Quince monstruosidades de las campañas electorales que no molan nada. Y más, cuando acabamos de ‘sufrir’ una campaña que no ha servido sino para aborrecerlas más.
1.Viejos muy a tope
Da igual de qué signo sean. Los jubiletas aprovechan las elecciones para dar salida a una energía inusitada. Échenle la culpa a que, normalmente, no les hace nadie ni puto caso o que pasaron muchos años sin poder decir lo que pensaban y se desquitan en fechas electorales. Viejos y viejas que abrazan a candidatos como si fueran familiares a los que no ven en años; peticiones de “dar caña”, para que se adopten medidas enérgicas por esto o aquello o para que no se permita esto o aquello. Los ancianos se lo pasan bomba y no les importa aparecer en los noticiarios con todo el exiguo merchandising (gorras, pegatinas, abanicos, banderas de plastiquete) que reparten los partidos políticos. Otra imagen inevitable: viejos bailando como si acabaran de aterrizar en el Hotel Papa Luna de Peñíscola al ritmo de la canción de campaña de un partido u otro.
2.Jóvenes que asienten
A algún publicista se le ocurrió la idea de que, para dar cercanía a los candidatos, estos tenían que aparecer en el escenario de una forma más desenfadada. Jean Marie Le Pen fue de los primeros en usar micros inalámbricos para abandonar el micro fijo y la necesidad de hablar detrás de un estrado –un rasgo que denota poder y autoridad y, por tanto, poca cercanía-. Después vino la delicia de la grada. El candidato aparece en el escenario pero con un grupo de jóvenes detrás que dan idea de vigor, de empuje y de…bueno, de estar ahí un poco obligados. Caritas de figuración especial de cualquier programa de la tele, desabrido movimiento de banderas al ritmo de no se sabe qué, muchas cabezas asintiendo al discurso del candidato y, en general, la postura corporal que se le pone a uno cuando, después de una noche de juerga, no tiene más remedio que acudir a una comunión de un primo pequeño y entrar en la ceremonia.
3.Candidatos besando niños
Un horror y un error de otros tiempos. Un error por parte de los padres, que todo hay que decirlo. Un error más extendido por ahora que el de esos progenitores que acuden al zoo con su crianza y la elevan por encima de las jaulas porque creen que las fieras corrupias que allí habitan no les harán nada. Por ejemplo: Pasa a tu lado Trump y, en lugar de tirarle con un sombrero mexicano, le lanzas a tu chiquillo para que le pegue un par de besos. Estamos hablando de Donald Trump que, es posible, lleve una zarigüeya muerta en la cabeza. El resultado siempre es horrible: un político un poco asqueado porque ha leído, como todos, que los niños son transmisores de “virus de guardería” que caen sobre los adultos como lobos hambrientos sobre un cordero, coge a un niño que llora como si lo fueran a sacrificar en una ceremonia azteca e intenta hacerle arrumacos para entregarlo, otra vez, con una sonrisa forzadísima y mascullando un chiste malo como que “vaya energía tiene este niño” o “los míos eran iguales a su edad”. Lo otro que puede pasar es que el crío, por lo que sea, tenga una actitud a la de su abuelo después de haberse tomado cinco chatos de vino malo y el candidato se confíe. En ese caso, casi siempre, el chiquillo tendrá una leve arcada para luego expeler por su boca una pota de color Dan Up Sabor Infierno Lácteo que dejará al político oliendo a queso podrido durante toda la jornada.
4.Revientamítines
Calculamos que lo de acudir a un mitin a gritar consignas contra el partido que lo organiza será considerado disciplina deportiva olímpica para la cita de 2024 si siguen proliferando este tipo de acciones que, a medida que se hacen más populares, pierden el impacto mediático. No así el impacto de los puñetazos de los asistentes afines que descargan parte de su Fuerza Cazurra sobre la cara, el estómago o la espalda (según caiga) del protestante. Como somos demócratas de toda la vida diremos que estamos a favor de que cada uno haga saber su parecer donde y cuando le venga en gana (¡faltaría más!) pero advertimos que, si en solitario, un ser humano ya es de por sí peligroso cuando está expuesto a según qué estímulos contradictorios, la reacción de una masa que no tiene dirección, ni conciencia, suele ser imprevisible. Desde DON abogamos por el juego limpio, el hermanamiento de las hinchadas y, sugerimos humildemente, se separe a la gente por medio de esas ingeniosas “fan zones” donde el personal se pone piripi con bebidas alcohólicas de ligera graduación y se abraza con sus iguales profiriendo cánticos y agitando banderas.
