Sensibilidades. En ‘Alta Fidelidad‘, Nick Hornby nos hablaba de sensibilidades. Concretamente la del melómano medio que utiliza la música como explicación de sus logros y de sus males pero, también, como la cuerda de salvación que le tendría que ayudar a dar el paso de la adolescencia a la madurez.
¿Qué apareció antes la música o la miseria? Se preocupan porque los niños juegan con armas o ven vídeos violentos, por si les domina una especie de cultura de la violencia, y les da igual que los niños escuchen miles, y digo miles, de canciones sobre sufrimiento, rechazo, pérdida, miseria y dolor. ¿Escuchaba música pop porque estaba deprimido o estaba deprimido por escuchar música pop? Afirmaba Rob Fleming (luego, en el cine, se llamó Rob Gordon y lo interpretó John Cusack). Sí, la música pop (la música en general) es un catálogo del desánimo. Así, en general. Las canciones tristes de amor venden más porque se escuchan más. Es más fácil identificarse con el bando perdedor.
Desde mucho antes de que se acuñara la dichosa etiqueta de AOR (Adult Oriented Rock o, lo que es lo mismo, Rock para una audiencia adulta) la música popular había madurado lo suficiente para hablar de otros temas candentes que le cogen a uno desprevenido en su paso a la madurez. Se puede decir que The National es una de las primeras bandas que asume que compone y toca para una audiencia que sabe que ya está en disposición de entender el discurso de Springsteen, salvando las distancias académicas, y que es capaz de soportar el estilo sardónico de Dylan sin hacerse demasiado daño.
The National es una banda oriunda de Cincinatti (Ohio) fundada en 1999 que, durante estos 18 años, ha permanecido de forma impertérrita. Todo un logro en un panorama musical donde los proyectos fundados después de década de los 70 no soportan más de dos o tres años en el candelero y acaban estrellándose con el muro del ego con la excusa del “crecimiento personal y musical” de sus miembros. 18 años de carrera en la que la formación ha permanecido intacta, sin bajas: Matt Berninger, los hermanos Dessner (Aaron y Bryce) y los hermanos Devendorf (Scott y Bryan).
Los primeros proyectos musicales de sus miembros naufragan en la marabunta de la explosión del grunge y, The National como tal, aparece cuando sus miembros viven (holgadamente) del boom de las punto com. Con el grunge en declive y con la primera burbuja de internet hinchándose a marchas forzadas aparece esta banda que, producto de aquellos años, se
agencia el sitio americanmary.com. Bien porque en un primer momento decidieron llamarse así, bien porque esa fue la primera canción compuesta por el grupo. Como muchas otras cosas de The National “americanmary.com” es su dirección web oficial desde entonces y no han movido un dedo para cambiarla por el nombre con el que se han hecho famosos.
En esos primeros años, y radicados en NY, The National sólo toca los domingos y algunos días festivos porque sus miembros no dejan sus lucrativos trabajos. Son un proyecto indie maduro que gestiona sus conciertos con mano de hierro, se maneja con un orden interno que regula agendas laborales y artísticas y, sobre todo, ahorra para sacar un disco que no vería la luz hasta que Berninger y los demás se sienten lo suficientemente cómodos como para volver a un
estudio tras los patinazos que todos han sufrido en los años anteriores.
En 2001 sale el álbum ‘The National’. La crítica neoyorquina, con el piño siempre tan afilado, se deja sorprender por el grupo y alaba la tristeza original, reconoce el trabajo de las letras y, sobre todo, encumbra a The National como un grupo que se sale de la norma del momento: no es un grupo de rock, pero tampoco un grupo de folk y parece mamar de una tradición literaria y artística que es ajena a todo lo que puede escucharse en su panorama contemporáneo. 12 canciones que suenan a gloria y entre las que destacan ‘American Mary’ o ‘The perfect song’.
