César Augusto Montaña Lehman (O César Strawberry) pasará a la historia como un artista de la supervivencia. Un rápido repaso a su biografía nos convencerá de que ha sido capaz de sobrevivir al éxito pero también al fracaso. Con una mezcla de convencimiento e inconsciencia César ha construido algo complicado: un personaje con un discurso propio alejado del estereotipo de artista algo conformista y pastueño que tanto abunda en el panorama nacional. Los años han ido cayendo como puñetazos y, ahí, en el rincón del (presunto) perdedor estaba César de pie repitiendo la frase que Muhammad Ali le repetía machaconamente a George Foreman en el ‘Rumble in the jungle': “¿Es que no sabes pegar más fuerte?”.
Esa era la sensación que recorría los corrillos de los testigos que fuimos a declarar a favor de César Strawberry a la Audiencia Nacional: se repondría de la hostia. Viniera de donde viniera. Pero también nos recorría la sensación de que la hostia iba a ser tan inevitable como lo era el hecho de que, pensando muy mal, Strawberry era Miss Víctima Propiciatoria 2015-2016. Ya saben: largo recorrido, mucha presencia pública, fuerte presencia en RR SS, el liderazgo de un grupo musical con un aspecto agresivo y un discurso irónico, sarcástico y poco convencional y, claro está, legiones de fans y una resistencia casi inhumana a separarse del subconsciente de una generación entera de españoles. Es decir: Strawberry y DCD todavía son conocidos y famosos frente a otros músicos, incluso más combativos, cuyas carreras o siempre fueron menos populares o han ido perdiendo presencia en el panorama nacional. Otro dato a tener en cuenta: Def Con Dos no se adscribe, en toda su historia, a un partido político, a una una ideología o a una corriente de pensamiento y, por tanto, si quieres jarana (legal) no te ibas a encontrar con la respuesta airada de un colectivo concreto de mayor fuerza escudado en unas siglas concretas, en una sensibilidad concreta o en una bandera concreta. Otro dato: pese al prestigio de César Strawberry siempre se ha mantenido como un músico independiente, como una personalidad independiente con cierta tendencia a decir siempre lo que pensaba sin tener en cuenta el peso de sus críticas que se han dirigido siempre a propios y extraños. Es decir, si hubiera una mano malvada manejando los hilos políticos y mediáticos de este caso habría calculado que, llegados a un punto, se encontraría en una situación de indefensión.
Si todos los testigos dudaban de esta teoría conspirativa era porque, sin duda, el presunto cerebro habría olvidado que la reacción popular y mediática hacia esta maniobra surgiría de manera espontánea y que, por su absurda fuerza, provocaría el aluvión de solidaridad y buenas palabras que ha ido recogiendo en todo este tiempo.
Ni que decir tiene que el aspecto de los testigos presentaban aquella mañana era el de unos marcianos aterrizados en un planeta extraño. Jimmy Barnatán dice que las dependencias subterráneas de la Audiencia Nacional le recuerdan al ambiente funcionarial de ‘Brazil’ y hay una carcajada. A mi, personalmente, lo único que me calma es que parecemos las estrellas de un espectáculo de freaks disfuncionales y nadie va a querer condenar a un tipo que tiene la desfachatez de tener unos amigos tan dispares y que presentan tales credenciales. Nuestro aspecto es raro –va desde Toño “El Diablo sobre ruedas”, el guionista punk que va en silla motorizada hasta el de Antonio “Capitán Caos” que es el mandamás de una reputada agencia de publicidad pasando por el del periodista Jesús Rodríguez Lénin que da el toque de color presentándose vestido como el príncipe Carlos de Inglaterra- gente dispar, que en la mayoría de los casos no se conoce y cuya única relación entre sí es su amistad o su relación laboral con el propio César. En sus testimonios todos acabarían declarando lo mismo: nunca habían escuchado decir al ciudadano César Augusto Montaña Lehman ni una sola palabra a favor del terrorismo o la violencia. Mucho menos haber hecho algún comentario vejatorio sobre víctimas del terrorismo.