5.Haciéndonos los guays
Un político, llámalo X, se pasa cuatro años de mandato siendo un verdadero borde. Impone medidas draconianas, saca adelante leyes que vulneran y recortan los derechos, te niega el acceso a una aspirina y, cuando sale al extranjero, hace el idiota como si quiera batir algún tipo de Record Guinness. Bien. Nos parece idiota invertir un mandato en parecer un tonto malintencionado para, luego, querer convencerte en tres semanas (o lo que dure la campaña electoral) de que, en realidad, es buena persona y lo ha hecho todo por tu bien. Se destapa entonces como un tío majo que invita a cañitas, pasea por pueblos y ciudades, utiliza palabras “de la calle” en sus discursos y hace chistes todo el tiempo. Toma ya. Es más, parece que quiere convencerte de que es el gemelo bueno del imbécil que ha estado ocupando una poltrona. Como somos unos animales raros que sentimos la necesidad de ser amados, aunque sea por un tipo que te ha estado haciendo la puñeta, o porque tendemos a pensar que la gente es buena muchos caen en este burdo truco y les vuelven a votar.
6.Políticos haciendo deporte
Posiblemente una de las cosas más lamentables que puede verse en campaña electoral es esta manía, tan pro-Fidel y tan chavista, de ponerse un chándal y salir por ahí a simular que nos estamos preparando para asaltar el campeonato regional de una disciplina deportiva. BASTA YA. ENOUGH IS ENOUGH. Políticos que hacen footing, que hacen pesas, que van al gimnasio o que, ¡puto horror!, reúnen a unos cuantos miembros de la organización juvenil del partido y se marcan una “pachanguita de futbito”. Reseñaremos una anécdota: el 1 de julio de 2010 el PP vasco organizó uno de estos eventos y Antonio Basagoiti, máximo dirigente por aquel entonces, se rompió el peroné tras pisar mal. No ya en una cruel entrada si no por pisar mal. En el otro extremo estaría José María Aznar, que nos demostró sus dotes para el pádel y para el culturismo a nivel aficionado, y entre medias las demostraciones de “marcha atlética” de Rajoy o los trotecitos cochineros de Pedro Sánchez que no deja pasar una ocasión sin recordarnos que jugó en el Estu.
7. Monologuismo
El “stand up comedy” es una disciplina humorística complicada que se puso de moda en nuestro país tras las primeras emisiones de “El Club de la Comedia”. Tiene unas reglas precisas y una ejecución afinada que, en nuestro país, nos hemos saltado a la torera y hemos adaptado con el horrible nombre de “monólogos de humor”. Aquí, el monólogo, es el humorista de toda la vida contando chistes de toda la vida pero de forma hilada y a buen ritmo para que dé la sensación de que se está contando una historia coherente. Siempre hay honrosas excepciones, claro está, pero los políticos españoles han adaptado del mal adaptado “stand up” norteamericano los peores rasgos. Se suceden las anécdotas absurdas y mal contadas sobre momentos de la vida cotidiana de los que preferiríamos no enterarnos pero a las que se nos expone innecesariamente, chistecitos de poca profundidad y triste calado sobre los otros políticos contendientes y un largo etcétera de material delirante que pretende hacernos olvidar que en las elecciones se debería de hablar, mayoritariamente, de lo que nos tienen que ofrecer. El político graciosete debería de ser inhabilitado para la práctica de la política.
8. ¡A ganar!
Da igual que las encuestas te digan que no vas a sacar ni un concejal porque lo importante es la ilusión y transmitir que vas a ocupar la Moncloa durante seis legislaturas. Todo consiste en transmitir una sensación de que sabes algo que los demás no saben como que el resto de candidatos morirá en un terrible accidente y solo quedarás tú o, más con los pies en la Tierra, que manejas unas encuestas muy favorables. Los directores de campaña y otros adláteres se sacrifican por el candidato y aparecen sonrientes ante los medios poniendo paños calientes, lanzando mensajes tranquilizadores a la fanaticada y dejando en el ambiente la idea de que la ópera no se acaba hasta que no canta la gorda. Se sabe si están en aprietos porque la mentira avinagra el carácter, afila los rasgos más que la traición y, sospechosamente, perla la frente de gotas de sudor. Hagan la prueba.
