Imagen de portada: ‘Self Portrait’ (1980) @Robert Maplethorpe Foundation
Contaba Patti Smith en ‘Éramos unos niños‘, la biografía de su relación con el fotógrafo Robert Mapplethorpe, que ella era una niña buena que quería ser mala y él un niño malo que quería ser bueno. Según el documental ‘Mapplethorpe: Look at the Pictures’, estrenado el año pasado y que por fin podemos disfrutar en buena calidad gracias a Movistar +, Mapplethorpe era un diablo ambicioso que no quería ser bueno, sino el mejor.
Robert Mapplethorpe fue uno de los adalides de la revolución cultural en el Nueva York de los 70. Vivió en el Chelsea Hotel, conoció y retrató a iconos como Warhol, Deborah Harry, Louise Bourgeois o Carolina Herrera, y favoreció la visibilización de la comunidad LGTB. Sus imágenes homoeróticas y sadomasoquistas causaron gran polémica incluso después de su muerte en 1984, hasta el punto de llevar a juicio al director del Centro de Arte Contemporáneo de Cincinnati por acoger la exposición ‘The Perfect Moment’, que incluía el Portolio X con los trabajos más sexualmente explícitos del artista.
Los biopics demasiado centrados en ensalzar la figura del protagonista y elevarlo al nivel de mito nunca terminan de funcionar porque el espectador se siente estafado. Hasta los genios tienen defectos y eso es precisamente lo que queremos ver en la pantalla: la humanización de nuestros ídolos. El problema de esta película es que la intención parece ser totalmente la contraria. No se aprecia en el retrato que perfila la cinta ningún atisbo de humanidad en la figura de Mapplethorpe y hay un interés demasiado descarado en la búsqueda de la controversia y del morbo (el montaje lleno de pausas dramáticas cuando se habla de la ambición de Robert parece sacado del ‘Sálvame’).
Los testimonios proceden en su mayoría de ex amantes, ex amigos, ex socios y de un hermano que siguió sus pasos sin mucha fortuna. Se echa de menos la inclusión de otras voces y perspectivas, como la del propio Mapplethorpe, que sólo aparece en off a través de una entrevista de archivo que no saca gran cosa a la luz. O la de Patti Smith, probablemente la persona que mejor conoció al artista y que escribió la mejor biografía que existe sobre él, cuya escasísima participación en este documental resulta bastante sospechosa. También se echa de menos la visión de artistas coétanos fotógrafos que pusieran en contexto la aportación de Mapplethorpe a la vanguardia cultural de la época, y la de otros actuales que hayan recibido su legado.
Después de haber visto recientemente ‘Chavela’, las comparaciones con ‘Look at the Pictures’ son tan inevitables como odiosas. Mientras la primera escoge como punto de partida narrativo la conversación de una madura Chavela con las dos directoras de la cinta, la cual se usa hábilmente como punto de ancla para volver a la perspectiva de la artista, la segunda parte de una premisa interesante que termina totalmente diluida a lo largo del metraje. El documental comienza con la preparación de la primera retrospectiva del artista realizada por dos grandes instituciones, el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles y el Museo Getty, ‘Robert Mapplethorpe: the Perfect Medium‘. La idea era aprovechar las dos colecciones para visualizar la dualidad del artista: el Robert de los retratos y las flores delicadas y el Robert controvertido de las escenas eróticas. Por desgracia, la aportación de los curadores de la exposición al documental se limita a pasar las páginas de los archivos y a comentar sus obras más escandalosas de una forma tan neutral que resulta (pretendidamente) cómica. Lo realmente escandaloso en este documental es la falta de análisis de la obra del artista, especialmente cuando se cuenta con la participación de expertos de este calibre.
No sólo el hilo narrativo y el tono son desafortunados: la factura del documental también es bastante pobre. Apenas aparece metraje del protagonista, las imágenes se repiten constantemente, las entrevistas son planas y la falta de contexto es alarmante. En conclusión, es aburrido.
Comentaba Luis Venegas (editor de Candy) previamente a la proyección del documental dentro del ciclo del MFFF Pride, probablemente anticipando las reacciones de los que aún no lo habíamos visto, que lo importante de los biopics es la visibilidad del artista que se consigue con ellos, independientemente de su calidad.
