El guionista y cómico Jordan Peele, 50% del dúo cómico que formó junto a Keegan-Michael Key con el que mantuvo tres temporadas el divertido programa de sketches ‘Key and Peel’, se sale de la comedia para rodar una de las mejores películas del año: ‘Déjame salir’. A medio camino entre el terror y la denuncia social la película arranca casi con una anécdota: Chris Washington (Richard Kaluuya) va a pasar un fin de semana junto a su novia, Rose (Allison Williams, en casa de los padres de esta. Rose confiesa a sus padres que no les ha dicho que Chris es negro.
A partir de ahí la película se torna en una especie de fábula que va creciendo en incomodidad y violencia . Nos transmite algo que, desgraciadamente, parece cada vez más real en Estados Unidos: el delicado equilibrio racial se esta resquebrajando en el momento más raro, justo después de la presidencia de un hombre negro y dentro de una sociedad que, en teoría, ha aceptado a cantantes, deportistas y profesionales negros. Jordan Peele, sin embargo, nos sirve este cuento escrito desde una dolorosa frialdad, trayéndonos a la pantalla los nuevos estereotipos racistas que han sustituído a los viejos –y que son rechazados incluso por los nuevos racistas- pero que son más sutiles y peligrosos que los anteriores.
A continuación te recomendamos unas cuantas películas que son referencia directa de ‘Déjame salir’ y que te harán entender mejor esta grandísima película.
‘Corredor sin retorno’, de Samuel Fuller (1963)
Johnny Barrett (Peter Breck) es un ambicioso periodista que quiere ganar el Pulitzer escribiendo un reportaje sobre un horrible crimen sin resolver cuyos tres principales testigos son los pacientes de un manicomio que sufren trastornos de personalidad: un científico que ha trabajado en el Proyecto Manhattan y al que la visión del poder de la bomba atómica ha devuelto a la edad mental que tenía con seis años, un ex combatiente de la Guerra de Corea convertido al comunismo en un campo de prisioneros y devuelto a su país convencido de que es un General Confederado de la Guerra de Secesión y un brillante estudiante negro, uno de los primeros en entrar en una institución educativa no segregada, al que el acoso escolar ha acabado por convencerlo de que, en realidad, es miembro y dirigente del KKK y organiza protestas contra la inclusión de personal y enfermos negros en la institución.
Samuel Fuller hablaba de los Estados Unidos como de un manicomio donde sobrevivir solo era posible si te hacías pasar por un chalado. Es notable que una película de bajísimo presupuesto y tan poca incidencia en su época, básicamente porque lo narrado era demasiado doloroso y contemporáneo, no fue bien aceptado por el público general. La película plantea crueles recorridos y pone el dedo en la llaga de la cuestión racial y de la sociedad americana y su necesidad de incluir a los negros con la condición de que estos sean convenientemente amaestrados o que se sientan lo suficientemente blancos como para aborrecer a su propia raza.
‘2.000 maniacos’, de Hershell Gordon Lewis (1964)
Una de las más escalofriantes películas de la década de los 60 y una obra primigenia, en todos los sentidos. Muchas películas posteriores de diversa factura han estado influenciadas por esta película de serie B y factura cutrona: Desde ‘Los coches que devoraron París’ hasta ‘La matanza de Texas’ o ‘Deliverance’. La propuesta es muy sencilla: unos catetos cambian un cartel de la carretera para que los turistas acaben en su pueblo, Pleasant Valley, una localidad sureña que celebra el aniversario de su fundación. Los turistas agasajados con comida, bebida gratuita y la atención de los más atractivos lugareños no saben que son ellos la pieza principal de la fiesta que consiste en torturarlos hasta la muerte para tomar revancha por el resultado de la Guerra de Secesión.
Caústica y malrrollera ‘2.000 maniacos’ hace una caricaturesca representación del racismo en plena efervescencia de los conflictos raciales que asolaban Estados Unidos y unos pocos meses después del asesinato de Kennedy. Los racistas y supremacistas de entonces son retratados con crueldad…la misma que Peele, director de ‘Déjame salir’, regala a los personajes blancos de la película pero escapando del estereotipo del racista anterior a esta película y retratándolos como unos burgueses condescendientes. Un tipo de racista casi tan peligroso como el redneck tradicional.
‘En el calor de la noche’, de Norman Jewison (1967)
Basada en una novela del escritor John Ball esta película es un thriller clásico: El detective Virgil Tibss ( ) es enviado a un pueblo del sur para ayudar al sheriff de la localidad, Gillespie (Rod Steiger), a resolver un caso de asesinato. La relación entre ambos comienza mal porque el sheriff detiene al detective a las primeras de cambio al no entrar en su cabeza que haya detectives negros. La película se plantea más como un paseo por la cabeza del sheriff y una revelación, en toda regla, de la diferencia que todavía existía (y existe) en los Estados Unidos donde la cuestión del racismo no había sido resuelta del todo y donde una gran parte del país no tenía pensado acatar ni una de las leyes federales contra la segregación racial. También, claro está, mete la navaja en una cuestión peor: los afroamericanos no pueden sentirse seguros en su propio país.
