La realidad política produce tal bajona, pero tal bajona, que es necesario en ocasiones recordarla a través de la ficción del cine. Repasamos diez películas buenísimas que nos hace reflexionar sobre los valores en los que se basa la clase política y sus relaciones de poder. ¿Hemos dicho valores? Disculpen. Y disfruten.
‘El Diputado’ (Eloy de la Iglesia, 1978)
Cuando está a punto de ser nombrado Secretario General de su partido el diputado izquierdista Enrique Orbea (José Sacristán) es chantajeado por un grupo de ultraderecha que amenaza con airear su condición homosexual. Su “secreto” se extiende hasta su mujer, Carmen (María Luisa San José), que no solo conoce que su marido es homosexual si no que participa con él en “menage a trois” con otros hombres. Eloy de la Iglesia firma esta película que, si en 2016, resultaría “transgresora” en 1978 hizo que a los conservadores de entonces les saltaran los plomos y se dedicaran a amenazar de muerte a los participantes. Para nuestra desgracia su director, conocido por firmar las dos partes de “El pico” o la chaladura de “La semana del asesino” (precursora de las películas protagonizadas por asesinos en serie) entre otras, murió sin poder rodar “Galopa y corta el viento” un guión que contaba la relación clandestina entre un Guardia Civil y un terrorista de ETA.
‘El mensajero del miedo’ (John Frankenheimer, 1962)
El mayor Bennet Marco (Frank Sinatra) tiene pesadillas recurrentes sobre su paso por la Guerra de Corea donde fue prisionero de guerra. Una pesadilla en la que él y su pelotón forman parte de un experimento en el que sus captores les convierten en esclavos, en asesinos sin voluntad que se activan cuando se les revela una clave. Una sola palabra. Pero Marco sabe que eso es mentira porque lo que él recuerda es que su pelotón cayó en una emboscada y que el sargento Raymond Shaw (Laurence Harvey) se comportó como un héroe. O no. Las dudas de Marco comienzan a tomar fuerza cuando Shaw comienza una ambiciosa carrera política que podría llevarle a la Casa Blanca. ¿Podría ser el próximo presidente una marioneta de los comunistas? ¿Un ser sin voluntad que entregara su país al enemigo tras ser programado? “El mensajero del miedo” (aunque nos gusta más el título original, “The Manchurian candidate”, “El candidato de Manchuria”) fue una película de acción tan adelantada a su tiempo que pasó casi desapercibida y se convirtió en maldita un año después cuando Kennedy fue asesinado.
‘Primary Colors’ (Mike Nichols,1998)
Adaptación de la novela del mismo título publicada, en primera instancia, como anónima pero luego atribuido luego al periodista político Joe Klein. Un trabajo de ficción que, sin embargo, jugaba con elementos reales que no eran otros que el ascenso del matrimonio Clinton-Rodham desde sus inicios en la feliz idealismo hasta la Casa Blanca. No todo es verdadero, ni todo es falso, pero es una gozada ver a John Travolta y Emma Thompson haciendo de Jack y Susan Stanton que, en realidad, son un trasunto de Bill y Hillary Clinton. ‘Primary Colors‘ es una caricatura que (casi) nunca cae en la burla pero ayuda muy bien a comprender los mecanismos de una campaña electoral y quiénes son las personas que los manejan.
‘El candidato’ (Michael Ritchie, 1972)
Robert Redford interpreta a un aspirante a senador llamado Bill McKay. McKay es joven, guapo, inteligente y, quizás, demasiado revolucionario, incluso, para el partido Demócrata donde creen que tendría que rebajar el tono de su mensaje para poder hacer un papel decente. Pero las intenciones de McKay no son ganar si no llevar un mensaje a la gente y cuestionar al stablishment. Con el tiempo “El candidato” se ha convertido en una bonita fábula (adelantada) de la campaña de Barack Obama y, como no, parece la inspiración directa de la forma de llevar una campaña de Bernie “too old for this shit” Sanders. La película se estrenó dos meses después de que Richard Nixon consiguiera la reelección después de aplastar a George McGovern (le ganó en 48 de 50 estados, lo hubiera hecho en 49 pero el voto tránsfuga de Virginia fue al candidato del Partido Libertariano, John Hospers) tomando un cariz de broma pesada, de tontería bien intencionada sin fundamento o, como pasó 40 años después, como un rayito de esperanza.
‘Ciudadano Bob Roberts’ (Tim Robbins, 1992)
¿Sabía ya Tim Robbins que habría un George Bush en la Casa Blanca tras los dos mandatos de Clinton? No lo sabemos. Lo que sí está claro es que Ciudadano Bob Roberts fue una película que resumía muy bien las malas artes de las campañas de Reagan, en pleno mandato de George Bush Senior y con la certeza de que este ganaría la segunda reelección. Los malos augurios de Robbins no se cumplirían hasta unos años más tarde (la película resulta escalofriante porque parece que viajó en el tiempo) pero, mientras tanto, nos contaba en formato de falso documental la campaña de Bob Roberts al Senado. Un político rico y corrupto que se ha hecho famoso entre el electorado más facha por ser una especie de reverso tenebroso de Bob Dylan –hace sus campañas cantando…con gran éxito- y por ser un renegado hijo de la cultura de los 60. Honesta, brutal, premonitoria. Los adjetivos se agotan para definir ‘Ciudadano Bob Roberts’ . Lo único que podemos hacer es recomendar su visionado.
