La 17ª edición del Festival Internacional de Cine de las Palmas de Gran Canaria cerró ayer sus puertas dejando un gran sabor de boca que comenzó el 31 de marzo con la proyección de la película norteamericana ‘Katie Says Goodbye’ del director Wayne Roberts. Una película con una historia emocionante sobre Katie (Olivia Cooke), una camarera que vive en Arizona y que ejerce la prostitución para ahorrar dinero y poder marcharse a San Francisco para iniciar una nueva vida. Una película que, en definitiva, es un buen ejemplo de lo que uno espera de una película ‘indie’ (sencilla, emocional, rodada de forma casi artesanal) y que, en comparación con lo que hemos visto en estos días, parecía una película comercial. Seguramente por escapar de estos márgenes, por arriesgar más con el fondo de la historia que con la forma en la que está rodada (además cuenta en su reparto no solo con una actriz joven que dará el salto de popularidad cuando estrene ‘Ready Player One’ si no con nombres como Mary Steenburgen, Jim Belushi o Mireille Enos…), ha quedado fuera del palmarés. En esa línea ‘El otro lado de la esperanza’ de Auki Kaurismäki, una satírica comedia sobre Finlandia y la inmigración (la única comedia en toda la sección oficial), o ‘I´m not your negro’ (el documental basado en las notas del último libro no publicado del escritor negro James Baldwin y que narra la muerte de Martin Luther King, Malcolm X y Medgar Evers) quedaron también fuera del palmarés de un festival donde se premia no solo la calidad si no, también, cierto riesgo narrativo.
La Lady Hamariguada de Oro, así se llama la estatuilla del festival, recaería en un documental chino titulado ‘Bitter money’ dirigido por Wang Bing, un largo y doloroso documento sobre la situación de los trabajadores e inmigrantes de la zona este de China que sobrecogió al público por la crudeza de sus imágenes y la frialdad casi periodística con la que su director ha atacado el proyecto. El segundo premio, la Lady Hamariguada de Plata, recaería sobre la argentina ‘Kékszakallú’ de Gaston Solnicki, una cinta sobre mujeres jóvenes.
El Premio del Jurado Popular, cuyos miembros se han comportado en todo momento como un Batallón de Protección de las Buenas Maneras Cinéfilas, recayó sobre la japonesa ‘Harmonium’ de Koji Fukada. Una película que comienza como ‘Still Walking’ de Hirokazu Koreeda, con una tensión familiar irresuelta y una especie de contención brutal y va desembocando, poco a poco, en una especie de thriller tipo ‘Outrage’ (sí, la de Takeshi Kitano) que te va quitando el aliento poco a poco. No es que la película sea mala (¡no lo es!) pero uno siempre espera, en vano, que los jurados populares tomen decisiones más populares. Algo imposible.
El actor Adam Horovitz (de la americana ‘Golden Exist’, otra de las agradables sorpresas del festival) y la actriz Véro Tshanda Beya (de la franco-senegalesa ‘Félicité) se hicieron con los galardones a la interpretación. “El becerro pintado” de Davi Pantaleón se alzó con el premio al Mejor cortometraje.
La sorpresa más grande, a título personal, ha sido que ‘Knife in the clear water’, la ópera prima del director chino Wang Xuebo, una complicada película a caballo entre el documental y la adaptación cinematográfica de la novela del mismo nombre rodada en la provincia china de Xingia y protagonizada por actores no profesionales de la etnia del lugar, los Hui (únicos musulmanes de toda China), se quedara finalmente sin premio. No solo por la peculiaridad de la cinta y las dificultades para rodarlas que encontró su director o porque este pasara diez meses de su vida en una de las regiones más inhóspitas de la tierra para rodar su película (más adelante ofreceremos una entrevista con el propio director) si no porque es uno de los ejercicios fílmicos más sobrecogedores que he visto en mi vida: una película casi muda, brutalmente bien rodada, con una de las mejores fotografías que he visto en mucho tiempo y con una composición de plano tan bueno que se presta a hacer todo tipo de comentarios sobre la minuciosidad oriental.
En la sección no oficial Panorama nos encontramos con tres sorpresas: ‘Personal Shopper’, la última película de Olivier Assayas que resultó ser un tedioso juego de misterio con presencias sobrenaturales cuya única razón para ser rodada es que el viejo zorro francés le ha sacado el dinerete a dos marcas de alta costura francesas gracias al concurso de Kristen Stewart como protagonista; la ‘artie’, muy ‘artie’, rodada por Gabe Klinger y producida por Jim Jarmusch ‘Porto’ que es una declaración de amor al formato tradicional frente al digital y que encierra una historia de amor imposible y la más que notable (de hecho una de las mejores que he visto estos días) ‘Un minuto de gloria’ de Kristina Groceva y Petar Valchanov. Una película que roza el neorrealismo italiano y que cuenta la historia de por qué es malo ser honrado en un país completamente corrupto. Una comedia trágica, amarguísima y de formas casi amateurs que, sin embargo, ha lucido como una de las mejores del festival.
Dentro de la sección Canarias Cinema nos encontramos con ‘Julie’, de Alba González de Molina Soler que se llevó el premio de Distribución Inrernacional Canary Island Connections después de llevarse el premio a la dirección novel en el Festival de Cine de Málaga. ‘Julie’ es el trabajo de una directora que, en sí, es un ‘work in progress’ y que valientemente aceptó el reto de rodar una película tirando de ganas y siguiendo todos los preceptos del cine de guerrillas. Una buena ópera prima, sin duda, que tiene los defectos de todas las óperas primas pero que adelanta grandes cosas de su directora.
Además el Festival contó con la retrospectiva ‘Otar Iosseliani y compañía’ dedicada al actor georgiano nacionalizado francés (uno de los últimos outsiders del cine mundial) y con dos citas programadas por Jesús Palacios (que está, como siempre, en forma cinéfila): el ciclo ‘No future: la nueva ciencia ficción’ donde se pudo disfrutar de películas como ‘Cosmodrama’ de Philippe Fernandez o el documental ‘The visit’ de Michael Madsen y la entrañable ‘La Noche + Freak’, un contubernio cinéfilo en forma de maratón de una noche donde se disfrutó de tres películas tan buenas como chocantes: ‘The Lure’, el musical de la directora polaca Agnieszka Smoczynska sobre dos hermanas sirenas antropófagas en la Varsovia ochentera, ‘The eyes of my mother’ de Nicolas Pesce sobre una familia que practica la cirugía recreativa como medio de comunicación y el psycho-thriller ‘Raman Raghav 2.0’ del hindú Anurag Kashyap.
Han sido unos intensos días de cine y música (el Festival cuenta, además, con el magnífico Monopol Music Festival que programa documentales de temática musical y conciertos) y de futuro ya que esta cita sirve también para potenciar el MECAS, un mercado de cine casi hecho como lo llaman aquí que pretende encontrar formas de financiación para películas y futuros proyectos.
En definitiva, Las Palmas de Gran Canaria se consagra cada año como una de las citas del cine independiente de nuestro país siendo más una referencia para el mundo, así en general, que para nuestro país, así en particular, y crece pese a las apreturas de la crisis y la incomprensión generalizada que provoca cualquier pasión (en este caso la cinéfila). Es una pena la poca atención mediática que recibe un festival con una programación tan interesante con mayor repercusión fuera de nuestras fronteras que en nuestro territorio. Esperamos volver el año que viene.