Nos complace anunciarles que hoy en #FirmaInvitadaDon nos adentramos en la siempre compleja relación entre fans y creadores o, como dice la autora del texto, entre ‘The Powers That Be’ y fans. Un texto interesante sobre cómo ha evolucionado la simbiosis creativa entre emisores y receptores de cualquier producto cultural y como Internet ha acelerado esta relación, la ha cambiado para siempre y ha acercado –aparentemente- los intereses de ambos grupos. Es Iratxe la que nos cuenta algo sobre sí misma: “Soy Iratxe, aunque respondo ya al nombre de Flan también, una informática que pasa la mayoría de su tiempo libre en twitter (@flanfatal) y siempre está dispuesta a teorizar sobre sus personajes favoritos, sobre los que tiene demasiados sentimientos. En los últimos años he notado cierta tendencia dubitativa hacia ciertos aspectos, como que no se sabe exactamente dónde debería estar el límite con el fan y sus peticiones, y el texto intento repasar algunas decisiones que he visto tomar, malas y buenas”.
[ Ilustración: Guacimara Vargas]
The Powers That Be, que se puede traducir de manera muy flexible como “poderes-que-son” es la manera en la que en algunos recovecos de internet se llama a los guionistas, ejecutivos o productores de un medio cultural. Este puede ser cualquiera, pero sobre todo se usa para series de televisión.
La relación entre fans y estas personas, o más bien este ente omnipotente culpable de todo lo malo y responsable de todo lo bueno que ocurre, siempre ha sido complicada. Se aborrece o se ama dependiendo de cómo trate a los fans, lo que se implique a nivel de relaciones entre personajes y lo que finalmente acabe ocurriendo de verdad. De los personajes que maten o de las vueltas que den a las tramas o de que el éxito no permita terminar una serie en el momento idóneo y se vean obligados a alargarla hasta el infinito, con la habitual pérdida de calidad.
Hace años todo era diferente, aunque ya apuntaba maneras: los canales de comunicación entre ambos eran más complicados de encontrar por los fans y más fáciles de ignorar por los creadores, que solo hacían caso a lo que realmente interesaba porque la presión era grande, pero ignorable. Aún así, uno puede encontrar de manera relativamente sencilla información sobre capítulos de ‘Expediente X’ (20th Century Fox, 1993-2002) o las múltiples ediciones de la serie de ‘Star Trek’ para los que las ideas de algunas tramas salieron directamente de foros o fanzines.
Las series han dejado de ser algo abstracto o sin vida: hay gente detrás. Como el cambio del que ve las marionetas moverse por sí mismas y un día descubre a los titiriteros.
El fan, obviamente, influencia solo por existir. Todo es creado con un objetivo, una intención de conseguir su aprobación. No como conjunto de uno sino como diferentes grupos, claro; la cuestión es que lo que se consume tiene todos unos estudios detrás que dicen que debería gustarle: argumentos, desarrollos de personaje, muertes, parejas. Siempre se ha tenido en cuenta, pero en los últimos años, desde el auge de plataformas como Tumblr o Twitter, además de la proliferación de convenciones en las que la comunicación entre fans / creadores es directa, se ha extendido sentimiento de derecho a opinar de los primeros, además de la presión directa sobre los segundos.
No es lo mismo hablar en un foro, por muchas personas que interactúen en él, que poder escribir directamente a quien se considera responsable directo de que tu personaje favorito haya tenido una muerte injusta; ni es lo mismo mandar cartas a una editorial que instigar un boicot (justa o injustamente) vía Twitter y que se haga viral.
Los fans siempre han querido tener más poder y ahora por fin se han dado cuenta del que tienen y quieren ejercerlo.
Afirmar si esto es positivo o negativo es una espada de doble filo, un prisma que refleja una luz diferente según por qué cara se mire. No tiene una respuesta sencilla.
No es positivo si lo miramos como algo con un fin concreto; porque por mucho que un fan quiera lo que considera mejor para una serie, se puede asumir con tranquilidad que su visión tiende a ser menos global que la manera en la que tiene que pensar un productor. Siempre podemos recordar el caso de la muerte de Jason Todd en el cómic de ‘Una muerte en la familia’ (DC Comics, 1988), en el que se ofreció la decisión a los fans y el propio autor admitió que cientos de las llamadas en favor del fin trágico fueron hechas por una misma persona. Podéis ver más información por aquí.
Y sin embargo, el conjunto de fans tiene una cosa que muchas veces no se ve en los despachos y que le hace merecedor de atención. Se le debería escuchar para que pudiera influenciar en otros aspectos, quizá menos concretos pero igual de importantes, como la diversidad.
Desde el público se ha comenzado a exigir de manera cada vez más común personajes y tramas que, a pesar de ser comunes en la realidad, parecen excepcionales en las series: personajes gays o bisexuales que no se vean definidos específicamente por clichés, que no tengan que tener una serie aparte que sólo se centre en eso, como es habitual. Mujeres que no se vean reducidas a intereses amorosos y después descartadas. Mujeres que no sean creadas (y asesinadas, agredidas, y un largo etcétera) para desarrollo exclusivo del protagonista.