En mayor o menor medida, como seguidores de Def Con Dos, el que más y el que menos cree que el posicionamiento fundacional de la banda es la lucha contra la estupidez y, la verdad, la estupidez es abundante, no tiene color, no tiene una bandera definida y se presenta en muchas formas. Entre las más retorcidas y evidentes: el ejercicio del totalitarismo o de la violencia.
Allí solo pintamos eso. La Audiencia Nacional es una corte de tipo especial que juzga crímenes muy graves como terrorismo, narcotráfico a gran escala, asociación mafiosa, tráfico de armas…y ahí está ese grupo de ciudadanos que no sería nunca seleccionado para participar en un jurado popular en uno de los templos de la justicia declarando sobre los límites del humor, la calidad del humor y lo que está dentro del paraguas del derecho a la libertad de expresión.
Mis dudas crecen a medida que avanza todo el asunto. Comienzo a valorar si, en el comienzo de toda la pesadilla, no me excedí al recomendar a César que no pidiera perdón públicamente porque no había nada que hubiera que perdonarle y que, lo mejor, era no doblar la rodilla y adoptar la posición de tonto o inconsciente. Habría sido lo más sencillo, nos habríamos ahorrado este disgusto. Habría sido tan sencillo como convocar una rueda de prensa, entonar el “mea culpa” y solicitar el perdón público para alcanzar un acuerdo extrajudicial y que la cosa se hubiera resuelto, como en otros muchos casos, con una pequeña multa y una pequeña condena en suspenso. Me cago de miedo pensando en que, bueno, quizás para mi sea mucho más fácil sentarme a esperar reclamándole a César Strawberry dignidad y un poquito de valentía a sabiendas de que, pase lo que pase, las consecuencias las pagará él. Me tranquiliza el hecho de que, en este tiempo, César ha creído en su inocencia y en que el uppercut no le golpearía el mentón, que sería capaz de esquivarlo. Él ha sido el que, de forma pública y privada, ha demostrado entereza y ganas de afrontar las cosas como le vinieran.
Entre los testigos también hay división de opiniones a ese respecto. Se comentan los casos de Guillermo Zapata y de Rita Maestre. Todo el mundo parece querer agarrarse a una explicación sencilla para el atropello. Yo pienso que es pura inconsciencia, un palo de ciego muy mal calculado que ha convertido a un (necesario) bufón, porque todas las sociedades necesitan un bufón que les recuerde la mortalidad y la imperfección, en el protagonista de una presunta cacería política y mediática sobre la que, hasta el comienzo del juicio, ni siquiera la prensa más reaccionaria de nuestro país había osado a dar su apoyo.
Cuando me llega el turno de declarar ya estoy casi convencido de que voy a cagarla. La voy a cagar porque no estoy acostumbrado a estas cosas y porque soy el irresponsable que le dijo a uno de sus mejores amigos que lo mejor era mantenerse firme y de pie. Entro en la sala y allí está el juez Grande Marlaska. Lo conozco de la tele. El ambiente es muy poco tenso, la verdad. Allí están los dos abogados que han llevado la defensa de César Strawberry: Isabel Elbal y Gonzalo Boyé. Isabel me cae muy bien. Es seria y está comprometida con el caso. Cosas del machismo rampante: al finalizar este relato los medios siguen tratándola como una desconocida, marginando su figura del caso y no dándole la relevancia que se merece. He visto a Isabel en el pasillo, antes de entrar en la sala, colocándose las mangas de la toga y mirándose la punta de los zapatos. Su actitud era la contraria de la de Gonzalo que parece tranquilo y se permite hacer alguna broma.
