Hay tanta morriña en el ADN de Miqui Otero (Barcelona 1980) como en su tercera novela ‘Rayos’ (Blackie Books), un ejercicio de memoria reposado y maduro donde conviven dos historias: la de unos padres gallegos que dejan la terriña para buscarse una vida en Barcelona, y la de unos amigos de infancia que comparten historias y cerveza contemplando los destellos de luz que salen del Palau de Montjuïc. Ambas se unen en el presente de Fidel Centella, un plumilla desorientado y temeroso al que ser adulto le viene grande y la camiseta de Barcelona 92 demasiado justa.
Fidel Centella no tiene nada que ver con superhéroes de cómic aunque vive en una obra plagada de referencias pop y metáforas escondidas. Guarda más parecido con Miqui Otero: es hijo de charnegos gallegos -el término que se inventaron los catalanes de bien para llamar a los inmigrantes de la ciudad, los primeros ‘paquis’ de los sesenta-, tiene 24 años, diastema, escribe en el periódico ‘La Verdad’ y vive en una casa en el Raval con sus amigos de siempre, a la que se muda cuando no le queda más remedio y a la que tarda más tiempo del habitual en llegar.
Si creíais que la desorientación del protagonista era una metáfora, Otero asegura que eso también es autobiográfico. Eso sí, gracias a Google Maps ha conseguido dar menos rodeos e incluso ha llegado a ahorrarse dinero en taxis. Pero tampoco se la juega a la ligera, asentado en un bar de Malasaña, pasa del café a la caña a medida que pasan las horas y las entrevistas. “Soy como un robot en modo repeat”, afirma ahora que el libro está terminado.
La conversación arranca sobre cuál de los dos, si entrevistado o entrevistadora, es más gallego. Como no podría ser de otra forma, el que gana es Juan Pardo, sin estar él presente. Lo que sigue es una reconstrucción que justifica la escasez de entrecomillados y maldice las nuevas tecnologías. A saber, hablamos sobre Cunqueiro por las comparaciones que han hecho de sus obras, aunque él no se las cree; de las fans chifladas de Ben Brooks (acababa de leer las galeradas de su última novela ‘Hurra’), o de su aparición en un listado de gurús de la moda que aún lo tiene desconcertado (su gran aportación al mundillo fue la ‘riñonera caja’, que creo que fue tendencia en su imaginación, aunque asegura ser presumido)… En resumen, una entrevista que debería haber quedado registrada para los anales de la historia, o al menos, en una grabación para avivar la memoria. Sin embargo, en el audio no se escucha nada, sólo ruido blanco. Pero ya que la idea era hablar de su libro… Hagámoslo.
Fotos: Dani Cantó
‘Rayos’ es una oda a la amistad, pero también es un reflejo de la juventud en donde resulta fácil encontrarse. ¿Los Rayos no quieren o no les dejan crecer? “Las dos cosas. En lugar de enfrentarse a la enfermedad de su padre, Fidel prefiere dar un portazo y huir de los problemas”, apunta. También existe un choque generacional, sus padres luchan con la escasez de la época y el propio protagonista trata de hacer frente a los sueños que le vendieron. Ahí está nuestro joven héroe, debatiéndose entre su novia de la infancia y lo que podría llegar a ser con su amiga pija de la mano.
Miqui Otero es un nostálgico empedernido, y esa forma de mirar se nota en el escenario por el que trascurre su historia. Ya se lo dijo su madre; “Filliño, pero esto non foi todo así”. Él se defiende, diciendo que es normal. “En el caso de los hijos de inmigrantes, nuestra visión de Galicia está todavía más idealizada, por aquellos viajes tan largos que hacíamos todos los veranos para llegar a la aldea”.
De hecho, sus primeros pasos como periodista fueron el ‘Progreso de Lugo’ y su gran reportaje, el parto multitudinario y mediático de una cabra. Allí empezó a firmar como Miqui Otero porque había un periodista veterano que se llama como él. De hecho, mantuvo la firma en su honor.
Barcelona era una fiesta. Cuando las cosas se ponen feas, en la casa de los Rayos suenan temazos de la adolescencia. Sin embargo, el pasado no siempre fue mejor. La Barcelona del 92 es sólo un símbolo, una metáfora de la “borrachera que vivió la ciudad”, apunta. En Rayos se anuncia lo que vendría después: la corrupción, la especulación, la gentrificación, los desahucios, la invasión turística… Un modelo de ciudad bastante cuestionable que trata, eso sí, con mucha retranca.
Rayos tiene melodía pop. Algunos capítulos están concebidos en forma de canción y la banda sonora que lo acompañó durante este proceso corre a cargo de Las Ruinas. También es suya la canción que suena siempre en la cabeza de Centella cuando tiene el día tonto. “Estoy cansado de mí, estoy cansado de estar cansado de mí”.
Siente fascinación por los viejos, porque ya han vivido lo suficiente para romper con el protocolo social. “Si te quieren escupir, lo hacen”. Intenta meter uno en cada novela, de ahí el fascinante personaje del afilador, Tinet. Dice que estuvo a punto de robarle el protagonismo a Centella. Tinet es el personaje más underground, un catalán fascinado por todo lo gallego, que se mueve en moto como un mod, tiene un oficio en extinción y habla un idioma ya desaparecido de los afiladores de Ourense, el barallete. Lengua que llegó a estudiar de forma obsesiva hasta el punto de practicarlo en su casa.
El yo, mejor oculto. Hay mucho de Miqui Otero en sus novelas y junto a Kiko Amat organizan el Festival Primera Persona. En su caso, él no es tan reivindicativo. “A Amat le encanta exponerse, pero yo prefiero asomar solo la patita”. Este año se celebra por primera vez en Madrid, el 7 de mayo en la Casa Encendida. Del cartel, Otero destaca el Megamix, un relato surrealista sobre pionerismo musical, con djs, sicarios, millonarios y bancarrota. ‘Vinyl’ a su lado parece un cuento infantil.
Lee un extracto de ‘Rayos’, de Miqui Otero (Blackie Books). Páginas 88-91.