La primera vez que vi en directo a Chuck Berry tenía 17 años. Fue en el Velódromo de Anoeta en San Sebastián el 23 de julio de 1990. Todavía no me explico cómo pudimos convencer a mi padre para llevarnos desde Pamplona y esperarnos a mi hermana, su novio y a mi, a que terminara el concierto y volver todos a Pamplona. Nos acompañó un amigo de mi padre, benditos padres, y creo que estuvieron de copas por Donosti. Mi padre no se fiaba de nosotros para que fuéramos solos, pero tampoco nos dejó en la estacada. Creo que volvimos los cinco piripis en el viaje de vuelta. Eran otros tiempos.
Chuck Berry actuaba junto a BB King. El concierto se vendía como ‘Del blues al rock and roll’ y fue el primer gran concierto al que acudí en mi vida. No tengo un gran recuerdo de la música sino más bien del ambiente y de los nervios que tenía al estar allí, rodeado de miles de locos del rock and roll, mucho más mayores que yo y pasados completamente de vueltas. Estaba impresionado. Yo era un crío. Sí que recuerdo que el concierto de Chuck Berry me dejó frío (leyendo las crónicas de la época, ofreció un concierto bastante malo). Pero me impactó mucho BB King, que sí dio un gran concierto con su numerosa banda de siempre. Fue una gran noche. Mi primera gran aventura viendo a leyendas del rock and roll.
Entrada del concierto de Chuck Berry y BB King.
Siete años después, llegó la gran noche. Yo juraría que fue antes, en el 95 pero consultando los archivos de conciertos, dicen que Jerry Lee Lewis, Chuck Berry y Little Richard, sí, leéis bien, las tres grandes figuras del rock and roll de los 50, Jerry Lee Lewis, Chuck Berry y Little Richard, juntos en un concierto, alucinad dónde: en la plaza de toros de Bayona (Francia) el 22 de julio de 1997. Menuda locura.
Lo mejor de todo, es que no sabíamos unas horas antes ni que tocaban. No lo teníamos planeado. Recuerdo que era una noche de verano en Pamplona. Un coñazo absoluto. Después de San Ferrnín la ciudad se vaciaba y una noche de verano en Pamplona era la más cercano a la muerte. La gente joven estaba en la playa o en los pueblos y sólo estábamos en la ciudad, cuatro colgados que habíamos suspendido o estábamos trabajando para viajar después, antes de que empezara al curso. Uno de aquellos colgados era yo. Y los otros dos, mis amigos, Álvaro y Jaime.
Salimos a dar un vuelta, sin apenas dinero. Y enseguida nos encontramos con Javier ‘El Peluquero’, un amigo mayor, con trabajo y coche (y dinero). Muy locatis. Estábamos en la Cuesta del Labrit y nos dijo que tocaban Jerry Lee Lewis, Chuck Berry y Little Richard. Le dijimos que no teníamos pasta pero nos convenció para ir con él con todo pagado. Tardamos segundos en decirle que sí.
Al llegar a la plaza de toros de Bayona ni siquiera teníamos francos para pillar las entradas (¡bendita juventud!), ya que todo había sido tan apresurado. Mientras sonaba el piano de Jerry Lee Lewis afuera de la plaza, nos pusimos nerviosísimos a ver qué diablos hacíamos y al final preguntamos en los puestos improvisados de bocatas de afuera y un alma amable nos cambió las pesetas que llevábamos por francos (seguro que le salió bien el cambio) y pudimos entrar in extremis. Recuerdo perfectamente oír (gracias Jaime por refrescar mi memoria) “… goodness gracious great balls of fire” mientras subíamos por las escaleras y justo el acorde final al salir a las gradas, y ovación. Para cuando miramos al escenario Jerry Lee se había esfumado, no le vimos el careto por tres segundos.
Después salió a actuar Chuck Berry y esta vez sí que recuerdo con claridad que fue un mal concierto. Su banda, como solía hacer siempre, eran unos tipos de la zona, en este caso del País Vasco francés, que había contratado para la ocasión, sin ensayar. Ellos seguro que estarían emocionados, pero aquello sonaban como el culo. Pero estábamos allí y eso era lo que contaba en la época, cantando a voz en grito los clásicos temas de Berry y pensando para nuestros adentros la suerte que habíamos tenido aquella noche.
Pero la noche se convirtió en una de esas grandes noches en la vida cuando salió Little Richard al escenario. Maquillado como una puta, con un pompadour artificial en su pelo hasta el cielo, un traje de quitar el hipo, capita incluida, y una pedazo de banda con dos baterías y una sección de vientos gigante. Sin apenas colocarse la banda, Richard empezó a aullar sus A Uan Ba Buluba Balam Bambus como un demente sentado en el piano de cola y todos caímos rendidos a sus pies como si de una reunión satánica se tratara, vencidos ante los alaridos, el frenético ritmo y la locura colectiva que allí se desató.
La noche acababa de comenzar. Salimos de la plaza de toros de Bayona elevados tres metros sobre el suelo. Impresionados por la fuerza que el rock and roll puede llegar a tener y comentando que cómo era posible que aquellos individuos que habían inventado décadas atrás un estilo de vida salvaje, más allá de la ley, siguieran todavía vivos.
Veinte años después, cientos de muertes después de artistas posteriores a estos pioneros, dos de ellos siguen vivos. Jerry Lee Lewis y Little Richard. Chuck Berry nos acaba de dejar. No está nada mal. 90 años es la inmortalidad en su caso. Larga vida al rock and roll.