Yo en la sala, instintivamente, me tiro de la camiseta. Es un gesto molestísimo que hago siempre. Cuando me pongo nervioso comienzo tomo de repente conciencia de mis kilos, de lo mal vestido que voy siempre…frente a ellos está el fiscal Carlos Bautista que lee unos papeles como si todo aquello no fuera con él. Grande Marlaska me sonríe y respondo con un “¡Ay, hola!” de lo más idiota. Es el típico saludo que le haces a una persona que conoces de la tele y que no esperas encontrarte. Me parece guapo y majo. Soy así. Solo puedo pensar en estupideces. Contesto a las preguntas no excediéndome mucho. Me gustaría decir muchas cosas, me gustaría haberme echado spray plateado en los dientes y gritar lo de “¡Sed testigos!” pero no tengo ningún spray a mano. Me gustaría contar que César es un buen tipo, que cuando mi padre contrajo cáncer no se apartó de su cama, que hemos pasado muchas tardes diciendo tonterías, que me gusta mucho que venga a casa a cenar, que es el padrino rockero de mi sobrino Lucas, que César Strawberry es el personaje creado por César Montaña Lehman y que, algunas veces, Montaña Lehman no es responsable de lo que dice César Strawberry. Es más, me gustaría contar que José María Sanz no es, en realidad, Loquillo; que Olvido Gara es solamente un porcentaje de Alaska; que José Ramón Julio Márquez Martínez solo es Ramoncín a ratos y que hay una canción de Los Secretos donde Enrique Urquijo decía que le costaba explicar que se volvía vulgar cada vez que se bajaba del escenario.
Hace un rato Toño, Barnatán y yo estábamos descojonados diciendo que íbamos a declarar a “lo panenka”, ya saben, tirándola recta y algo bombeada, esperando que el portero se apartase. Suave, con seguridad. Sin engaños. La cosa sale bien y me da tiempo a ver a los otros testigos declarar, incluso me da tiempo a ver como Bul Bul, ex batería de DCD y The Refrescos, y el propio Strawberry intentan arreglar el micro del juzgado porque se acopla. La escena de Strawberry y uno de sus amigos colaborando para que todo transcurra con normalidad me llena de comedia y espanto: ahí tienen al acusado y a uno de sus mejores amigos poniéndole las cosas fáciles al tribunal que puede condenar al primero a una pena de 12 meses de prisión. A eso se le llama espíritu deportivo. ¿No estamos todos colaborando un poco a que este tío sea condenado?
Muchos de sus amigos declaran que los tuits de Strawberry le parecieron fuera de lugar y que su alusión a Ortega Lara no fue correcta. La gente dice la verdad porque es un grupo ecléctico de gente que viene de todas partes, que tiene sensibilidades diferentes y, lo mejor, ideologías diferentes. Sin embargo todos admiran la labor artística del acusado. Un dato más fiable que la confluencia ideológica.
Cuando el fiscal toma la palabra se crea cierta incomodidad en la sala. Ha tenido que retirar los cargos por el retuiteo (a César se le acusa de seis tuits y un retuit) pero, sin embargo, eleva la petición de pena por delito continuado a 20 meses y a 16 años de inhabilitación. Un dislate. Tras esto hay un receso corto. Salgo a fumar con Isabel, la abogada, y me dice que todo va de maravilla. Está contenta. Cuando vuelvo pego la hebra con dos policías nacionales. Me dicen que me relaje y que no me deje impresionar por el aspecto de la Audiencia Nacional, que para ellos es un día muy tranquilo porque no estamos dando guerra y el juicio va muy rápido. Como estoy en modo paranóico pienso que todo el mundo está conspirando para un desenlace fatal. Antes de meterme en la sala uno de los policías hace un comentario: “he visto testificar a ese chico y lo ha hecho muy bien. Esto no tendría que haber llegado tan lejos”. Me quedo de piedra.