9. Famosos en campaña
Por nuestro carácter farandulero y dado a la chorrada en DON sancionamos con un veredicto positivo cualquier salida de tono. Somos muy de “tirar las patas por alto” y de celebrar cualquier cosa que añade a cualquier situación de la vida un toque de color, de lujo, de arte, cualquier “qué se yo”. Si algo nos agrada profundamente es descubrir rostros conocidos de la pantalla o de las artes en lugares donde no deberían estar. Nos da igual que sean toreros, cantantes, personajes de la gran y pequeña pantalla o deportistas. Nos flipa. En este sentido hasta detectamos una tendencia incomprensible: los atletas suelen ser de derechas. No hay medallista olímpico de la última hornada que no haya tenido la oportunidad de demostrar sus gustos conservadores (José Luis Abascal, si no recordamos mal, ha sido de los pocos deportistas de élite en posicionarse con el PSOE). Un famoso en campaña da mucho color pero siempre caen sobre él las sospechas de que le mueven más las intenciones crematísticas y hacerse con una gira por los ayuntamientos afines que los fines políticos desinteresados. Esta es la percepción, claro está, porque no tenemos ni puñetera idea de qué pasa por la cabeza de alguien que se gana la vida interpretando el Don Juan Tenorio por los pueblos de esta nuestra España o cantando baladas. El famoso se hace la foto, queda bien y solo molesta cuando, en otra faceta de su vida, provoca un escándalo y hay que deshacerse disimuladamente de su presencia. Pero, ojo, el artista es un ser tremendamente pasional y te puede pasar que lo que hace unos años solo era una cara bonita entre la audiencia se convierte en un político de carrera como Toni Cantó cuya agitada vida parlamentaria lo ha llevado ya a dos partidos diferentes apenas sin bajarse del coche oficial (entiendan esto de “el coche oficial” en sentido figurado, ya sabemos que no le gustan esos privilegios).
10. La palabra “sorpasso”
Sinceramente: estamos hasta las narices. Ni sabemos lo que significa y somos muy mayores y muy vagos para mirar en Google. Siempre pensamos que “Sorpasso” tenía algo que ver con que un partido sacara un resultado positivo que no se esperaba pero, ojo, ya se usa para analizar los sondeos electorales y se habla con total ligereza de “posibilidad de sorpasso”. ¿Cómo va a ser una sorpresa algo que ya sabemos por medio de un sondeo? El sorpasso será imprevisto o no será, maldita sea. Calma. Vamos a tranquilizarnos. Dejad de utilizar la dichosa palabrita. Frente a lo poco que nos gusta la palabra italiana “sorpasso” declaramos nuestro amor por “israelita”, que es el nombre que reciben los sondeos a pie de urna y que nos recuerdan a una canción de Desmond Dekker. “A pie de urna” también nos gusta bastante.
11. Viejóvenes
Todas los asesores de imagen que en España son alguien han optado por recomendar un look más o menos juvenil a los candidatos contendientes a estas elecciones. El resultado, en algunos casos, es completamente bochornoso porque, a ver, si nos sorprendemos un poco cuando vemos en una celebración familiar al heavy de la familia con un traje, el efecto que nos provoca una persona que siempre usa un look formal con ropa informal no es menos chocante. Las minifaldas del aznarismo (esas con las que vistieron todas sus candidatas desde el 93 hasta el 96) o las chaquetas de sport del felipismo (se extinguieron con Rubalcaba) que sus candidatos llevaban en los actos domingueros de los partidos fueron el delante de esta infección de pulseras y colgantitos, de “zapas molonas” y de vestidos informales como de ir a la playa que se gastan algunas candidatas. Nuestra pregunta a los asesores de imagen es: ¿No tenéis estilistas? ¿Alguien votaría a alguien que se disfraza una vez cada cuatro años?
