Y del cuerpo y de la sonrisa más fotografiados de la historia. En ‘Bettie Page Reveals All’, la famosa pin-up narra su vida gracias a las entrevistas que el director Mark Mori le hizo antes de morir.
POR IRENE CRESPO
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Fue en 1950, Bettie Page paseaba por Coney Island, en Nueva York, pensando qué haría con su vida. Su intento de ser actriz en Hollywood no había salido bien: “Querían que me pareciera a Joan Crawford”, cuenta con su voz quebrada en el último documental que recupera la vida del mito, contado por ella misma, ‘Bettie Page Reveals All‘ [Bettie Page lo cuenta todo]. ¿Su propósito de ser modelo? Fracasado: “Nunca lo conseguirás, eres demasiado gruesa”, le dijo alguien con poca vista en la agencia Ford. Y de secretaria no ganaba dinero suficiente para soportar aquella ciudad, tan lejos de su Nashville. Pensando en todo lo que le había pasado en esos años y en cuál sería su futuro se le acercó Jerry Tibbs, un policía y fotógrafo aficionado. “Me dijo que tenía una frente muy alta y que debería cortarme el flequillo”, recordaba Bettie en una de sus entrevistas con Mark Mori, director del documental. También le dijo que podría ser una modelo pin-up y se ofreció a hacerle su primer portfolio. Y así, en aquel paseo por la playa, cambió todo.
Bettie Page se cortó el flequillo y los clubs de fotógrafos amateurs empezaron a llamarla, a fotografiarla en la playa, en el campo, en apartamentos. Citas secretas a las que iban una docena de hombres que en su casa habían dicho que iban al bar, a ver el partido… “A veces yo imaginaba que la cámara era mi novio y posaba para él”, dice la tierna Bettie. Se divertía con todo el proceso, desde la creación de los bikinis que ella misma diseñaba, a posar libremente. “Bettie se reía con todo el cuerpo”, dice uno de aquellos fotógrafos en la película. Era sexual, pero inocente y divertida. Única. Y, a pesar de su fe cristiana, nunca tuvo ningún remordimiento ni culpa por aparecer desnuda. El día que les arrestaron, ella, muy indignada, se enfrentó a la puritana sociedad americana de los años 50: “No soy indecente”, grita enfadada en el documental, como dijo en aquel juicio por el que quedó absuelta. Mientras los fotógrafos agachaban la cabeza ante el juez y sus mujeres, Bettie demostraba una vez más estar por delante de su tiempo, sin ella saberlo ni jamás proponérselo.
La inocencia y naturalidad que se transmite en sus fotos, se escucha también en la voz de la Bettie de casi 80 años que narra su vida en la película, contada visualmente a través del cómic The Betty Pages, de las películas que grabó con Irving Klaw, el dueño de Movie Star News, la fábrica de fantasías sexuales de la alta sociedad americana en aquellos años (médicos, militares, abogados pedían y Klaw y sus chicas les satisfacían con fotos, vídeos…) y de las más de veinte mil fotos que le hicieron en sólo siete años, entre 1950 y 1957, el año en el que desapareció. ¿Qué ocurrió? Una última sesión se fue de las manos. Bettie, primera gran pin-up y primera dama del bondage, sólo ponía una condición en las sesiones: nada explícito. Nada de piernas abiertas. Pero en aquellas últimas fotos, bebió (“Yo nunca bebía”, dice con pena)… y su conciencia cristiana dijo basta.
Se fue de Nueva York y desapareció más de 40 años. Estuvo en Florida, se casó, intentó ser misionera, se marchó a California en busca de su hermano, que nunca apareció, y pasó casi die años en un psiquiátrico, diagnosticada con esquizofrenia, después de apuñalar a una mujer. Las partes más tristes de su vida, las cuenta rápido, con pena, con el mismo tono de voz, y Mori las recrea gracias a los cómics de Greg Theakston y contextualiza con testimonios de gente que la conoció, como uno de sus ex maridos.
Y mientras ella estaba desaparecida, su mito crecía. Mori habla con modelos, actrices, directores, sus biógrafos y mezcla las fotos de Bettie con todos los videoclips, sesiones de fotos o pasarelas que se han inspirado en ella en los últimos 30 años. Y que durante mucho tiempo se aprovecharon de su imagen sin saber siquiera si seguía viva. Hasta que en los 90, sus fans más dedicados, The Bettie Scouts of America, dieron con ella.
Hugh Hefner, que había publicado en Playboy en 1955 la foto que la ex pin-up Bunny Yeager le hizo a Bettie al lado de un árbol de Navidad, quiso conocerla. Era 1993. “Tenía la casa más bonita que había visto nunca y llevaba un pijama de satén morado”, recuerda divertida Bettie del hombre que le salvó su vida. Hefner le presentó a un agente y ella empezó a cobrar derechos de todo el merchandising que se había hecho con su nombre e imagen. Sus últimos años vivió mejor que nunca, recluida en su casa (“Prefiero que me recuerden por las fotos”), sin entender jamás por qué le dedicaban películas (‘Rocketeer‘), exposiciones o por qué las chicas copiaban sus bikinis o su flequillo. De Madonna a Beyoncé, de Dita von Teese a todo el revival burlesque. Aquel flequillo que lo cambió todo.
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