En la secuencia inicial de ‘Fe de etarras’ te encuentras con unos vascos que están disfrutando de una comida mientras hablan de que lo que han comido ha estado bien pero sin poder evitar recordar las veces que comieron eso mismo y que también estuvo bien. El punto de partida, es tan brillante, que marca toda la película.
Este tópico, lo de hablar de buena comida alrededor de una buena mesa, parece ser algo compartido por la cultura vasca y también por la española. A mi cabeza vino aquella entrevista de Jesús Quintero alias “El loco de la colina” al dirigente de Herri Batasuna Jon Idigoras en la que le preguntó por su afición a la tauromaquia. Idigoras fue novillero fugaz y adoptó el alias de “Chiquito de Amorebieta”. Quintero, no sin cierta sorna, le dijo que eso del toreo era cosa muy española y, como un resorte, Jon Idígoras dijo: “¡Y muy vasca!”. Toda la razón que le faltó en otros momentos hubo que dársela en ese: la tauromaquia es tan vasca como española. Un dato: la primera plaza en adoptar el modelo de lidia actual fue la de Donosti.
ETA, y su entorno, ha tenido estos momentos. Los que dan para la risa. Siempre, claro está, de forma inconsciente. Para ser un buen humorista hay que tomarse menos en serio y, sobre todo, tiene que existir la voluntad de hacer reír. Hacer reír no es algo que esté dentro de los objetivos de un grupo terrorista. A no ser que te haga gracia que haya gente por ahí suelta desmembrando y disparando a otra gente.
La premisa de ‘Fe de etarras’ es simple, parte de esa constante de las comedias que dirige Borja Cobeaga y que tienen como protagonista al fracaso. ‘Pagafantas’ (2009) y ‘No controles’ (2010) eran dos comedias románticas que giraban alrededor de ese tema universal y ‘Negociador’ (2014) era una comedia política que resumía a la perfección el fracaso que había supuesto eso llamado “problema vasco” y todas las intentonas fallidas por acabar con él. En aquella película Ramón Barea interpretaba a un político, presuntamente del PSE, que intermediaba en una tregua con ETA, un tipo que no se iba a dejar vencer esta vez, que necesitaba recuperar algo de la vida que había perdido en las décadas pasadas y que se resignaba a darlo todo por perdido. Un hombre dialogante que ve una luz en una puerta entreabierta e intenta, por todos los medios, que no se cierre. Si de ‘Negociador’ no se habla lo suficiente es porque, posiblemente, las heridas todavía andan frescas. Recuerden: el humor es tragedia más tiempo.
En ‘Fe de etarras’ nos encontramos a un etarra (Javier Cámara) que no quiere que ETA se acabe porque, antes de eso, quiere demostrarse que no es un cobarde. Con la organización en plena descomposición, en pleno Mundial de 2012, no tiene mayor ocurrencia que organizar un comando con una pareja de novatos (Mamen Ibarguren y Borja Otxoa) y un antisistema de Albacete (Julián López) con el que ha mantenido, durante años, correspondencia.
Si la cosa es cómica es, seguramente, porque el final de ETA estuvo marcado por esta improvisación y falta de recursos que hizo que, en los últimos años, fuera relativamente fácil detectar la actividad de los pocos elementos activos tanto en España como en Francia. Reconozcamos también que, a medida que ETA iba perdiendo efectividad aumentó el número de torpezas y fue más fácil reírse del asunto (algo que la banda, especialista en cortarnos el aliento, nos recordó que no era muy recomendable con el atentado de Barajas con el que dio por terminada una de las treguas). Es imposible no recordar las circunstancias que rodearon a la detención de los etarras Jon Rosales y Adur Aristegi en Girona en 2010: eran asiduos usuarios de Facebook y colgaron una foto en la que llevaban puesta la camiseta de la selección española. No han sido los únicos. Xabier Aramburu Sagarminaga abrió su página de FB cuando nadador (participó en los campeonatos de España de 2009) y destacaba en la escalada y el esquí de fondo y la mantuvo activa hasta que fue detenido en la región francesa de Las Landas en 2012 junto a Oroitz Gurrutxaga Gogorza que, en ese momento, era el jefe militar de ETA. Orotiz, en 2008, había convocado una rueda de prensa junto a otros abertzales para anunciar, solemnemente su paso a la clandestinidad. La acción, pese a lo absurdo, no llamó la atención de casi nadie. Y hablamos de una rueda de prensa donde una chavalería anunció que entraba en ETA.
