorme y un flash aún más grande.
¿Pedías permiso antes de disparar? ¿Tuviste algún problema con alguien?
No y no. Había muchos fotógrafos en el club con lo que todo el mundo estaba acostumbrado a su presencia y, en realidad, a nadie le importaba que le fotografiasen. De hecho, a la mayoría de la gente parecía que le encantaba tener una cámara apuntándoles.
¿Evitaste alguna foto intencionadamente (famosos, borrachos, famosos borrachos)?
No, no evité nada, aunque sólo hacía fotos basándome en si lo que veía me resultaba lo suficientemente atrayente como para sacar la cámara. El libro deja bastante claro que lo último que yo tenía en mente (aunque era lo primero para la mayoría de los fotógrafos que estaban allí) era hacer fotos de famosos.
‘Studio 54′, de Tod Papageorge (comprar)
¿Puedes hablarnos de esas “cosas a menudo increíbles que se desataban frente a mí” de las que hablas en el prólogo?
Sólo echa un ojo a las fotos. Puede que siempre estuviera en el lugar equivocado, o que no tuviera acceso a las habitaciones secretas que pudieran haber existido en el club, pero no, no ví ni fotografié a gente teniendo relaciones sexuales o tomando drogas. Para mí una mujer bella es una cosa increíble, especialmente cuando se “desata”.
¿Qué querías contar al espectador con esta selección concreta de fotografías?
Nada, sólo quería mostrar, a través de formas atrayentes y sinuosas, lo que yo (o mi cámara) vimos.
Realizaste este trabajo hace más de 30 años, ¿por qué lo publicas ahora? ¿Hay alguna historia detrás?
Hace año y medio el galerista de Colonia Thomas Zander me pidió que le enviase algunos de mis trabajos. Incluí entre los jpegs que le envié por email unas cuantas imágenes de Studio 54 que imprimí y expuse a principios de los 80. Estaba intrigado y quería ver más. Así que un fin de semana revisé mis archivos y escaneé más de cien negativos y copias en bruto y se las reenvié a Thomas. A raíz de esto me propuso producir una edición limitada de 70 de las fotografías, además de una exposición. Unos seis meses después (noviembre de 2013) presentó el trabajo en Paris Photo con 39 de las fotos ordenadas en una elegante cuadrícula que ocupaba una pared completa. Tuvo mucho éxito, y dio lugar a que Gregory Barker, de Stanley / Barker, propusiera la publicación del libro que acabamos de terminar y que se lanzará este año en el Paris Photo. Así que sí, efectivamente hay un una buena historia detrás, al menos para mí, aunque sea sólo para revelar cómo a veces un galerista inteligente y entusiasta puede ser la clave para sacar un trabajo potente a la luz, un trabajo que si no fuera por él se habría quedado enterrado en cajas amarillas de Kodak.
Tom Ford, diseñador de moda: “Poppers, alcohol, cigarrillos. La cocaína en realidad no huele. pero lo llevas en la cabeza, así que también olía a coca. Estaba propulsada por coca… Todo el local era coca. Nadie estaba serio porque todo el local iba puesto. Cuando ves las fotos se ve un suelo de madera, pero yo nunca vi el suelo cuando estuve allí. Era oscuro y había luces de neon que parpadeaban. Veías flashes y olías cosas y conocías gente. Nunca nada ha capturado aquello. Baz Luhrmann es el que más cerca estuvo con las escenas de fiesta de ‘Moulin Rouge’, y también las de ‘Gatsby’. Así es como era. ¿Mis recuerdos de 54? Estaba Brooke Shields y al lado Michael Jackson, y al lado dos gays follando. Y al lado una persona desnuda envuelta en celofán bailando. Y ahí está la princesa Grace. No me cansaba de aquello”.
Por cierto, aparte de la fotografía y los fotógrafos, ¿cuáles son tus influencias?
Creo que el cine fue el gran medio artístico del siglo XX. Al menos a mí me ha influido tanto el cine –ya que preguntas, Renoir, Robert Bresson, Vigo, Rossellini, Mizoguchi, Andonandon…– como la fotografía. Aunque ningún artista ha sido tan importante para mí como Mozart. He estado en Roma muchas veces durante los últimos cinco años, ¿cómo podría dejar de incluir a Caravaggio en esta lista? ¿O a vuestro sublime Velázquez, si ‘Las Hilanderas’, del Prado, es la pintura que más admiro de las que conozco.
