La gran era de la televisión, en los USA, se puede resumir en una sencilla idea: la industria audiovisual americana descubrió los géneros de autor europeos y latinoamericanos. Así ‘Carnivàle’ (2003, Daniel Knauf) fue una gigantesca adaptación del realismo mágico del boom hispanoamericano y ‘The Sopranos’ (1999, David Chase) incluía tramos que parecían arrancados de ensoñaciones de Peter Greenaway. ‘En terapia’ (2003, Rodrigo García) rebuscaba en la psique de sus personajes como si la cosa fuera de tratar directamente con Ingmar Bergman y, claro está, ‘The wire’ (2007, David Simon) podría emplazarse dentro de una especie de neorrealismo norteamericano desolador.
Esos parecen los pasos de ‘Atlanta’ (se emite en Fox), la serie creada, coescrita y coproducida por el inquietísimo Donald Glover que arrancó su carrera como guionista en ‘Rockefeller Plaza’ (2006, Tina Fey) y se hizo famoso haciendo el papel de Troy en ‘Community’ (2009, Dan Harmon). Entre medias se está haciendo una carrera muy interesante como músico con su grupo Childish Gambino.
¿Cómo es ‘Atlanta’? Bien, es neorrealismo italiano aplicado a la historia de los negros en Estados Unidos. Bueno, esos negros pobretones, siempre con un pie en la pobreza. No de todos los negros. Un drama. Un drama que, en manos de Glover, se explica muy bien en el sentido en el que explica muy bien cuáles son las razones para este drama. Más allá de eso el asunto es que lo explica con una sonrisa en la boca que se traslada al espectador. 10 episodios de 24 minutos donde se alterna la tragedia y la risa, no siempre a partes iguales pero siempre de forma lo suficientemente equilibrada como para que no puedas dejar de ver ni un solo episodio tanto por el interés que tienen las andazas de su protagonista, Earnest “Earn” Marks, como por el hecho en que cada episodio aprendamos todo lo necesario para vivir con lo justito. Todo un must en estos tiempos. Más que nada porque Earn es el representante de Paper Boi (Bryan Tyree Henry), un rapero que está a punto de dar el salto y firmar un gran contrato discográfico pero que, mientras tanto, sobrevive agrandando su leyenda de criminal del ghetto vendiendo marihuana junto a su compinche Darius (Keith Stanfield).
En la serie, en general, flota continuamente esta sensación de que está a punto de pasar algo grande, de que la suerte va a acabar de abrazar a los protagonistas de una maldita vez y, por encima de esa necesidad generada, se establece la brutalidad de la realidad golpeando a los protas ,una y otra vez, con un estilo que recuerda al fresquísimo John Singleton de los primeros 90 (aquel que hiló con elegancia ‘Los chicos del barrio’, ‘Justicia poética’ y ‘Semilla de rencor’…una curva descendente pero, siempre, interesante), o al Spike Lee contestatario de ‘Nola Darling’ y ‘Haz lo que debas’. Ya saben, aquellos tipos que metieron a toda una generación de blancos en el asunto de la cultura negra contemporánea y les hicieron entender mucho mejor todo el asunto.
En fin, ‘Atlanta’ es una brillante narración sobre la casi miseria en la que estamos todos inmersos pero que, evidentemente, sufren más los que vienen siendo víctimas (reales) sean cuales sean las circunstancias del resto del mundo. Una buena reflexión sobre los tiempos modernos y sobre la tesitura de ser negro en los Estados Unidos, una historia con la que se puede (y se debe) empatizar pero que elegantemente nos obliga a tomar distancia, a no reconocernos en los personajes, a no poder decir ‘esto me ha pasado a mi’, aunque solo sea porque no quieres que ciertas cosas te pasen a ti. Mientras tanto disfruten de ‘Atlanta’, una maravilla pequeña que ya tiene asegurada su segunda temporada y que, por cierto, tiene una banda sonora que les invitamos a descubrir y que no vamos a spoilear.