Posiblemente no haya nadie que odie más la cultura corporativa que Mike Judge. Solo hay que echar un vistazo al amor por la clase obrera que rezumaba su serie de animación ‘El Rey de la colina’ (un extraño canto a los tarugos también) y el desprecio hacia jefes, jefecillos y organigramas empresariales que podíamos encontrar en la serie de cortos ‘Office Space’ que creó para SNL y sus películas ‘Trabajo basura’ (1999) y ‘Extract’ (2009. También en ‘Idiocracia’ (2006) donde las corporaciones eran retratadas como monstruos gigantescos devoradores del planeta.
Toda esta manía hacia las empresas le viene a Judge de cuando trabajó como programador (para una empresa que estaba desarrollando el software del caza F-18 y para la compañía Parallax Graphics) donde nunca se sintió cómodo.
Esa experiencia le ha valido también para crear ‘Silicon Valley’, su primera serie de TV con personajes reales (los videoclips de los que se mofaban Beavis & Butthead no cuentan) que ha comenzado su cuarta temporada convertida en un milagro del ‘boca a boca’. Comenzó desastrosamente su primera temporada y se habló de que no renovaría pero, finalmente, la calidad de la serie se ha impuesto a partir de un grupo de fans muy fieles.
La cosa va de Richard Hendricks (Thomas Middleditch), un programador que ha desarrollado un algoritmo que permite comprimir archivos con una eficacia nunca vista. Su invención la ha llevado a cabo en una de esas famosas incubadoras de empresas de las que se enorgullece ‘Silicon Valley’ cuyo concepto ha acabado convirtiéndose en una especie de casas compartidas por desarrolladores cuyo dueño se queda con un 10% de todo lo que se crea mientras dura la estancia de los implicados. El casero-socio gorrón, en este caso, está interpretado por T.J. Miller que da vida a Erlich Bachman un fracasado entrepeneur que solo quiere estafar a todos los que tiene alrededor sin dar palo al agua y los compañeros son Martin Starr, que hace de Bertram Gylfoyle un programador anarquista/satánico con tendencia a la venganza personal; Kumail Nanjiani que interpreta a Dinesh Chugtai, un informático paquistaní que se aleja bastante del estereotipo del informático paquistaní y Zach Woods que le pone cuerpo a Donald ‘Jared’ Dunn, un trabajador corporativo que existe con la única voluntad de servir a sus jefes mientras espera que alguien le pague un sueldo digno.
El desarrollo de la serie comienza con Hendricks intentando venderle su invento a dos competidores que antes fueron amigos, Gavin Belson (Matt Ross) y Peter Gregory (Christopher Evan Welch), y que mantienen una rivalidad que recuerda mucho al pulso mantenido por Microsoft y Apple. La muerte de Christopher Evan Welch hizo que los planes de la segunda temporada cambiaran y la línea dramática se centrara más en la pandilla de protagonistas y en sus problemas para sobrevivir que en esta rivalidad empresarial.
‘Silicon Valley’ es una serie realista, más allá del panorama deprimente que ya dibujaba ‘Microsiervos’ (el libro de Douglas Coupland), que explora el patetismo de una industria emergente que ha perdido sus valores iniciales y ha abrazado las peores formas de las empresas tradicionales pero travistiéndolas con un aire naïf, con el mensaje machacón de que se está mejorando el mundo y, sobre todo, con su poco de New Age. No hay nadie que se libre, ni las dos grandes, ni las empresas más pequeñas, en el fondo todos salen mal parados. Tampoco es que los personajes sean tratados con compasión: se retrata a una generación de genios (o casi…hay de todo) que no ha superado sus traumas adolescentes y que se convierten en un blanco fácil para la estafa, gente que debería ser el motor de la economía y, sin embargo, palma en un ambiente miserable de competencia criminal cobrando sueldos (o promesas de sueldos) de risa para que el dinero de las empresas donde trabajan sea, a su vez, convenientemente fagocitado en caprichos, sueldos chiflados para ejecutivos poco competentes y/o gente que, a su vez, también está lastrada por traumas adolescentes que no es capaz de quitarse de encima en un mar de inversores que solo son capaces de pensar en rentabilidades fijas.
En fin, un repaso a nuestro sistema económico y una buena ocasión para echar unas risas sardónicas porque va a ser imposible que no se sientan, a veces, totalmente identificados con lo que ven en pantalla. No es malo, es la realidad, así discurre y esto es lo que hay. Habrá quien piense lo contrario, que de todo hay, pero ‘Silicon Valley’ le abrirá los ojos definitivamente sobre el carácter de la industria de las Nuevas Tecnologías. Quizás la comedia sea el último bastión de la denuncia y, por eso, quieren arrebatárnosla también.