El canadiense Dov Charney fundó el imperio de American Appareal vendiendo género de algodón de inspiración americana gracias a unas eficaces campañas subidas de tono. Pero el genio del márketing, el empresario modelo y el activista pro derechos de los trabajadores acaba de ser despedido de su propia empresa cuando se ha puesto de manifiesto que además es un sátiro enfermizo.
Puedes leer el reportaje en el nº 9 de Revista Don (verano 2014) GRATIS en el App Store (iPad) y Play Store (Android)
POR DAVID BENEDICTE
¿Pero quién coño es este tío? ¿Un ejecutivo agresivo con hambre perpetua de carne fresca? ¿Aquel tenaz enfermo del cibersexo que traía de cabeza a las Supremas de Móstoles? ¿Un José Luis Torrente, brazo tonto de la moda, que aterriza en la crónica de sucesos de pasarela global para ganar nuestros corazones, siempre sedientos de antihéroes esquizoides, y quedarse definitivamente a nuestro lado ‘para hacernos juntos unas pajillas… ¡mentales!’? ¿El Paquirrín escuálido, circuncidado y desaforado de American Apparel? ¿El Bart Simpson de las algodón chic? ¿Un Steve Jobs de garrafón al que despiden de la empresa que fundó tanto por sus sonados escándalos como por sus supuestos casos de abuso sexual dentro de la compañía? ¿El precocísimo Pedro Jota Ramírez del ‘lobby’ judío canadiense que fundó, a los 11 añitos, edad a la que uno empieza a plantearse abandonar la fase anal, su propio periódico? ¿De qué va, en realidad, Dov Charney? Pues, de momento, de parado de lujo tras su pingüe blindaje que, mucho antes de lo que nos tememos, volverá a estar iluminado por los ‘flashes’ del ‘candelabro’ mundial. Acompañadme a dar un largo paseo por la vida y obra del tipo que se paseaba en pelota picada por las oficinas rogando a sus empleadas que le practicaran cariñosas felaciones de forma indiscriminada. Conocerlo, cuando no se han sufrido en primera persona sus delirios de sexoadicto ‘tronado’, es fliparlo.
Un ‘crack’. Indiscutible y genial. Hay que tener un don para montárselo así en esta vida. De hecho, el bueno de Dov Charney engrosa automáticamente, tras su fulminante despido de la marca estadounidense que fundó y de la que hasta hace días era consejero delegado, ese once titular de la selección de los bunga-bunga en la que ya están convocados, por razones de hecho (y de pecho; sobre todo de pecho, siliconadísimo y turgente a ser posible) Berlusconi, Putin, Bush, Helmut Newton, Terry Richardson, Roldán, Esteso, Pajares y otros presuntos ‘depredadores’ sexuales del mundo libre.
Dov Charney. Ahí queda eso. Pero si hasta el nombre le emparenta fonéticamente con aquellos ‘chuloputas’ que pululaban, arriba y abajo, siempre silbando a sus chicas, por el Harlem setentero. ¿En qué momento se le acabó a Dov el megachollo de su vida? Está muy claro. Cuando empezó a pensar, en medio de sus calenturientos delirios de grandeza, que todo el monte es orégano y que el Manual del Joven Machista no tiene vuelta de hoja. Su adicción al sexo más bizarro y machistoide le ha llevado, de cabeza, tras una montaña de denuncias por abuso sexual, a la cola del Inem. Dove Charney. Se despendola Dov Charney. Y esto no ha hecho más que empezar…
Contentos deben de estar sus ya ex socios y ex empleados de American Apparel tras este último bombazo sexual, que ni ejecutado con la peor de las armas de racimo. Y eso que el chico llevaba cosa de diez añitos labrándose entre los ‘mass media’ fama de Pequeño Lord de las Perversiones Máximas que ni salido de un ‘remake’ porno de ‘Juego de Tronos’. No en vano, Dove había convertido la banalización del sexo y el toque ‘eróticocasposo’ en una especie de ‘marca de la casa’ que tenía más que divididos a crítica y público. Baste con recordar que, desde hace años, las polémicas campañas de publicidad de la firma, ideadas por el propio Dov, cosechaban críticas y halagos a partes iguales. Una de las más recientes mostraba a una joven musulmana con los pechos desnudos. Eso, que viva la sutileza. Ni en los peores sueños de Salman Rushdie podía uno enfrentarse a una imagen así. Lógicamente, la ‘fatwa’ mediática no se hizo esperar. Para unos, la campaña fue interpretada como un acto xenófobo; para la compañía, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, no era más que un acto crítico contra las condiciones laborales de la mujer en Bangladesh. Juzgad vosotros mismos. Aunque os avisamos desde ya que la lista de ‘spots’ similares es bastante larga.
El caso es que, después de una década soportando las salidas de tono de Dov, la compañía ha decidido tomar las riendas del asunto y despedir a su fundador. De hecho, hace ya algunos años que la dirección de la multinacional decidió hace tiempo tratar de distanciarse de su fundador, para que sus ‘chifladuras’ no afectasen a la marca. Allan Mayer, uno de los miembros directivos de American Apparel, designado junto a David Dazinger como sucesor del ‘fauno Charney’ tras el tumulto en la cúpula ejecutiva (los dos son ahora copresidentes), asegura que la compañía es mucho más que un individuo. Ya. Sobre todo cuando ese individuo se dedica a pasear desnudo por la compañía pidiendo recompensas sexuales y diestra y siniestra. Sin embargo, paradojas de la vida, las acciones de la firma subían como la espuma, hasta alcanzar un 20 por ciento, al conocerse el fulminante despido de Dov. Lo esperaban con el cuchillo afilado.
¿Pero qué es lo que hizo, en realidad, Dov Charney para merecer un billete solamente de ida hacia el mayor de los ostracismos? ¿Fue realmente para tanto? Pues sí. Digamos, sin acritud, que el ‘judío errante’ se pasó esta vez de frenada. Por un lado, en el año 2009 Dov se convertía en una de los tipos más influyentes del planeta por sus confortables políticas laborales, como en su día señaló la revista ‘Time’. Y no era broma. Charney pagaba un mínimo de 18 pavos la hora a sus curritos, ofrecía seguro médico y dental y apoyaba la contratación de inmigrantes.
Hasta ahí, todo bien. El gran Charney se hubiese merecido una enorme medalla. Sin embargo, las cosas habían empezado a torcerse entre las cuatro paredes de American Apparel un año antes. A Dov le dio la ‘quijotera’ de pasearse en pelota picada por la oficina. Y llegó a suplicar a gritos a sus empleadas que le hiciesen alguna que otra ‘churrupaílla’ al grito de ‘zorras’ y ‘putas’ a toda aquella que se negaba. En 2011, una ex dependienta lo acusó de haberla obligado a ser su ‘esclava sexual’.
A partir de ese momento, las demandas por acoso laboral comenzaron a amontonarse en los buzones de la oficina. Aunque la más mediática de todas apenas tuvo que ver con el sexo sino con la publicidad. Woody Allen se querellaba contra el director en 2009 por haber usado imágenes de la película ‘Annie Hall’ en una campaña y sin el consentimiento del cineasta, ganando el caso y exigiendo la retirada inmediata del ‘spot’. Estamos seguros de que Woody Allen se estará planteando, mientras afina de una maldita vez su clarinete, la posibilidad de llamar a Dov y, tras olvidarlo todo, convertirlo en el protagonista de su próxima película. Y el día que esté rodada, yo esa sí que no me la pierdo. ¡Por la gloria del grandísimo Dow Charney, nuestro superhéroe caído en desgracia!
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