¿Saben esa sensación que tiene uno de que mucha gente ve ‘Juego de Tronos‘ pero a muy poca gente le acaba de satisfacer del todo? La serie de la HBO es como un hijo único en el que todo el mundo ha puesto sus esperanzas y, por tanto, nadie de su familia quiere que fracase. Cada “error” o cada episodio de transición recibe un aluvión de críticas y de declaraciones de “no vuelve a ver otro episodio” que nos dice que el espectador de la serie tiene unas altas expectativas y un umbral del dolor francamente bajo. Relajémonos: es imposible disfrutar de ninguna serie si no nos olvidamos antes de que tenemos que dejar la conciencia de espectador de cine a un lado. Cada nueva entrega no puede ser observada como una pieza, si no como parte de una maquinaria dramática. Es verdad que todos recordamos episodios memorables de esta o de aquella serie pero, y esto es un consejo muy tonto, hay que esperar a la finalización de todos los capítulos para ver el puzle completado. El resultado nos puede llevar al fracaso de ‘Perdidos‘, al éxito de ‘The wire‘ o al desesperante final abierto de ‘Los Soprano‘.
[ AVISO DE SPOILER ] ]Solo este último episodio emitido (noveno de la sexta temporada, titulado ‘La Batalla de los Bastardos‘) de la adaptación televisiva de ‘Canción de Hielo y Fuego‘ (y que no aparece en la saga literaria…recordemos que ‘Juego de Tronos’ es un fanfic televisado) ha conseguido agradar a todo el mundo. Curiosamente, y como parte de un engranaje que es, comienza con la conclusión del asedio a la ciudad de Mereen (además de la llegada de los hermanos Greyjoy a la Bahía de los esclavos) y termina en los prados de Invernalia sin que veamos otra localización más; sin que se nos aporte ni una información más sobre lo que está pasando en Desembarco del Rey; dónde narices están los Stark supervivientes (Arya y Bran) o qué demonios sucede con Sandor “El Perro” Clegane. No pasa nada porque ‘La Batalla de los bastardos’, que da título al episodio, lo ocupa todo. Una secuencia espectacular que sirve, sobre todo, para que el espectador ahuyente sus dudas sobre si lo que corre por las venas de Jon Nieve es horchata y, sobre todo, para ver como uno de los mejores malos de ‘Juego de Tronos’, Ramsay Bolton, acaba recibiendo su merecido.
El relato de la batalla comienza con el momento introspectivo de Ser Davos Seaworth antes de la pelea. Una secuencia de un paseo por los parajes helados que conlleva una reflexión visual sobre los errores del pasado al encontrarse con los restos de la hoguera donde fue sacrificada Shireen la única hija de Stannis Baratheon. La secuencia nos retrotrae a ‘La delgada línea roja‘ (Terrence Malick, 1998) y la reflexión –gigante-sobre la guerra y los terrores que arrastra. Si lo de Malick era una reflexión religiosa sobre el sentido de sacrificar tu vida a un fin mayor y una invitación a preguntarse por qué algo tan terrible como la guerra ocurría en un paraje tan exuberante como el del Pacífico en este caso Ser Davos encuentra la respuesta en el paraje desolado y entre los restos de la hoguera. Un punto que no traiciona al espíritu aventurero de la serie y que se refleja bastante bien en la secuencia anterior a esta donde Ser Davos y el salvaje Tormund Giantsbane en un tono que es imposible que no nos trajera a la memoria las reflexiones descreídas que John Millius depositaba en los personajes de ‘Conan, el bárbaro‘ (1982) donde, con tino, se despreciaba el carácter épico de toda la película y sus personajes. Un dato, Milius ya había aterrorizado a Coppola cuando, en la versión de ‘Apocalypse Now‘ (1979) que le entregó le ofrecía un final en el que Kurtz y Willard terminaban sus días metidos en el mismo nido de ametralladoras disparando a todo quisque. Ni que decir tiene que, en ese momento, Coppola decidió prescindir de Milius por “diferencias artísticas”.
El desarrollo de la batalla comienza con el asesinato de Rickon que, indefectiblemente, nos llevó a pensar en ‘El Patriota‘ (Roland Emmerich, 2000). La muerte de un ser querido que sirve como detonante para que Nieve tire todos sus planes por la borda, abandone la estrategia y se lance de cabeza contra las líneas enemigas. ¿Se acuerdan de ‘El último mohicano‘ (Michael Mann, 1992)? Pues algo parecido.
La estética de la batalla es parecida a ‘Macbeth‘ (Justin Kurzel, 2015), la brillantísima adaptación de la obra de Shakespeare protagonizada por Michael Fassbender y Marion Cotillard. Barro, sangre, la sensación de que todo se viene abajo…por seguir con el simil shakesperiano (¿No es todo ‘Juego de Tronos’ una oda a la tragedia shakesperiana y a sus relatos sobre los grandes hombres?) es difícil que no pase por tu cabeza ‘Enrique V‘ (Kenneth Branagh, 1985).Un arranque brillante que, como no podía ser de otro modo, estalla del mismo modo que el desembarco de la playa de Omaha rodado por Steven Spielberg para ‘Salvar al Soldado Ryan‘ (1998) que, no olvidemos, fue rodada al modo tradicional, usando efectos especiales mecánicos, explosiones y fuego de verdad…detrás de la cámara estaba Janusz Kaminski que optó por cámaras ligeras de 35 mm (las que se usaban, en tiempos prevídeo- en las grabaciones de eventos deportivos) y alteraciones de la velocidad del metraje así como una iluminación por localizaciones de rodaje que ganan importancia con el paso del tiempo y, mucho más, cuando los efectos digitales ahorran muchos de esos pesares y han convertido la frase “eso ya lo arreglamos en montaje y postproducción” en un mantra enfermizo del audiovisual contemporáneo.