Aún así, resulta tan asombroso como decepcionante que el primer documental sobre un artista que significó tanto en una época de ebullición cultural como fueron los 70, y que abrió el mundo del arte a temas tabú como la transexualidad, las relaciones interraciales y homosexuales o los roles de género, haya optado por el amarillismo. Parece que ni muerto Robert se pueda quitar la etiqueta de maldito y que aún haya historias relevantes que, por incómodas, no merezcan ser contadas de forma seria.
Mapplethorpe, en 10 imágenes
En sus comienzos como estudiante en el Pratt Institute de Brooklyn, Mapplethorpe desdeñó la fotografía, a la que consideraba un arte menor. Fue ya en Nueva York cuando, a raíz de su interés por el collage, comenzó a usar sus propias fotos en las composiciones en lugar de recortes de las carísimas revistas porno gay con estuvo experimentando.
Durante sus primeros años en Nueva York vivió con Patti Smith en la habitación más pequeña del Chelsea Hotel, la meca de la contracultura americana de los 70. El idilio de Robert con la fotografía comenzó con las Polaroids. Robert fotografiaba su entorno, a sus amigos y artistas que pasaban por el Chelsea o por el Max’s Kansas City, y sobre todo a su musa, amiga y novia: Patti Smith. Suya es la foto de la portada de ‘Horses’, el disco que consagró a Patti Smith como icono.
A medida que Robert empezó a explorar su sexualidad e introducirse en el ambiente gay de Nueva York, los motivos de su fotografía derivaron hacia terrenos más underground. El artista comenzó interesándose por la parafernalia sadomasoquista y, a través de ella, llegó hasta sus protagonistas. Cada noche visitaba The Mineshaft, un club privado de sexo, y sacaba de allí a sus modelos.
Las imágenes más explícitas y controvertidas de Mapplethorpe se recopilaron en el Portfolio X: fistings, penetraciones, sado, bondage,… y su propio autorretrato mirando a cámara sin pudor. Esta fue la serie de fotos que dio origen al mito.
Mapplethorpe no sólo buscaba la polémica con sus fotografías eróticas, también la belleza. Como decía una de las críticas de época, lo más escandaloso del arte de Robert es que colocaba un pene al nivel de obra de arte.
Ésta fue una de las fotografías más polémicas del artista porque el tabú sexual se mezcla aquí con el racial. Durante años Robert trabajó únicamente con modelos negros, lo que dio lugar al Porfolio Z.
Uno de los temas preferidos de Mapplethorpe eran los cuerpos en movimiento, pero no sólo por los masculinos. Tras la mudanza de Patti Smith a Detroit, Lisa Lyon, pionera del culturismo femenino, pasó a ocupar el puesto de musa del fotógrafo. Las fotos de Mapplethorpe anticiparon hace 30 años lo que hoy se conoce como ‘gender fluid': hombres femeninos, mujeres masculinas, modelos transgénero,… cuerpos bellos sin ataduras de género.
Robert Mapplethorpe fue por encima de todo un retratista. En sus inicios los retratados fueron sus amigos y en sus últimos años, con su fama en auge , fueron personajes de la cultura y la moda. Por su objetivo pasaron una Carolina Herrera de veinte años; David Hockney bostezando; Louise Bourgeois con una escultura de un pene; Isabella Roselini, Andy Warhol, William Burroughs, y un largo etcétera.
Aunque sus fotos más reconocibles son las sexuales y sadomasoquistas, Mapplethorpe creó una prolífica serie de fotografías de flores, las únicas en las que a veces introducía color. Esta serie más naif constituyó el Portfolio Y. Las flores de Mapplethorpe recuerdan mucho a las pinturas de Georgia O’Keffe: sus formas y texturas recuerdan a genitales de manera que en nuestra mente se confunden la inocencia y sexualidad.
La obsesión de Mapplethorpe por el cuerpo humano incluyó las manos, que retrató siempre de forma muy expresiva.
La contribución de Mapplethorpe a la visibilidad de la comunidad LGTB fue muy importante. Varias de sus fotografías se han convertido en iconos de la lucha por la igualdad de derechos para estas minorías.