El fiscal retoma el juicio con la lectura de un discurso algo monocorde donde recuerda que el delito de Enaltecimiento del terrorismo lo perpetra “gente normal” que, muchas veces, no sabe que está incurriendo en dicho delito. También que sí, que César es un ciudadano normal, que está integrado en la sociedad y que no es un elemento peligroso de la misma pero que eso no es eximente. Que el hecho de que no tenga delitos anteriores no le exime de la culpa. Tampoco lo exime de los dos delitos, enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas, su calidad de artista. Remata con una frase grandiosa: “Las aguas del derecho penal no pueden abrirse ante la presencia de un artista”. Sinceramente, el tipo estuvo muy bien ahí. Menos acertado estuvo en la mención a Hannah Arendt y a la valoración de la figura de Adolf Eichman, recordemos que fue el cerebro de la Solución Final, en su libro: ‘Eichmann en Jerusalén: un informe sobre la banalidad del mal’. En él Arendt decía que pensaba que el funcionario nazi iba a impresionarla, que iba a encontrarse con un demonio encarnado en el cuerpo de un hombre y que, por el contrario, vio a un ser impasible y apocado que asistió a su propio juicio completamente impasible aludiendo a que solo era una pieza en el engranaje del Holocausto. ¿Estaba el fiscal queriendo hacer una comparación entre la figura de César Strawberry y Adolf Eichmann? A todas luces. Un claro ejemplo de lo lejos que se han llevado las cosas en este caso. Seguramente el fiscal hizo esta comparación desconociendo la “Ley de Godwin” por la cual: “A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno”. Sí, la discusión comenzaba a alargarse.
La siguiente comparación se produce con la figura de Pablo Hasel. Otra comparación desacertada pero, ciertamente, única tabla de salvación para la fiscalía: entroncar la sentencia de Pablo Hasel y los comentarios de dicho rapero con los de César Strawberry. Me dan ganas de levantarme y, pidiendo la venia, decir que ambos casos son diferentes: Def Con Dos no tiene un mensaje político definido, no critica desde la política, no ha deseado la muerte a nadie (ni siquiera a Yoko Ono…ha habido mucha chufla en los momentos previos al juicio con que era posible su presencia como testigo estrella de la acusación) y, claro está, se posiciona desde la necesidad de dar mamporros a izquierda y derecha. Me gustaría recordar un verso de Strawberry, de la canción “Poco pan y pésimo circo”: “Solo a base de pedos y eructos, Def Con Dos tomaremos el mundo”. ¿Tiene eso que ver con estar cada dos por tres comentando que hay que dispararle a este o al otro?
Y esta es una impresión personal: Hasel, majo, háztelo mirar. No se puede vivir con tanto odio, chato.
Hay que entender que la línea es muy fina, que el material con el que se hace el humor y la crítica es peligroso, que tiene que ser medido y sopesado para que funcione bien y, sobre todo, tiene que funcionar en el momento justo. El chiste pasa rápidamente de fecha, ¿se acuerdan cuando muchos humoristas de este país contaban chistes sobre “mariquitas” que querían casarse? ¿Han pensado alguna ven en qué sentido tiene este chiste en una sociedad donde los homosexuales pueden casarse? Lo que hace 30 años era un chiste ahora es un relato costumbrista. También es importante el emisor y la forma de emitirlo. La línea fina la marca el espíritu Def que tiene en su repertorio canciones como “Veraneo en Puerto Hurraco” o “Ellas denunciaron” que es la primera canción grabada en España en contra de la Violencia de Género.
El juicio termina con el alegato de Gonzalo Boyé que certifica, paso a paso, lo que se comenta en los pasillos de la Audiencia Nacional: es el hombre adecuado para este tipo de casos. Tras él, el Juez Grande Marlaska disuelve el asunto, César Strawberry atiende a los medios (él no lo sabe pero esa misma tarde tendrá un rifi-rafe con Mamen Mendizábal en ‘Más Vale Tarde’ de La Sexta por una información imprecisa) y todos los implicados, convidados de piedra o no, nos despedimos. Yo me quedo con el Capitán Caos. Es amigo de César desde hace muchos años, él fue el fundador del grupo de seguidores más fiel de Def Con Dos, ‘El Escuadrón de las Sombras’, y mantiene como yo una postura cercana pero que intenta ser distante para poder mirar el problema desde fuera. Da en el clavo: “Esto es una estupidez y un gasto ridículo para el Estado. Aquí se han echado una cantidad de horas y una cantidad de dinero enorme para un juicio que todo el mundo sabe que no va a ir a ningún lado. César es un gilipollas, a lo mejor, y somos todos unos gilipollas por decir lo que nos da la gana”.