Pocas películas han tratado la vida de un comando terrorista desde la cotidianidad. La rarísima ‘Juego de lágrimas’ (Neil Jordan, 1992) ahondaba desde una perspectiva bastante nueva las cuitas de un terrorista pero se ha impuesto, como era de esperar el drama. ‘Días contados’ (Imanol Uribe, 1994) abordaba la actividad terrorista a partir de la psique de los personajes, de la carga de stress de la huida, de la imposibilidad de establecer lazos afectivos ni siquiera con los iguales y ‘Tiro en la cabeza’ (Jaime Rosales, 2008), protagonizada por el añoradísimo Ion Arretxe, sigue la vida vacía y rota de un etarra. ’Four Lions’ (Christopher Morris, 2010), sin embargo, optó por contarnos que la vía del martirio era visto con cotidiana normalidad lo que te hacía preguntarte si era lícito estar pasando un rato tan bueno viendo aquello.
La película de Cobeaga ahonda en esa cotidianidad y, claro está, en el incómodo anticlímax en el que te sume la espera. Un comando etarra que espera una llamada para ponerse en marcha y que ve como pasan los días y tiene que enfrentarse a la vida. A la vida normal. Esa de encontrar un trabajo para comer y pasar el rato. Lo cierto es que al etarra José Luis Urrusolo Sistiaga le pasó algo parecido. Entró a formar parte de ETA cuando era muy joven, llegó a dirigir el comando Madrid y participó en algunos de los atentados más sanguinarios de la banda. En 1994, por desavenencias con la cúpula, Urrusolo Sistiaga es apartado de ETA y se establece definitivamente en la tranquila localidad francesa de Roumagne donde residían su mujer y sus hijas desde 1987. En los tres años que pasaron hasta su detención en 1997 Urrusolo Sistiaga tuvo tiempo de ganarse fama de padrazo y de implicarse en las actividades de la Asociación de padres del colegio de sus hijas. Se descuidó tanto que posó para una foto que se publicaría en el boletín del centro y que acabó en manos de un gendarme que lo identificó. El propio etarra ha reconocido que se había olvidado de su pasado.
‘Fe de etarras’ es, en apariencia, una comedia de tintes costumbristas sobre la vida cotidiana dentro de un comando de ETA. Con muchos chispazos de realidad. Muy bien apuntalada por sus actores principales y secundarios. Con regusto amargo de principio a fin y con mucha humanidad algo que es difícil cuando hablamos de una banda que ha asesinado a 829 personas y ha dejado detrás de sí a miles de heridos.
ETA ya no nos asusta porque es cosa del pasado, o casi, seguramente ‘Fe de etarras’ o ‘Negociador’ serán películas más apreciadas en el futuro cuando los espectadores que las disfruten sí sean, de hecho, gente que no ha sufrido de manera directa indirecta los atentados del grupo terrorista. El sentido de las sátiras políticas, del humor que juega con la forma en la que funcionan los resortes del Estado o los de una banda terrorista o que tratan temas candentes suelen ser alteradas por el tiempo. Si quieren hagan el experimento viendo ‘El rey tuerto’ (Marc Crehuet, 2016) y díganme si lo que está ocurriendo estos días en Catalunya no ha cambiado, sustancialmente, el valor del punto de partida de la película (que sigue siendo buena, por otro lado).
En la película Cobeaga le da entierro a todo aquello con un final potente que viene a levantar una media parte algo dubitativa que, sin embargo, se remata bien. La película está cargada de un sentido simbólico que, a lo mejor (y por suerte), se le escapa ya a mucha gente. Sobre todo por ese final. Los que han vivido en un país que bautizó a los peores años del terrorismo como “años del plomo”, que intentó aguantar el tipo de la normalidad pese a la violencia y que ha visto como ETA le ha secuestrado la sonrisa en más de una ocasión debería de celebrar este canto a favor de la derrota digna del contrario. No sé si todavía es demasiado pronto.