No olvidemos que el director del episodio ha sido Miguel Sapochnik que, antes de la dirección, se dedicó a dibujar “story boards” (esas viñetas que sirven como boceto antes de rodar una secuencia) como el de ‘Trainspotting’ (Danny Boyle, 1996) y que es un maestro de la planificación. El crédito es suyo aunque le dejaremos en el cajón de las influencias la primera escena de ‘The Revenant‘ (Alejandro Gómez Iñárritu, 2015), también resuelto en plano secuencia y también exprimiendo al máximo la tecnología actual donde podemos seguir el viaje de una flecha o ver una toma desde la punta de una lanza o de un hacha. No desmerecemos el “plano secuencia” como recurso, ni mucho menos, pero no nos quedamos con las ganas de recordarles a ustedes que ya no existen los planos secuencia rodados como tal (de un tirón, coreografiando cada paso de todo el mundo y rezando para que nadie la cagara y hubiera que volver a repetir la toma entera) porque el elemento digital nos permite cortar donde queremos y retomar donde queremos para luego trucar la imagen y que, efectivamente, parezca que todo está rodado de una sola vez.
Los choques de los caballos nos llevan hasta ‘Braveheart‘ (Mel Gibson, 1995) donde el efecto es tan espectacular que la película salió al mercado con unas enormes advertencias de que ningún animal había sido herido durante el rodaje –corrió el rumor de que había sido una carnicería- y donde se usaron muñecos de aspecto equino a tamaño natural que también se han usado en ‘Juego de Tronos’. La violencia de la batalla –y los litros de sangre- han hecho que las batallas de la serie ‘Roma‘ (Heller, McDonald y Milius; 2005-2007) palidezcan ante el realismo de ‘La batalla de los bastardos’ que, evidentemente, se olvida de la puesta en escena puesta de moda por ‘300‘ (Zack Snyder, 2006). Una tentación golosa porque es efectiva y visualmente “comiquera” pero que se alejaría un poco de querernos transmitir la potencia de una batalla real. En todo caso, calma en las filas porque las futuras batallas contra los Caminantes Blancos serán más propicias para el uso de recursos visuales de este tipo como ya hemos visto en esta misma temporada.
Los autores de ‘Juego de Tronos’ han hablado de que la batalla está inspirada en las batallas de la Guerra Civil Americana y en la batalla de Cannas en la que las tropas de Anibal Barca fueron rodeando a las tropas romanas hasta hacer imposible que estas combatieran. En la secuencia de la batalla del cráter de ‘Cold Mountain‘ (Anthony Minghella, 2003) se pueden ver una imagen parecida a esta. Así de opresiva y así de chunga donde los hombres tienen que combatir entre montañas de cadáveres usando todo lo que tienen a mano.
Se ha avanzado tanto técnicamente que ‘Juana de Arco‘ (Luc Besson, 1999) que es una película en la que su director puso todo su tesón para innovar en el rodaje de escenas bélicas y donde no nos escatimó ni una pizca de su talento (y Besson, como realizador, tiene mucho) palidece ante ‘La batalla de los bastardos’ pese a ser una de sus influencias directas.
El resultado, tan bueno, está más cerca de la intensidad dramática de ‘Ran‘ (Akira Kurosawa, 1985) que resulta casi un falso documental de cómo se desarrollaban las batallas en el Japón de los samuráis y los shogun y nos acerca a ‘Los duelistas‘ (Ridley Scott, 1977) en el modo en el que ambas películas convierten la violencia no en una consecuencia si no algo consustancial al relato, en algo que resume la traición, la venganza, el rencor y la forma en la que se desatan las bajas pasiones. Ya sea el asedio de Meereen o la batalla de los bastardos en Invernalia todo nos lleva a olvidarnos de la violencia como de algo gratuíto y nos resume muy bien los sentimientos encontrados de sus protagonistas. Al menos los de Jon Nieve que hasta ahora, como ‘Hamlet’ (otra referencia shakesperiana) dudaba de la forma en la que tenía que llevar sus asuntos y se preguntaba continuamente cuál sería el mejor vehículo para llevar consigo su venganza. Como bien comentan Ser Davos y Tormund no hay peligro de seguir a Nieve porque este no es un rey. Es un guerrero como ellos.
El capítulo se cierra con la muerte de Ramsay Bolton. Una muerte cruel, formalmente pero no para un violador psicótico enfermizo con un grave complejo edípico y alguna chaladura más, a manos de la anteriormente dulce Sansa Stark. Una muerte a manos de sus propios perros que nos ha recordado un poco al modo en el que Hannibal Lecter se deshacía de Mason Verger –otro psicópata- en ‘Hannibal‘ (Ridley Scott, 2001). La sonrisa complacida de Sansa cuando se aleja entre los gritos de su ex marido nos adelantan que la princesa se ha convertido en una reina con peor genio que Cersei Lannister. Y esto, a modo de reflexión final, nos hace pensar en que ‘Juego de Tronos’ está primando el protagonismo de sus personajes femeninos, saltándose todas las normas de la narrativa tradicional en ese sentido, ya saben un poco como en ‘Conspiración de mujeres‘ (Peter Greenaway, 1988), ‘Lazos ardientes‘ (Lana y Lilly Wachowski, 1996) o la más lejana ‘Las diabólicas‘ (Henri-Geoges Clouzot, 1955). Esto último ni siquiera tiene que ver con el artículo pero nos apetecía resaltarlo.