Todo ha transcurrido con una calma chicha enorme desde la finalización del juicio. No se podía saber si se tomaría una decisión antes del mes de agosto o la cosa ya se alargaría hasta septiembre u octubre. Ayer la Audiencia Nacional se pronunció a favor de la absolución de César Strawberry. Una absolución que nos hizo respirar tranquilos. Yo mismo pude tomar distancia de los acontecimientos y lanzarme a escribir este relato. Por su parte Strawberry, en el mundo real, tuvo que ver como su intervención en ‘Al Rojo Vivo’ se convertía en un rapapolvo a su director y presentador por la inclusión en la información de un “fake”, un tuit falso. Pensábamos que iba a ser el último capítulo de este desagradable acontecimiento pero, la verdad, habrá otro asalto que se dilucidará en el Tribunal Supremo ya que el fiscal ha decidido recurrir la sentencia. Algunos medios, mientras tanto, sigue insistiendo (pese al veredicto de absolución) en hablar del acontecimiento como si hubiera habido una condena e insisten en publicar frases como “en los tuits se mofaba de…”, “decía añorar a los GRAPO…”. Malos tiempos en los que algunos quieren negar la realidad que, al parecer, resulta menos rentable en número de visitas.
César Strawberry tendrá que volver a pelear otro combate completo. Otra temporada entera de golpes de todo tipo, incluidos los bajos. La sentencia de la Audiencia Nacional recogía el espíritu de la anterior del juez De la Mata en la que se insistía en la contextualización de los tuits dichosos en la carrera creativa de su autor. Tendremos que esperar a la decisión del Supremo y, quién sabe, si seguir al líder de Def Con Dos hasta Estrasburgo.
Hasta allí es posible que llegue el discurso de César en el que siempre ha defendido nuestro derecho a defendernos de la estupidez, nuestro derecho a hacer el mongólico o a decir memeces. En definitiva: a expresarnos de una forma libre, directa y personal. A recordarnos nuestro papel de fantoches independientemente de nuestro credo o nuestra posición socioeconómica. Como decía el filósofo Gustavo Bueno: “La mejor manera de demostrarle a alguien que le respetas es diciéndole que se equivoca”. César nos lo ha estado diciendo desde siempre, muchos amigos suyos le han recordado que se equivoca. No opino de ese modo pero, eh, no quiero que nadie termine en la Audiencia Nacional porque no me gusta su modo de pensar.
Del Caso Strawberry podemos sacar la conclusión de que hay que defenderse con firmeza y vehemencia y que hay que llevar la pelea (legal) al campo del presunto enemigo. Personalmente, otra vez por lo personal, opino que este es un caso claro de un ciudadano tratado injustamente que ha conseguido que las mismas instituciones que, en teoría, lo querrían apartar de la vida pública le han tenido que dar la razón dos veces. Unas instituciones que funcionan independientemente del uso torticero que algunos quieran darle. También ha dado respuesta a una vieja pregunta: ¿Quién vigila a los vigilantes? Respuesta: Todos nosotros.
Con César se sentaba en el banquillo todo aquel que reclamara su derecho a la disidencia. Ha sido un buen segundo asalto para los que no quieren encajar o comulgar con ruedas de molino, para los que optan por no callarse, para los que reivindican su derecho a ser unos putos freaks si así lo desean. Con César se sentaba el derecho al pataleo algo que no debería de prohibirse a nadie.
Tengan confianza, no pidan perdón si no es necesario, no se piensen dos veces lo que tienen que decir por miedo a las consecuencias. Piensen solamente en el prójimo. Sean ustedes educados si quieren, correctos si quieren. Nadie debería llamarles hipócritas por callarse si creen, sinceramente, que deberían callarse. Si no es así deberían hablar, deberían manifestarse y, claro está, mover el culo. No se queden quietos esperando el perdón, no doblen la rodilla, no hagan caso a los idiotas que andan propagando diversos tipos de Yihad. Hoy somos todos un poco más libre. Larga Vida a César Strawberry. Larga vida a todos nosotros y larga vida a la Libertad de Expresión. Recuerden la jornada de ayer en la que estuvimos sentados en la esquina de los ganadores. Volveremos a él, no me cabe duda. César encajará el golpe, de nuevo, por todos nosotros.