Hubo una segunda ‘Invasión Británica‘ cuando Lemmy decidió en 1990 irse a vivir West Hollywood, a escasas dos manzanas de su garito favorito de Sunset Strip, el Rainbow. Pero esta vez es el turno de la primera. La oleada que provocó entre otras maravillas el nacimiento de The Byrds, muy cerca de la morada del troglodita de Motörhead, en el Troubadour, en el vecino boulevard de Santa Monica.
El Troubadour ya tenía abiertas sus puertas desde 1957, pero fue unos pocos años más tarde cuando adquirió su fama de leyenda, entre otros por los Byrds. Fue allí donde comenzó el mito de la primera banda de melenudos de Estados Unidos aquél día de micro abierto de 1964 en el que Gene Clark se unió a Jim, después de cambiaría su nombre por Roger McGuinn mientras tocaba versiones de los Beatles con su guitarra de doce cuerdas.
A los cinco miembros originales de los Byrds les unían dos cosas: sus raíces folkies (todos venían de tocar en bandas folk (algunas con gran reputación como The New Christy Minstrels, de Gene Clark) y el shock que les había producido escuchar a los Beatles. De ahí que eligieran las populares canciones folk de Bob Dylan y las llevaran al pop: ritmo en la batería, melodías a tres voces y el sonido de las guitarras de doce cuerdas. Beat de la Costa oeste.
El Troubadour fue también el lugar donde llegó el tercer pájaro: David Crosby, quien se encontró a Clark y McGuinn ensayando con sus guitarras y se unió a ellos sin pedir permiso como tercera voz del conjunto. Crosby trajo, además, consigo al sexto pájaro en la sombra: el productor Jim Dickson. Un estudio gratis y un mentor que puliera sus primitivas intenciones fue la clave de su éxito. Pasaron decenas de noches en los estudios World Pacific, donde trabajaba Dickson, para ensayar y grabar gratis. Apenas habían cumplido 20 años. Se llamaron los Jet Set. Y dejaron de cortarse el pelo.
Un día se cruzaron por Santa Mónica boulevard con un tipo alto, guapo y rubio. Tenía mucha actitud. Era Michael Clarke. Se convirtió en el batería de la banda. Sólo quedaba encontrar a un bajista. Fue Chris Hillman, asiduo de los World Pacific, que tocaba la mandolina en bandas bluegrass quien se hizo con el puesto. Los jet Set ya eran un quinteto.
Un buen puñado de las grabaciones como los Jet Set formaron parte del primer LP de la banda ‘Mr. Tambourine Man‘ (Columbia, 1965). Cuatro de las doce canciones eran adaptaciones de Bob Dylan. El cantautor, ultra popular en aquellos días, se acercó una noche a conocerlos y tras escucharlos tocar sus canciones exclamó “¡Si se pueden bailar!”. era el empujón que les hacía falta.
Tras un extraño single ‘Please Let Me Love You’ con Elektra bajo el nombre de The Beefeaters en 1964 (locurones del mundo discográfico), el destino hizo que Miles Davis les ayudara a firmar por Columbia Records, que necesitaba una respuesta a los Beatles, que grababan para la Capitol.
El nombre de los Jet Set no pegaba ni un comino con el sonido de la banda. El 26 de noviembre de 1964 llegó el bautizó de The Byrds en la cena de Acción de Gracias. Gene Clark se acordó de ‘Birdses‘, de Dino Valenti, y ¡ale hop! comenzaba una nueva era para la música pop.
Pese a las ‘bailables’ adaptaciones de Dylan y otros maestros folk de en el álbum de debut de los Byrds, la canción escogida es obra del cantante Gene Clark, el primer gran compositor de la banda y cuya posterior carrera en solitario te pone los pelos de punta. ‘I’ll Feel A Whole Lot Better‘ fue la cara B de’Mr Tambourine Man’, el primer single del grupo.
Quizás sea más interesante la segunda época de los Byrds en la que inventaron nada más y nada menos que el country rock, pero ésa es otra historia.
El Troubadour, aunque menos famoso que otros clubs como el Whisky A Go Go, mantuvo su leyenda. En 1966 fue el punto de encuentro de Buffalo Springfield, de Neil Young, Stephen Stills y Richie Furay. A día de hoy continúa abierto. Tuve la buena suerte de ver allí a The Donnas en 2008 y la mala de no ver a Lemmy en el Rainbow.
Sigo llevando el corte de pelo de Michael Clarke.
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