12. El Hormiguero
Somos muy fans del único espacio infantil que se emite en un horario juvenil-adulto. No podríamos decir nada malo de un espacio que ofrece entretenimiento con marionetas, entrevistas y unas gymkanas y experimentos científicos que nos recuerdan que la herencia de David Letterman o Johnny Carson no es un fenómeno circunscrito a la tele norteamericana . Encima dirigiendo el cotarro está Pablo Motos que ya es como de la familia . Pues muy bien. Por eso, porque nos mueve el amor a los colores no nos gusta cuando los políticos van a ‘El Hormiguero’ a politizar un programa familiar y, sobre todo, no nos gusta que bailen o que cuenten anécdotas rancias que parecen inventadas. Eso es lo peor, ver a Trancas y Barrancas aguantando el chaparrón. ¿Cómo se le puede mentir tan descaradamente a una marioneta? ¿Es que no hay vergüenza? Por favor, Pablo, para ya con esta movida. No echemos más leña al fuego.
13. Himnos de campaña
Sonsonetes. Los himnos de campaña son sonsonetes. Nos duelen los oídos. Es una herencia cultural nefasta que viene directamente de nuestro himno nacional que, al no tener himno, nos obliga a cantarlo tarareando y haciendo “tino tino nanino ni no ni no”; el del PP se canta haciendo “tarí tarí tariro tarí” y fue compuesto por Manuel Pacho en 1989; el del PSOE se canta haciendo “naná nana nana na ná na ná” y es obra de Julio Mengod que lo terminó antes de 1982 (papá de la actriz y presentadora pelirroja Verónica Mengod) e Izquierda Unida ha usado tres diferentes lanzados en el 86, el 89 y 2010. Los primeros dos con letra. El último instrumental. Podemos encargó el suyo a Joe Crepúsculo que se puede cantar como “chunda chunda” y Ciudadanos, haciendo gala de su responsabilidad habitual para con el país y su espíritu pactista, usa una música diferente para cada cita electoral aunque en 2006 hicieron gala de su buen gusto presentando una versión de “El ritmo del garaje” (de Loquillo y los Trogloditas) titulada “El rumor de la calle”. Para que no nos tachen de derrotistas diremos que el himno electoral que siguen en nuestros corazones es la versión de “The Final Countdown” de Europe que el grupo Cadillac (los mismos que se presentaron con ‘Valentino’ a Eurovisión) compuso e interpretó para el PP (entonces AP) para las primeras elecciones Europeas. Aquello fue magia porque se podía cantar como tino ninoooo ni no ni no ní pero también tenía letra (Porque corren nuevos tiempooooos/alianza populaaaaaar…)
14. Cónyuges
Los cónyuges de los políticos. Vaya gente, ¿eh? Un día te vas a dormir con un técnico de obras públicas algo aburrido y te levantas con alguien que quiere ser concejal. A partir de ahí el cielo es el límite y el límite lo marca la ambición. Por consorte te conviertes en pieza indispensable y tienes que ir a todas partes a aguantar el rollo. De forma más o menos entusiasta porque, en serio, no sabemos si nos caen mejor los que no abren el pico o los que tienen una imperiosa necesidad de llamar la atención. Solo tenemos datos, por desgracia (el machismo imperante), de esposas y no de esposos. Los esposos se callan y se obvian, apenas tenemos fotos o información de ellos y, solo sabemos que esta o la otra candidata está casada, cuando el marido es un piernas que se mete en negocios cuando no debería u ocupa un cargo al que ha accedido a dedo. Si hay esposos buenos, ya decimos, no lo sabemos porque la virtud no es casi nunca noticia. Optaríamos por, como decía Julián Muñoz, dejar en paz a las familias y que nadie tuviera que participar en las charranadas de sus parejas si no quiere hacerlo.
15. Manuel Campo Vidal y los debates electorales
No odiamos a Manuel Campo Vidal. Que nadie se llame a engaño. Campo Vidal nos parece bien mientras no secuestre a nuestras mujeres y se lleve nuestro ganado. Lo que flipamos es que alguien le obligue a dirigir esos tediosos debates electorales. Maldita sea. Hace tiempo que la plebe viene reclamando por redes sociales (esa autopista de la información que personajes como yo hemos convertido en camino vecinal) que se altere el formato. Ya basta de gente en traje pegándose voces como si estuvieran en el mercado, basta de sacar gráficos chiflados. Mientras tanto a Manuel Campo Vidal, un referente de la comunicación en nuestro país, se le ve más aburrido en su labor de árbitro que un padre que ve discutiendo a sus dos vástagos. Está tan hasta las narices que da la sensación de que desconecta, de que está pensando en otras cosas. A nosotros nos pasaría lo mismo. No valdríamos para afrontar dicha empresa si no nos armaran de una pistola con dardos tranquilizantes.