En los años posteriores la fama del grupo va creciendo y, con ella, también la responsabilidad. Sus miembros abandonan sus trabajos, ya no tan bien pagados, y se sumergen de lleno en su definitiva etapa de músicos profesionales. Entre 2003 y 2007 se afianza su fama con otros tres discazos: ‘Sad songs for Dirty lovers’, ‘Alligator’ y el aclamadísimo ‘Boxer’, que les abre definitivamente las puertas del mercado más allá de las fronteras estadounidenses.
En esos años la banda tiene una frenética actividad pública que trasciende mucho más con su activismo político y la implicación de sus miembros en diversas causas benéficas. Aunque las giras no dejan de sucederse en todo ese tiempo, tras ‘Boxer’, The National se toma un respiro y no sacaría ningún disco hasta 2010. Una maravilla titulada ‘Hig Violet’ que incluye su primer single de éxito en el mundo fuera del mercado anglosajón: ‘Bloodbuzz Ohio’. El álbum se
reedita en una versión más larga con algunas canciones grabadas en directo donde The National destaca por darlo todo pese a que Berninger, reconoce, tiene ataques de ansiedad continuos cada vez que tiene que salir al escenario donde siempre se muestra huidizo.
En 2013, cuando sale ‘Trouble will find me’, la banda actúa en Saturday Night Live y Berninger demuestra que es un manojo de nervios aunque sale airoso del trance de actuar ante una audiencia millonaria.
Hasta este años hemos tenido que esperar para escuchar lo nuevo de The National, se titula ‘Sleep well beast’ y ya tiene tres singles de adelanto colgados por la banda en internet a la espera de que podamos escuchar el trabajo completo a comienzos de septiembre. La sobriedad y el atemperamiento de la banda siguen presentes en estos tres singles y no parece que vayamos a encontrarnos muchas sorpresas en la puesta en escena de la gira que The National ha programado entre USA y Europa y de la que ya han colgado el cartel de “No hay billetes” en casi todas las plazas. Esta vez no pasan por nuestro país pero ya avisamos de que sus fans españoles, cada vez más, no podrán verlos en Lisboa –un día contaremos por qué Portugal es un país que no se priva de ser una cita fija en todas las agendas de las bandas más famosas del mundo- donde tampoco queda nada de papel que vender.
‘The system only dreams in total darkness’ salió en mayo sorprendiendo a la fanaticada por su carácter atmosférico donde The National incorpora riffs remezclados de cajas de ritmos y donde ahonda en algo que parece explotar una vena más pop sin llegar a ser abiertamente facilón o comercial; ‘Guilty party’ vería la luz en junio de este año y ahondaría mucho más en la idea que estos cuatro años de ausencia han sido aprovechados por el grupo para rebuscar en otras inspiraciones pero que sigue funcionando muy bien en ese medio tempo de canciones tristonas cargadas de significado. ‘Carin at the liquor Store’, el lanzamiento del 8 de agosto, tranquilizaría a los fans que habían criticado las dos anteriores canciones pues es la que suena más a lo que tradicionalmente viene ofreciendo The National desde 1999.
Buenas letras, buena música y una invitación a rebuscar en nuestra versión adulta, la de nosotros mismos. Ya no se trata de deprimirse escuchando las tristezas de otros si no de identificarse con las propias porque no hay nada más digno, ni más curativo a mano.
Por si acaso no desesperen: las canciones de The National parecen un poco tristes pero, en el fondo, van de que siempre hay alguien que te quiere pese a tus horribles defectos. Es una buena forma, posiblemente la mejor, de encontrarse a uno mismo en un panorama musical cada vez menos preocupado por las pequeñas miserias y, sobre todo, por resaltar lo dificilillo que se hace, a veces, salir de la cama y encontrarse un poco perdido en semejante escenario.
Entre muchas canciones sobre lo bueno que es ganar pasta y plantarle cara a los rivales (alguien nos explicará algún día por qué la base del pop actual solo se entiende a partir de la pequeña sinopsis “hay unos que me tienen envidia por mi arrolladora personalidad”) no está de más darse un paseo por un repertorio intimista y, a la vez, repleto de dolores universales que nos reivindica a través de nuestros defectos.