La inclusión es el primer paso para la normalización en la cultura y la influencia de la misma en la sociedad.
Pero aún se le puede dar una vuelta más de tuerca a toda la idea.
Cuando, allá por años anteriores al efecto 2000, se pedía que Mulder y Scully tuvieran una relación, los creadores escucharon. No ocurrió de la manera en la que querían pero pasó. Entre las fans de la serie ‘Veronica Mars’ (UPN, 2004-2007) era vox populi que la relación de la protagonista con Logan, uno de los intereses románticos más seguidos, no estaba pensada como tal, pero la química entre los actores hizo que el conjunto de fans pidiera más de ellos. Y lo obtuvieron.
¿Pero qué pasa cuando lo que se pide es algo no heteronormativo ni planeado originalmente?
Por ilustrarlo con un ejemplo de lo más flagrante, en la serie ‘Supernatural’, un personaje que apareció por la cuarta temporada fue escrito para tres capítulos. El ángel Castiel iba a servir de trampolín para la trama de la temporada y después iba a desaparecer.
El personaje cuajó, en parte por el actor, Misha Collins, y no hizo falta que las fans pidieran nada: los Poderes, que son muy listos, vieron el filón y lo dejaron estar. Es una de las primeras series en las que se hizo caso al fan de manera abierta y han hecho desaparecer personajes que no eran queridos por el fandom, por ejemplo, a pesar de que sea una mujer en una larga lista de mujeres asesinadas en esa serie.
Por otro lado, algo que se lleva pidiendo años, la posibilidad de que uno de los protagonistas sea confirmado como bisexual y tenga una relación con un personaje masculino se ha vetado continuamente en convenciones, artículos y por parte del actor. Lo cual no es malo per se, si no fuera porque una y otra y otra vez durante la serie se presentan escenas de ambos con claros tintes románticos, clichés básicos usados una y otra vez en parejas hetero que terminan estando juntas y confesando sus sentimientos. Podéis ver un análisis mucho más exhaustivo por todo internet, uno que me gusta mucho es éste. Os invito a buscar lo mismo de otras series, os sorprenderíais.
Esto se llama queerbaiting, y aunque originalmente se viera como algo inocuo porque se daba por imposible la inclusión de este tipo de parejas, ahora no solo se ve como algo que puede pasar, sino que se empieza a exigir como algo reflejo de la realidad. El queerbaiting es dar a las fans algo que se acerca a lo que quieren pero nunca consumarlo, y hacer bromas a su costa.
El queerbaiting es aún más tóxico que la no-inclusión completa, ya que envía el mensaje de que lo queer, lo LGBTQ es motivo de broma, pero no más.
Y es mejor no dar nada que lanzar la caña y esperar a ver si se atrapa el interés del fan y después negar que eso haya ocurrido, y engañar hasta que ya no puedas más. Se sobreentiende que la cultura del entretenimiento tiene un fin muy concreto pero también responsabilidades.
Independientemente de la decisión final, que puede ir desde negarte a los problemas con actores o cadenas que puede dar introducir personajes gays en una serie a que no se considere como trama para el personaje, lo que hay que tener es un respeto por el fan y por lo que ellos piensen. No hace falta despreciar sus ideas o desecharlas como sinsentidos porque lo propuesto muchas veces es proyección de lo que viven, y despreciar la idea de un protagonista gay está demasiado cerca de despreciar la idea de un gay en la realidad.
Lo que no se puede es tachar de aguafiestas a una fan bisexual delante de millones de personas por pensar que su personaje favorito también lo es. No es bonito, ni correcto, ni aceptable.
También tenemos que nombrar otros casos: no siempre es así. No todas las series juegan con la idea de salirse de la heteronorma durante un tiempo para, antes del final, volver al redil. En ‘Hannibal’ (NBC, 2013-2016), Bryan Fuller juega a presentarnos un personaje masculino y otro femenino que parece que van a entrar en una dinámica de lo-harán-no-lo-harán para subvertirlo completamente durante las siguientes temporadas, sin centrarlo en las sexualidad sino en las relaciones complejas que se forman entre personajes complejos. A pesar de ser una adaptación cambió personajes de raza, de género, de orientación sexual para hacer una serie más rica e interesante. Y fue un acierto, a pesar de la cancelación, si uno se deja guiar por las infinitas peticiones continuas de volver para una cuarta temporada.
Lo cierto es que no tendríamos que pedir tanto, porque debería salir del origen. Debería haber más diversidad desde el principio, debería haber una intención que, aunque comienza a verse, no es ni de lejos suficiente.
Cada persona no blanca o no heterosexual que no sea un cliché con patas, cada trama de interés amoroso femenino que no acabe en drama para causar dolor al protagonista es un paso más en la evolución del entretenimiento. Debería ser algo que incluyese a todos y añadiese su granito de arena a la revolución social que se intenta llevar a cabo por gran parte del fandom, en vez de ponerle la zancadilla.
La gran esperanza es que nada es inamovible, ni siquiera los grupos que componen esta relación, es posible que quien ahora busca como fan mañana tenga el poder de cumplir.
Mientras tanto, por la parte que nos toca, os hago un pequeño spoiler: no dejaremos de pedir.