Brigid Berlin, empleada de The Factory: “Era como ir a otra Factory, porque allí estaba la gente de la oficina, cada noche, toda la noche. Andy solía estar tirado en un sofá con Bianca y Halston. Si no ibas una noche, Andy te decía, ´Te has perdido la mejor noche’. Y si él no había ido, nada más levantarse cogía el teléfono para saber quién había estado allí”
Central Park, estadios deportivos, calles… son algunos de tus escenarios. En general, ¿qué tiene que tener alguien (o algo) para que capte tu atención y merezca que lo fotografíes?
Expresividad y un posible significado, lo que quiere decir, de nuevo, un sentido del drama capturado en el momento en el que late (como un corazón) y desaparece. Cuando tenía veinte años quería ser poeta y, una vez que empecé a usar la cámara, me parecía fundamental conseguir capturar en mis fotos esa necesidad de drama y flujo muscular activo de las obras de arte.
Buscas gente en lugar de sitios, ¿verdad? ¿O gente en sitios?
Gente en sitios, claro. La fotografía lo es todo, no sólo la cara o el cuerpo,que inicialmente puede parecer el protagonista.
Eres un fotógrafo de la vieja escuela, ¿has entrado en el uso de la cámara digital y el retoque?
Ahora estoy fotografiando en color con Leicas digitales. Pero nada de retoque, aunque no tengo nada en contra de ello: el problema, tal como lo veo yo, es hacer “creíbles” las fotos ¿Para qué ser fotógrafo si no es para usar la fantástica habilidad de las cámaras para describir el mundo? Y no fantasías construidas capa a capa a partir del detalle fotográfico y del débil e inestable pegamento de la imaginación.
Debbie Harry, cantante de Blondie: “Supongo que la gente iba a tope. Siempre que el dueño de un bar anime un poquito al comportamiento imprudente y no esté lleno de gorilas, te lo puedes pasar bastante bien”.
Tus fotos son “reales” a diferencia de las fotos sobreproducidas que suelen verse en las revistas de moda y estilo de vida, ¿te interesa este tipo de fotografía?
No, no estoy interesado en ese tipo de fotografía. Irving Penn, por ejemplo, es un maravilloso fotógrafo de naturalezas muertas. Paul Outerbridge, otro fotógrafo publicitario, era interesante cuando dejaba que sus obsesiones dominaran sus fotos. Pero sinceramente no puedo calificar a ninguno de ellos, o a cualquiera más contemporáneo como Avedon, como grandes artistas. Quizás brillantes, pero también endebles.
Seguramente esta sea una pregunta tonta pero ahí va: ¿quién es tu fotógrafo favorito de todos los tiempos?
Creo que Eugene Atget es el fotógrafo más importante del último siglo porque, tal como le describe la placa del edificio en el que vivió en París, es el verdadero “inventor de la fotografía moderna”. En cuanto a mis “favoritos”, además de Atget, estarían Henri Cartier-Bresson, el gran poeta lírico del medio, y Garry Winogrand, un buen amigo y uno de los fotógrafos más significativos que mi país ha producido. Todo el que esté leyendo esto debería pasarse a ver su retrospectiva que llega a Madrid en marzo del próximo año.
¿Qué estás fotografiando ahora?
Como ya comenté, he estado trabajando en un gran proyecto en Roma, fotografiando en digital y a color. También he estado armando maquetas de libros con trabajos que produje en la época en la que viví en Nueva York.
Estuviste en España en los sesenta, ¿qué tal la experiencia? ¿cómo recuerdas nuestro país?
Estuve en España en 1965, durante el régimen de Franco. Recuerdo a la Guardia Civil y el color del cielo, que siempre parecía estar gris, aunque la mayoría de los meses que estuve allí viví en Salobreña, una pequeña ciudad en la soleada costa del Sur. A pesar de eso, me encantó España: la gente, los paisajes, y en Madrid, el Prado, que nunca olvidaba visitar día tras día.
Has dado clase durante mucho tiempo, ¿cuál es tu principal mensaje o consejo a tus alumnos (o para un lector que quiere empezar a hacer fotos)?
Cuando daba clase (me jubilé hace un año), solía parafrasear una cita del gran poeta americano Robert Frost una y otra vez: “Si no hay sorpresa para el poeta, no hay sorpresa para el lector” . De aquí hay sólo un pequeño paso hacia la idea de que, sin drama (o sorpresa narrada) va a ser difícil para el poeta encontrar un público o, lo que es más importante, una voz relevante. En cuanto a los que están empezando, les diría: “Mirad a los fotógrafos”.
Andy Warhol, artista: “La clave del éxito de Studio 54 es que es una dictadura en la puerta y una democracia en la pista de baile”.
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