‘Adivina quién viene esta noche’, de Stanley Kramer (1967)
Quizás la película de esta lista más formalmente relacionada con ‘Déjame salir’. Ya saben: Joey Drayton (Katharine Houghton) acude a cenar a casa de sus padres con su novio, el joven John Prentice (Sidney Poitier). Sus padres, los liberales Matt y Christina Drayton (Spencer Tracy y Katherine Hepburn), verán convertida la cena familiar en una prueba para sus valores al descubrir que el prometido de su hija es negro. Mucho más cuando, a la misma cita, acuden los padres del joven, los señores Prentice (Roy Glenn y Beah Richards) y se descubre que ellos también tienen pocas esperanzas en el enlace y desconfían de que el ambiente que se vive sea el adecuado para que la pareja no viva un sinfín de calamidades. La cuestión, en su momento, estaba flotando en el aire gracias a un caso real: Mildred y Richard Loving, una pareja de Virginia, se enfrentaba a un juicio y a una dura pena de cárcel por haber contraído matrimonio contraviniendo una ley del Estado que prohibía la cohabitación entre gentes de distintas razas. Hablamos de 1967 y no de 1067 y hablamos de Virginia y no de la Sudáfrica del Apartheid (por cierto, régimen abolido en 1992). El caso de los Loving está recogido en el documental ‘The Loving Story’ (Nancy Buirsky, 2011) y en la película ‘Loving’ (Jeff Nichols, 2016).
‘La noche de los muertos vivientes’, de George A. Romero (1968)
Que el género zombi se lo debemos a Romero es indiscutible y que también fue el primero de dotar a sus películas de muertos vivientes de un claro significado político y social pues también. En este caso la película, la primera de zombis clásicos, gira en torno a la supervivencia de un grupo de personas que tiene que salir de una casa rodeada por “walkindeads”. La cosa, en la época, ya trascendió con todo su significado: los muertos vivientes estaban instalados en la sociedad y querían acabar con los que estaban realmente vivos. Una interesante vuelta de tuerca a otro clásico: ‘La invasión de los ultracuerpos’ (Don Siegel, 1958). En esta eran los extraterrestres, remedos de peligrosos comunistas, los que se sustituían como clones a los norteamericanos de bien e imponían un orden social basado en las respuestas robóticas y en un estándar de comportamiento en el que se eliminaban las emociones humanas. Romero cogió eso y le dio la vuelta: los conservadores eran los muertos vivientes. El final , que no revelaremos pese a ser bastante conocido, nos enfrenta al momento álgido en el que un grupo de vivos rescata a los supervivientes y descubren el color del rostro del héroe de la película, Ben (Duane Jones).
‘Atrapado’, de Desmond Nakano, (1995)
Imaginen despertar en una España en la que los gitanos sean la etnia dominante y tengan a los ‘payos’ encerrados en barrios de viviendas sociales, abandonados a su suerte y correctamente aleccionados para no aventurarse más de lo estrictamente necesario fuera de las fronteras de los mismos. ‘Atrapado’ plantea la misma distopía pero en USA: los afroamericanos son la etnia dominante, la que tiene la sartén por el mango y los blancos tienen que joderse y aguantarse para sobrevivir, a duras penas, en un apartheid. John Travolta interpreta a un manso y analfabeto trabajador blanco que comete un error al entregar un paquete en la vivienda de un potentado interpretado por Harry Belafonte. Este, que lo confunde con un voyeur, lo denuncia ante sus jefes y Louis pierde su trabajo. Desalojado de su casa y desesperado decide secuestrar al hombre rico y confrontarlo con sus propios miedos raciales.
Sin duda una buena película para ponerse en la piel del otro y pensar en las consecuencias de tener empobrecida y maniatada a parte de la población activa de tu país, además de indagar un poco mejor, desde la perspectiva del otro, en lo que se le tiene que pasar por la cabeza al miembro de una minoría étnica y la actitud que tiene que tomar ante la vida a sabiendas de que puede ser despedido y apaleado en cualquier momento.
‘Bamboozled’, de Spike Lee (2000)
Nos hubiera valido cualquier película de Spike Lee que es una influencia directa en el trabajo de Jordan Peele y una de las matrices del pensamiento avanzado dentro de la comunidad afroamericana además de una de sus voces más incisivas dentro del mundo del cine. Esta película, rodada por Lee en pleno (pero temporal) enamoramiento con el Dogma 95, sigue los pasos de Pierre Delacroix (Damon Wayans), un productor ejecutivo afroamericano que, para vengarse de su jefe, decide crear y emitir ‘Bamboozled’, un programa basado en recuperar el minstrel, ese subgénero del burlesque y el cabaret en el que actores blancos se pintaban de caricaturas de negros (incluso actores negros se pintaban de caricatura de negro), interpretaban canciones, bailaban claqué y desplegaban chistes racistas donde los negros siempre eran reflejados como seres flipados con la sandía y el pollo frito, cobardes, analfabetos e incapaces de controlar sus impulsos sexuales. Pese a que Pierre cree que será un fracaso y que la población negra se volverá contra él resulta dar en el clavo y el programa se convierte en un éxito: los afroamericanos, en su mayoría, aceptan la imagen que se da de su propia raza por cómica e inofensiva y los blancos tienen una excusa para poder reírse de los negros sin resultar racistas. ‘Bamboozled’ resulta una retorcida metáfora sobre cómo los negros se enfrentan a la propia imagen estereotipada por la publicidad y los medios.