El galán por excelencia, la elegancia en persona, la inspiración de todo gentleman era lo que significaba ser Cary Grant. El hombre que inspiró a Ian Fleming para crear a su 007. Cary Grant fue el hombre perfecto, en esconderse así mismo. Su belleza, porte y capacidad de adaptación fue lo que le permitió entrar en Hollywood y borrar todo su pasado al mismo tiempo. Consiguió silenciar cualquier rumor para convertirse en el prototipo que amaban las mujeres y en el que todos los hombres querían convertirse. Hoy queremos hacer un homenaje también a ese lado oscuro, más auténtico que sus perfectos y engatusadores perfiles de la gran pantalla.
Cary, no era ni siquiera Cary Grant. Su auténtico nombre era Archie Leach, propiedad de un niño nacido en Inglaterra de triste infancia y pobre como las ratas que a la edad de diez años, cuando el mundo estuvo apunto de estallar en la Primera Guerra Mundial, perdió a su madre. Pero no fue la parca quien la apartó de él como llegó a creer durante décadas, al contrario, fue la locura la que la llevaron a un manicomio de gran crueldad. Archie nunca superaría este pasado, cuando descubrió el auténtico paradero de su madre la rescató de su encierro y cuido durante más de cuarenta años. La única película en la que muestra sus auténticos sentimientos hacia su madre y esta tenebrosa infancia fue ‘None but the Lonely Heart‘, un tremendo fracaso en la taquilla que le hizo volver a encerrar a sus demonios internos.
Cuando Cary Grant fue a las américas a probar fortuna, encontró como compañero de piso a Orry Kelly un aspirante a actor que le ofreció su casa, que se acabaría convirtiendo en uno de los diseñadores de vestuario más galardonado que realizó películas como ‘Un americano en París’, ‘Con faldas y a lo loco’ o ‘Casablanca’. Sus desastrosos comienzos les hicieron vivir del dinero que les enviaba la madre de Kelly. Poco a poco entre amistades, desgracias y frías noches de juegos entre amigos… llegaron las pasiones. Una relación que eternamente negaría Cary y por la que decidió romper cualquier tipo de vinculación con Kelly, una vez que comenzó a escalar la fama.
Sin embargo, el auténtico amor de Grant, que pudo tapar a medias, fue con el incomparable Randolph Scott con quien compartiría pantalla en ‘Mi mujer favorita‘. Su relación ni la guardaban en secreto ni la reconocían, eran dos hombres que vivían juntos, felices, eso era lo único que dejaron ver. El escritor Marc Eliot señaló en las memorias que realizó sobre Grant que lo que les unía era “su gusto por beber, fumar, la ropa cara, el humor socarrón y que ambos, sexualmente, no eran especialmente tórridos, ya que consideraban el sexo como algo accesorio”. Tras una sesión de fotográfica, en la que demostraban su convivencia cocinando y haciendo deporte juntos en bañador, agotaron la paciencia de Hollywood, dio tanto de que hablar que terminarían por concluir su relación y Cary comenzaría con su ristra de mujer, ex mujer, mujer, ex mujer, …
Pero Cary no era únicamente homosexual, David Niven señaló en sus memorias que él terminaba por enamorarse también de todas mujeres con las que trabajaba como en el caso tan sonado con Sofía Loren. Si no lograba estar con ellas, terminaba por buscar una versión más joven de la misma. Porque como él siempre afirmó, a quién únicamente era fiel era así mismo.
Es Cary Grant
La grandiosa Mae West llegó a decir infinidad de veces que fue ella la que le descubrió. La leyenda cuenta que cuando él estaba grabando una de sus primeras películas Mae West le vio actuar: “¿Quién es ese?”, pregunto. “Es Cary Grant, y está rodando `Madamme Butterfly”. “Para mí, como si rueda ‘Blancanieves’. Si sabe hablar, me lo quedo”.
Pero realmente fue la Paramount la que le dio literalmente un nombre, pues le concedieron la oportunidad de tener un contrato en los prestigiosos estudios pero con la condición de que cambiara de nombre. En un principio, él decidió Cary Lockwood, un personaje al que interpretó en Broadway, el “Grant” surgió de los directivos que lo escogieron de la guía telefónica.
Si Cary Grant pretendía acallar rumores con sus matrimonios, estos no hicieron más que acrecentar su leyenda. Por lo general. duraban muy poco, su primer matrimonio con Virginia Cherril escasamente llegó al año. La segunda, con la millonaria Barbara Hutton, fueron tres años; diez con Betsy Drake y de nuevo tres con Dyan Cannon ( madre de sus hija Jennifer). La última, Bárbara Harris fue la que le llegó a sobrevivir.
Grant en homenaje a todas ellas, llevaba siempre una cadena con medallas de las distintas religiones de las que eran cada una de sus esposas, en muchas películas se puede apreciar como en la última que rodó, ‘Apartamento para tres‘.
Culto al cuerpo, a la salud y al LSD
David Niven en sus memorias:’ Mis locos años en Hollywood‘, hablaba sobre Cary Grant, su culto al cuerpo, al bien estar, los zumos de frutas y a la constante de mantenerse sano a la par que joven, lo que buscaba era la auténtica perfeción. Pero además de todo ello, mostraba la faceta de Grant y el LSD. Cary o mejor dicho el pequeño Leach nunca pudo superar el pasado con su madre, le desgarraba por dentro aunque en su templado aspecto nunca se notase. Por esta razón, decidió entrar en la consulta del Doctor Hartman y comenzar su terapia que consistía en masticar LSD con música y poniendo el alma al descubierto. Fue un trance tan satisfactorio como arrollador. Eso sí él declaró que quedó totalemte desligado de sus inhibiciones y su pasado.
Siempre se ha dicho que aunque fuese uno de los más amados de Hollywood, no lo era tanto de puertas para dentro y menos de los amantes del buenísimo social. Su pasado con Scott, su capacidad de imponer condiciones a los Majors y las acusaciones de estar “demasiado a la izquierda” hicieron que la Academia le negase la estatuilla durante muchos años. No le llegaría el reconocimiento hasta que que Gregory Peck la presidiera y le decidiera dar al menos el honorífico. Se dice que cuando recibió la noticia rompió a llorar.
Entre todos sus defectos, del que más se le acusaba era de la tacañería. Llegaba a cobrar 25 centavos por autógrafo, reclamaba pagos absurdos a sus amigos y no perdona ni un ápice de morosidad a aquellos que habían sido pura solidaridad con él. El satírico director, Billy Wilder llegó a decir “Cary era tacaño. En él todo quedaba bien, siempre encajaba con el personaje. Si además hubiera sido muy generoso, me habría preocupado. Demasiado perfecto”.
Porque ciertamente, aún con sus oscuridades, sus secretos inconfesables no hacen más que acrecentar su figura. Un hombre que vivía en una dualidad eterna, o era todo o era nada. Su eterna lucha por llegar a la perfección, le hicieron ser bastante autodestructivo.
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