No hay nada que defina mejor todo lo que quiere contar ‘Mr. Robot’ que la relación de “amorodio” que ha vivido con su audiencia. Una relación de pasiones argentinas y odios africanos que contuvo las más maravillosas palabras de amor (“¡Es la serie del milenio!” “¡Al fin una serie que habla de NOSOTROS!”) y después, a medida que se enfriaba su trama e iba alimentándose de algún que otro topicazo, pasó por una etapa de enfado y, después, por un amargo desenlace (“la veo por inercia”, “No sé que hago perdiendo el tiempo”, “Vaya estafa”).
Pese a todo, poco importaba lo que dijera la audiencia al final de la primera temporada porque la serie ya había renovado para una segunda entrega y las andanzas de Elliot (Rami Malek) y la Fsociety iban a tener una segunda oportunidad. Un detalle de mesura por parte de los patrones de la USANetwork –la cadena que la emite en Estados Unidos- en unos tiempos en que se exige que los placeres y las emociones se ofrezcan en grandes cantidades y directamente crudos.
No es ‘Mr. Robot’, una serie sobre los juegos de poder mundial, algo que haya que deglutir sin masticar. Tiene un ritmo pausado, una estética minimalista, una puesta en escena donde predomina más la voz en off que el diálogo de los personajes y, sin embargo, una propuesta narrativa mayestática. Nada más y nada menos que la de querer contar cuál es nuestra posición en el organigrama de un planeta convertido en una empresa donde todo se vende y todo se compra y, claro está, como puede combatirse. Con semejantes mimbres la cosa recuerda, por igual, a ‘La jetée’ (Chris Marker, 1962), un mediometraje fundacional en esto de darle a los temas apocalípticos una estética minimalista, o a ‘Solaris’ (Andrej Tarkovski, 1972) por la economía de texto. También un poco a ‘La chinoise’ (Jean-Luc Godard, 1967) por el tono combativo y por no olvidarse de hacernos guiños para recordarnos el espíritu “naif” de sus protagonistas.
Sin duda, hace unos años, ‘Mr. Robot’ hubiera tenido que desarrollarse en el futuro. Al menos tendría que haber contenido una cartela al comienzo de cada episodio donde pusiera “En un futuro no muy lejano…”. Ahora no hace falta, como decía Jesús Palacios en su libro ‘Psychokillers‘ (Temas deHoy) vivimos en el futuro que soñó la ciencia ficción clásica pero no nos damos cuenta porque no se cumplió el augurio de que vestiríamos todos con trajes de papel de aluminio. Este es el futuro literario y cinematográfico y la ciencia ficción ya se ha convertido en un género costumbrista que nos habla de nuestro día a día.
Es evidente que la paranoia real y ficticia que se extiende por las redes sociales es también la culpable de que ‘Mr. Robot’ sea un buen producto de temporada, algo rabiosamente contemporáneo. Quizás, para analizar parte de su fracaso, haya que rebuscar ahí, en que nos toca demasiado cerca en que la serie te pregunta todo el rato si estás haciendo lo correcto, si no estás colaborando en crear el descontrol para que otros sigan controlando el cotarro. Ya saben: ante la duda intenten no mezclar ficción y realidad. Ni que decir tiene que la serie tiene un porcentaje de realismo pero, la verdad, tiene mucho de flipe generacional.
En este aspecto ‘Mr. Robot’ enlaza directamente con otra “decepción”: la serie británica ‘Utopia’ (Dennis Kelly, 2013-14). En este caso el experimento solo duró dos temporadas. Para más disgusto de sus fans: dos temporadas de seis episodios. ¿Dónde residió el fallo? Para un amante de las conspiraciones internacionales que en el primer episodio de la segunda temporada se reunieran atentados del IRA en los 80, el asesinato de Aldo Moro por parte de las Brigadas Rojas italianas y el accidente de la central nuclear de Three Mile Island ya era motivo suficiente para abrazar la serie para siempre pero, ey, la cosa no cuajó. Al parecer resultaba bastante menos ligera de lo que reclamaba la audiencia que, paradójicamente, se alimentaba (en teoría) de una audiencia necesitada de información y entretenimiento inteligente. Ahí estaba pero nadie lo quiso. Aviso a navegantes: la gente miente. Quizás la “densidad” narrativa de ‘Mr. Robot’ y los delirios de su protagonista, que está completamente majara, hayan sido demasiado para una parte de su audiencia que, allá por el cuarto episodio, demandaba mandanga. Acaso un poquito de Parkour en plan ‘Watchdogs’ (el videojuego). Nada de eso, la cosa siguió circulando impertérrita y en sus tiempos hasta un episodio final de campanillas en lo visual que recordaba un tanto al final de la segunda temporada de ‘The Wire‘ (David Simon, 2002), en lo formal, más que otra cosa, y al final de ‘V de Vendetta’ (James McTeigue, 2005) pero sin tener en cuenta que el final de la adaptación cinematográfica del cómic de Alan Moore era un homenaje –uno de esos con mala hostia que le cambiaba por completo el sentido a toda la película y era un tributo al propio Moore- del final de la maravillosa ‘El club de los chalados’ (Harold Ramis, 1980).
Por ahora ‘Mr. Robot’ ha carecido de esa ironía más allá de la inclusión de Christian Slater en el reparto principal –seguramente, en otros tiempos, Slater tendría que haber protagonizado la serie- y eso que también es deudora de la primera serie de TV que jugó con la paranoia social y política: ‘El prisionero’ (Patrick McGoohan, 1968). Una serie de una sola temporada que jugaba con los mismos presupuestos que ‘Mr. Robot’ desde una estética dolorosamente psicodélica y una línea argumental donde se jugaba con el surrealismo. Dicha serie, tan reivindicada, tuvo una versión moderna en 2009 que pasó sin pena ni gloria pese a que rescataba muy bien el espíritu de su antecesora.
No se nos ocurre una serie de ciencia ficción (o de política ficción o de paranoia ficción) que se acomode más a los tiempos, que tenga una necesidad más grande de ser contemporánea, de dar la sensación de estar rodándose al día y de transcurrir de forma paralela con nuestras vidas. No se nos ocurre una serie que haya nacido (y probablemente vaya a morir) haciendo ese esfuerzo titánico por ser generacional, por no parecer nostálgica o enlazada con nada o nadie, por funcionar como un producto de su época. Si hay una serie que tenga el poder de la tecnología como una de sus tramas e intente indagar en la conciencia global transmitida a través de la red esa es ‘Mr. Robot’.
En fin, nuestra recomendación general para disfrutar de la TV es que hagan el esfuerzo de ver las cosas con algo de prespectiva. Es decir, no se aturullen, no se adelanten a los acontecimientos y esperen a que las cosas se desarrollen por su vía natural. Recuerden: tienen que ver cada episodio como parte de un todo y no como una obra autoconclusiva. Unos episodios son trepidantes y pasan muchas cosas y otros son, simplemente, una preparación para el TANTATACHÁN FINAL. ¿Vale la pena esperar por ‘Mr. Robot’? Vale la pena. Ahora que ya se ha estrenado segunda temporada solo nos espera rezarle a los dioses de la televisión para que quedemos todos satisfechos.