El libro de Paula Hawkins, ‘La chica del tren’, es uno de esos best-sellers a los que es complicado obviar. No había gran superficie o librería de masas que no lo ofreciera de forma destacada insistiendo una y otra vez en que era la sensación literaria del año. En realidad, es de esos libros que se lee fácil, que forma parte de un género que nunca pasa de moda (el thriller) pero que lleva en boga unos cuantos años (se podría decir que desde el éxito de la trilogía de Stieg Larsson) y, sobre todo, usa un tema candente (las relaciones de pareja) como base de su desarrollo.
‘La chica del tren’ ha funcionado bien porque ha funcionado muy bien el ‘boca a boca’ que es algo que suele vender más libros que las grandes campañas y, sobre todo, porque (en teoría) estaba dirigido al público lector por excelencia: el femenino. Su autora pasó de ser una desconocida a vender, hasta la fecha y sin película de por medio, casi seis millones de ejemplares en más de treinta países.
El thriller es terreno abonado para las mujeres. Es el género popular, más allá del puramente romántico, donde las escritoras han encontrado el espacio necesario para desarrollar una carrera comercial importante donde no importa el sexo del autor y muchas son las autoras que, por talento, venden más que los autores masculinos: desde Agatha Christie y sus enredos detectivescos, pasando por la descarnada Patricia Highsmith, P.D. James, Anne Perry, Mary Higgins Clark, Natsuo Kirino y más recientemente Gillian Flynn, Camilla Läckberg o la española Dolores Redondo.
Las escritoras parecen sentirse cómodas y permiten, sobre todo las de nuevo cuño, alejarse de los personajes estereotipados y dar una visión femenina (si es que puede hablarse de una visión femenina o masculina –en términos globales- sin entrar en una maraña de discusiones sobre la sensibilidad, la cosmovisión o la biología) de las historias de crímenes.
La adaptación de ‘La Chica del Tren’ ha corrido a cargo del director Tate Taylor (no hubiera estado de más que la designada hubiera sido una directora) que ya se defendiera con honor y buenos resultados en ‘Criadas y Señoras’ (2011) y en ‘I feel good: La historia de James Brown’ (2014). Dos buenos trabajos donde desempeñó sus funciones de forma irregular: acertando con tino en el tono de la primera y fallando en la segunda que resultó ser una historia más plana de lo que una accidentada biografía como la del músico James Brown se merecía.
Para narrar ‘La Chica del tren’ ha jugado sobre seguro con la participación de Emily Blunt y Justin Theroux como protagonistas además de Haley Bennet y Rebecca Ferguson (que, como se decía antes, ‘darán que hablar’) y las secundarias (de lujísimo) Laura Prepon y Allison Janney. Y esto es bastante importante: pese a su calidad ‘La chica del tren’ juega siempre sobre seguro.
La historia que se nos cuenta es la de Rachel (Emily Blunt) que es alcohólica y está divorciada de Tom (Justin Theroux), al que ha hecho la vida imposible, y vive recogida en la casa de su amiga Cathy (Laura Prepon) mientras su marido ha reiniciado su vida con Anna (Rebecca Ferguson). Rachel vive una vida de mentiras y va a Manhattan, todos los días, en tren para emborracharse. Para hacer ese recorrido, le ha contado a todo el mundo que va a trabajar, pasa por delante de la antigua urbanización donde vivía con Tom y, desde el vagón, ve a la vecina de este Megan (Haley Bennet) y a su marido Scott (Luke Evans). Rachel está un tanto obsesionada con vivir la vida de Megan, a la que cree perfecta y en completa armonía con Scott. Mientras tanto no deja de acosar a Tom y a Anna. O no…la desaparición de Megan disparará las dudas sobre todo lo que Rachel creía cierto.
Quizás ‘La Chica del tren’ sea, formalmente, demasiado condescendiente y no tome ningún riesgo. Ese es su peor defecto, el querer acomodarse a la típica película de género. Por suerte este conservador concepto se disipa un tanto gracias a las grandes interpretaciones del reparto y a que, en general, la película mantiene el ritmo, aprieta el acelerador donde hay que apretarlo y reparte sustos y sorpresas (sobre todo lo segundo) con muy buen tino, por cierto. No es una película que te vaya a cambiar la vida pero, sin duda, es una película entretenida y con la que pasar un buen rato. Blunt cumple a la perfección su papel de alcohólica incomprendida y perdida en la trama que, a duras penas, va resolviendo el entuerto ante el desprecio de todos. Un papel interesante que recuerda, a veces, al que ya desempeñó con tanto éxito en la independiente ‘Sunshine Cleaning’ (Christine Jeffs, 2008).
¿Es “La chica del tren’ un libro de la ‘Chick-Lit’? Si nos atenemos a que este género aborda la forma en la que las mujeres viven sus relaciones sentimentales tendríamos que decir que sí porque en la película no faltan ni uno solo de los papeles que a muchas mujeres le toca aceptar. Sin romanticismos, el thriller sirve para presentar una prespectiva desalentadora sobre cómo las relaciones de pareja se van convirtiendo en material radioactivo.
Es inevitable que la película se haya comparado con ‘Perdida’ (David Finche, 2014) pero hay que advertir de las diferencias entre ambas: Fincher es un enorme director de cine que se enfrentó a una novela muy bien escrita por Gillian Flynn que es una escritora con una mirada más irónica sobre su propia historia que la que despliega Paula Hawkins en ‘La chica del tren’. El trabajo de Fincher acaba resultando en un trabajo sobre la maldad y la falsa superación personal alimentada por los medios mientras que la película de Tate Taylor no cuenta con ese material literario y se queda más cerca de ‘The Lovely Bones’ (Peter Jackson, 2009) –la adaptación de ‘Desde mi cielo’, la novela de Alice Sebold- que de ‘Perdida’.
Pese a todo, si tienen tiempo y quieren aprovechar la fiesta del cine, no se la pierdan porque merece la pena echarle un vistazo y disfrutar de un buen puñado de actrices y actores haciendo muy bien su trabajo en una película más que aseada y bien resuelta.