‘No’ (Pablo Larraín, 2012)
Tan seguro estaba Pinochet de que su sistema totalitario era infalible que no tuvo empacho en convocar un referéndum de confianza donde se consultaba a los chilenos sobre si querían o no tener al general golpista ocho años más en la Casa de la Moneda. ‘No‘ cuenta la historia de cómo un publicista, René Saavedra (Gael García Bernal), fue capaz de movilizar el rechazo a la dictadura de Pinochet, una de las más salvajes de la historia, con una campaña donde se animaba a la gente a poner buena cara al mal tiempo. ¿Les suena? Debería porque la campaña del PSOE para el 26J se ha inspirado en ese mensaje positivo (potenciando la palabra “Sí” en sus carteles) e intentando inspirar más que confianza, optimismo. También la campaña de Unidos Podemos es un canto, lejano, a esta forma de entender el mensaje electoral. El resultado de la película de Pablo Larraín es esperanzador y transmite toda la tensión de aquellos días en los que se dio carpetazo a uno de los periodos más oscuros de la Historia universal.
‘Abril’ (Nanni Moretti, 1998)
Nanni Moretti se interpreta así mismo como un director y guionista que pasa un bache creativo porque va a ser padre y porque no puede con Italia. Con todo lo que pasa en Italia. Para entretenerse intenta rodar un documental sobre las elecciones italianas en las que, previsiblemente, se impondrá la derecha y el temible frente nacionalista, Lega Nord, se impondrá con holgura. Como aquello le atora soberanamente no es capaz de hacer otra cosa que esperar ambos desenlaces: el nacimiento de su hijo y el de una nueva Italia. Mientras tanto nos entretiene con su agudeza habitual y, no sabemos como, es capaz de transmitir un aspecto cómico. ‘Abril‘ es una película rara de “no ficción” (entremezcla lo documental con la pura y dura ficción) que consigue el objetivo de enternecernos y de hacernos pensar un poco en lo cerca y lejos que estamos de las grandes decisiones de un país entero.
‘Il Divo’ (Paolo Sorrentino, 2008)
¿Quién es Giulio Andreotti en realidad? ¿Cómo es posible que el político que ha sido hasta siete veces primer ministro desde 1946 siga siendo un misterio para sus propios compatriotas? Nadie se pone de acuerdo: o ángel o demonio. O demócrata conservador que ha mantenido con su juicio y su diplomacia la cohesión de una de las mayores economías de todo el mundo o un taimado cerebro criminal que ha alimentado la corrupción y el clientelismo como elementos de cohesión de los suyos, ha usado conexiones con la mafia para mantener pobre al sur y beneficiar al norte y, aún peor, fue uno de los instigadores del clima de violencia extremista que se desató sobre Italia entre los 70 y los 80 con el fin de acabar con la oposición de izquierdas y que se cobró una víctima colateral inesperada, el político conservador Aldo Moro, que habría sido sacrificado por Andreotti pese a que ambos eran amigos. Con estos mimbres Paolo Sorrentino construye en ‘Il Divo’ una farsa ácida y dolorosa, una cinta violenta donde no deja títere con cabeza.
‘In the Loop’ (Armando Ianucci, 2009)
Ianucci se ha convertido en uno de los directores y guionistas que hablan de política más afilados de los últimos años. El escocés de origen italiano usa la comedia para, básicamente, reírse de todo el mundo. Ahí están sus hijos televisivos (las series “VEEP” y The Thick of it”) para dar un repaso al poder y revelarnos lo que pensábamos estaba en manos de gente listísima como un juego de egos disparados marcado, casi siempre, por la estupidez y/o la ambición de sus jugadores. En “In the loop” asistimos a la llegada de Simon Foster (Tom Hollander) a Washington donde acude para ayudar a los Estados Unidos en la mediación entre dos países que, en principio, nadie quiere que entren en guerra. El trasfondo de la sátira, claro está, es la forma en la que la administración Bush arrastró a la de Blair a la Guerra del Golfo. Y la mediocridad. Una mediocridad, la de un político local, incapaz para entender el berenjenal en el que se ha metido y su papel en todo el teatrillo de cabeza de turco. ¿Estaba hablando Ianucci de Tony Blair? Es muy posible que sí. No digan que lo han leído aquí.
‘Amanece, que no es poco’ (José Luis Cuerda, 1989)
Es imposible decir de qué va esta comedia. Quién sabe. Seguramente solo José Luis Cuerda lo sabe. Y no lo va a decir. Bueno, nosotros no le hemos preguntado. A lo mejor el pueblo en el que aparecen Teodoro (Antonio Resines) y su padre (Luis Ciges, en imdb.com pone que el personaje se llama Jimmy…) es España. Toda ella. Al menos si sabemos que, a diferencia de Francia, hay menos mujeres y menos comercio. A lo mejor ‘Amanece que no es poco‘ es una pieza de humor surrealista sin más objeto que epatarnos. Da igual. Lo que sí nos gusta es la forma en la que el pueblo elige a sus dirigentes y que la gente puede votar, libremente, por la Guardia Civil o por la policía secreta que, al final, resulta que son lo mismo. El que sí nos gusta mucho es el Alcalde (Rafael Alonso, sin nombre también) que se revela como necesario frente al carácter contingente de los vecinos. También que tenga una novia que se ha traído de fuera, una vasca con tanta gracia al hablar que lo hace con acento andaluz, que resulta ser turgente pero sobre la que se discute si es comunal o no. Rafael Alonso nos parece un político de esos de fábula porque igual te plantea unas elecciones de un día para otro como, de viva voz, decide poner a todo el pueblo a hacer “Flashback”. Ojalá más pueblos como ese, ojalá más políticos como ese, porque mientras sigan creciendo hombres en los bancales y los exiliados huelan a lomo de ángel y vayan en bicicleta prevalecerá la democracia.