Seguramente nadie daba un duro hace casi cuatros lustros cuando la organización sin ánimo de lucro Art de Troya (bonito juego de palabras) puso en marcha un Festival que nacía para “conquistar el sitio en el que vivimos con nuestra imaginación” en palabras del propio colectivo. Casi veinte años después el Sonorama Ribera no solo es uno de los acontecimientos musicales del verano, llegando a congregar a unos 50.000 asistentes, sino que ha conseguido poner a Aranda de Duero en el mapa.
Aunque por sus escenarios han pasado bandas internacionales como Ok Go, Travis, Belle and Sebastian o los franceses Rinôçérôse, en los últimos años la representación española ha ido ganando terreno hasta convertirlo en un certamen casi 100% made in Spain.
La 19ª edición contará con la presencia de más de 100 bandas entre los que destacan los omnipresentes Love of Lesbian, la pizpireta Javiera Mena, los vascos Belako (a los que ya entrevistamos aquí) o los incombustibles Dúo Dinámico. Sí, como lo lees. La organización del Sonorama Ribera (recibe ese nombre desde 2008) se permite de vez en cuando alguna excentricidad como ya hicieron en 2014 invitando a Raphael y en 2015 Estrella Morente (¿para cuando Camilo Sexto?).
Desde su nacimiento el festival ha tenido vocación de crecer y madurar como el vino de sus tierras. Nació tempranillo, pasó en poco tiempo a tener la fuerza de un buen crianza y después de 19 años se ha convertido en un excepcional reserva. Eso explica que a la música le acompañe un festival de cortometrajes, cursos de catas de vino, rutas turísticas, el concurso ‘Talento Ribera’ y, desde 2011, Sonorama Baby.
¿Tres razones para ir?
Una. Se jacta de ser uno de los festivales que ha descubiertos talentos emergentes como en su día lo fueron Supersubmarina, Izal o Vetusta Morla.
Dos. Es de los pocos festivales que macera y muy bien con el vino. Tranquilo que aquí no te van a dar garrafón.
Tres. Es como ir a las fiestas de tu pueblo pero en plan moderno.
El dato local.
La Ribera del Duero se extiende por una franja de 115 kilómetros de este a oeste, en las que se cultivan unas 21.000 hectáreas de viñedo, que permiten embotellar casi 50 millones de litros de vino anualmente. Como ‘Falcon Crest’ pero en Castilla-León.