El 21 de mayo volveremos a viajar a ‘Twin Peaks‘ con motivo del estreno de la tercera temporada. Para ir abriendo boca, o simplemente para volver a disfrutar algunos títulos de la filmografía de David Lynch, recopilamos cinco de los personajes más destacados y dispares entre sí del universo de Lynch.
Dale Cooper
Han pasado ya 25 años desde que David Lynch se inspirara en el secuestrador de un avión D.B. Cooper que saltó al vacío en paracaídas con 200.000$ para crear al agente especial Dale Cooper. Bastante excéntrico y extravagante, el actor Kyle MacLachlan nos gana desde el momento en que llega en su coche negro a Twin Peaks para investigar el asesinato de Laura Palmer. Su mente privilegiada en materia criminal, su carácter puntilloso, su excepcional sentido del humor y ese toque infantil lo convierten en uno de los personajes clásicos de la televisión.
No hay quien olvide ese gesto con el pulgar hacia arriba cuando estaba satisfecho o su adictiva predilección por el café y el pastel de cereza. Erase un hombre a un café pegado, que diría un Quevedo actual. “Me gustan los cafés tan negros como una noche sin luna”, dice. Y tanto que le gustan. No hay un solo capítulo en el que no aparezca con una taza en su mano derecha. En la otra, por supuesto, su inseparable grabadora. Corto y cierro, Diane.
Alvin Straight
En 1994, un anciano de 73 años recorrió los 400 km que separan Laurens (Iowa) de Mount Zion (Wisconsin) para reencontrarse con su hermano moribundo y al que no ve desde hace más de diez años. La historia, a priori, parece bastante corriente. Sin embargo, la excepcionalidad es que el viaje lo emprendió en un cortacésped de motor que avanzaba, únicamente, a sólo 10 kilómetros por hora. David Lynch vio en esta historia el argumento de su próxima película: ‘Una historia verdadera‘ (1994).
Para interpretar el papel de este anciano que tardó más de seis semanas en completar el recorrido, escogió a un experimentado Richard Farnsworth. El resultado no sólo es un personaje que despierta ternura y tristeza a partes iguales sino una exquisita película de gran carga emocional. El universo de Alvin Straight se ve ralentizado y nosotros le acompañamos en un camino que invita a la contemplación y a saber reconocer la belleza de cuanto nos rodea. Difícil olvidar el momento en que atraviesa un campo de trigo a ritmo de Badalamenti:
Mistery man
Dudamos que haya una mirada más inquietante que la dirigió Robert Blake a Bill Pullman en la fiesta en la que se conocen en ‘Carretera perdida’. El saxofonista frustado, que ha estado recibiendo unas misteriosas cintas de vídeo en las que aparece con su mujer Renee (Patricia Arquette) en su propia casa, se ve interceptado por Blake, un sombrío personaje del que incluso desconocemos su nombre (en los títulos de crédito aparece como “mistery man”).
“Usted y yo ya nos conocemos”, le decía a Pullman, que le contestaba: “¿Dónde nos conocimos?”. La respuesta “En su casa. De hecho, estoy allí ahora mismo” ponía en marcha un juego insalubre en el que está presente esa esencia insólita de Lynch y creaba una narración tan críptica, engañosa, siniestra y pertubadora como su protagonista. Blake encarnaba un pálido hombre de cejas depiladas con apariencia siniestra y, sin embargo, en la vida real, terminó pareciéndose a Pullman más de lo que hubiera querido. En la película, Pullman es acusado de la muerte de su mujer y, años después del estreno de la película, Blake se enfrentaba a la cárcel por el misterioso asesinato de su esposa Bonnie Lee Bakley.
Frank Booth
A David Lynch le costó encontrar un actor para su personaje de ‘Terciopelo azul’. Nadie quería interpretar a este proxeneta, psicópata y sadomasoquista llamado Frank Booth. Steven Berkoff fue la primera opción. Sin embargo, lo rechazó admitiendo que “en el papel no hay nada excepto destrucción”. Algo parecido pensó Robert Loggia, cuando afirmó que era un personaje “demasiado repulsivo” para interpretarlo. Paradójicamente, Dennis Hopper quiso interpretar a Frank porque declaró que era como él. Nos preocupa bastante que Hopper se identificara con este enfermo patológico adicto a la palabra “fuck” y los vasodilatadores que reside en una pequeña localidad de Caroline del Norte.
John Merrick
Lynch se estrenaba en el terreno emocional con la adaptación de la historia real de Joseph Merrick, un hombre que padeció durante el siglo XIX el síndrome de Proteus, caracterizado por el crecimiento excesivo de la piel y un desarrollo anómalo de los huesos. Un irreconocible John Hurt, gracias a las protesis diseñadas por Chris Tucker, se enfrentaba al rechazo de la sociedad de la época. “Yo no soy un animal! Yo soy un ser humano, yo soy un hombre!” vociferaba John Hurt. Lynch se fascinó con la historia de este hombre extremadamente inteligente, cortés y dulce que fue tristemente despreciado por sus aterradores malformaciones. Un figura histórica que Lynch homenajeó en su segunda película, ‘El hombre elefante’, y quedando presente en la memoria emocional de quienes la han visto.
Hurt sufrió especialmente durante el rodaje. Se necesitaban ocho horas para colocarle todas las prótesis y dos para quitárselo, por lo que su jornada laboral se extendía desde las cinco de la mañana a diez de la noche. Eso sí, solo trabajaba días alternos.