Da miedo esta noche y su ventisca de aguanieve.
¿Cómo decirte, estrella, que hoy es eterno día;
que enseñar a volar no resulta nada fácil;
que aprender a caer tampoco es una bicoca;
aunque vivir calcinado en un museo, aburre?
Hay que ser muy hombre para arder cada jornada,
para mirar el mundo desde un ataúd en llamas,
para yacer en mármol y morir sin un nombre.
¡No lapidéis a este muñeco roto que muestra
en el ombligo su carbonizada cabeza!
Cargo de incendios, porque no me dan duchas frías.
No soy más que un guasap que declama desganado
los
monólogos de sombra de un fogoso espectro
que reza a su dios todavía. ¡Qué aburrimiento!
Ya no me conmueve hasta los bordes del sollozo
mi estampa mustia de jardinero genuflexo
que eligió chamuscarse en vez de retroceder.
Ha llegado el momento de subir a las nubes.
Lo siento por la humedad relativa del aire.
¿Queréis un briconsejo? Abandonad vuestros sueños
de lo irresuelto, con inconmensurable amor,
y volved al chamizo adosado de Oklahoma.