Ni el último tostón guerracivilista de Almudena Grandes, ni las sagas de noveluchas negras bluff que transcurren en montes navarros. No todo vale. Aquí os presentamos diez libracos al peso escritos para convertir vuestras vacaciones en un viaje extrasensorial. No os preocupéis por acarrear grandes pesos. En ocasiones es necesario sufrir un poco para encontrar la máxima felicidad.
POR DAVID BENEDICTE
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1. La broma infinita
Autor: David Foster Wallace Editorial: Mondadori Páginas: 1.208 Comprar
Marchando ración y media de posmodernidad a cascoporro cocinada por el Kurt Cobain letrero de su generación. La cosa empieza, como todo Wallace, como si se estuviese dirigiendo a ti el listillo de la clase media hora antes de un examen de historia de la filosofía. A las 50 páginas, ya sólo querrás escuchar la voz de este pedazo de narrador capaz de contarte un prospecto medicinal como si fuese un relato de las mil y una noches. Ingresar en la Academia Enfield de Tenis, en Massachusetts (a cien millas de la Gran Concavidad, un yermo radiactivo repleto de bebés mutantes y hordas de hámsters salvajes), es una experiencia mucho más que religiosa (que diría aquel ‘croonercito’ de cuyo nombre no quiero acordarme, antes de que le atacase un dron). Márchate de vacaciones -a portes debidos, eso sí- con esta joyaca de David Foster Wallace y volverás reconvertido a una nueva religión: la de los lectores hechos y derechos.
2. Perfidia
Autor: James Ellroy Editorial: Literatura Random House Páginas: 779 Comprar
Vamos a ver si nos aclaramos un poco. Cuando a un tipo le llaman, con toda la razón del mundo, “el perro rabioso de las letras norteamericanas” es que algo ha tenido que hacer bien. Y James Ellroy lleva escribiendo como los ángeles caídos desde que unos tipos chungos ‘apiolaron’ a su madre cuando no era más que un pimpollo. De ahí, sin apenas transición, a facturar algunos de los mejores ‘thrillers’ que se han escrito en los últimos 50 años en el llamado País de los Libres. La Dalia Negra, L. A. Confidential, Jazz Blanco, El gran desierto, América… y en este plan. Tochos. Enormes tochos (recuerdo ahora la lectura
veraniega que me dio el puñetero Ellroy con su Seis de los grandes, 880 páginas de lo más contundente; y lo hago, eso sí, con la sensación de haber estado casado, durante los meses de verano, con una gran historia). Pero tochos que acaban salvando a cualquiera del aburrimiento playero de las cuatro de la tarde cuando no hay opción para la siesta. Y Ellroy vuelve, con este Perfidia de lectura obligada, a mordisquearnos los bajos de las bermudas. Imposible no amar a este Don Cicuta de las letras norteamericanas.
3. Caos Calmo
Autor: Sandro Veronesi Editorial: Anagrama Páginas: 512 Comprar
Años llevábamos escuchando esa vieja y roñosa cantinela de que la gran novela americana estaba aún por llegar, cuando llega el Varonesi este y, con toda la pachorra del mundo, nos deja clarinete desde el primer párrafo que la gran novela americana estaba por escribirse, sí, pero iba a ser él, un florentino de la mismísima Italia, el encargado de facturarla. Hay algo en este larguísimo y fibroso relato, de ambiente veraniego, que acaba por tatuarse en la memoria de todo lector como tatuado acabó aquel enorme corazón con la leyenda “Amo a Vanessa” tras aquella inolvidable noche que transcurrió en Denia La Nuit. Sandro Veronesi combina la tragedia con un humor descacharrante y reinventa la novela posmoderna contada de un modo tradicional, es decir, le mete por el recto a la literatura actual un condensador de fluzo para que recobre la pobre unos mínimos de dignidad. Sandro Varonesi es el Doc Emmett Brown de la literatura mundial. Nos pone firmes a todos, acercándonos un espejo convexo, y se queda tan pancho. Son 512 páginas que se leen de tirón y con el deseo de que nunca llegue la última a buen (o mal) fin.
4. El día del Watusi
Autor: Francisco Casavella Editorial: Destino Páginas: 1.184 Comprar
Vayamos por partes, que diría Jack El Destripador, antes de comerse un menú Whopper. El día que Francisco Casavella decidió cambiar el bic azul por un bisturí para escribir este El día del Watusi a la manera de un psychokiller cuya obsesión le lleva a reconstruir el fiambre que acaba de cargarse, ese día cuentan que se escuchó un ‘¡olé!’ en el lugar donde se supone que están, semienterrados, los huesos de Cervantes. Noveleramente hablando, Francisco Casavella es el nieto bastardo de Juan Marsé y su El día del Watusies la versión tenebrosa del retrato de Dorian Gray realizado a aquella España del desarrollismo que, de tanto huir de sí misma, acabó dándose de bruces con la Puerta de Brandeburgo. Si este fuese un país mínimamente serio, Casavella y toda su obra estarían en boca de todo el mundo. Falleció repentinamente, a los 45 años, en diciembre de 2008. Nos queda su obra, y más en concreto esta impresionante novela río que saca los colores a buena parte de los autores de su generación (aquellos que sí tuvieron éxito inmerecido). Irse de vacaciones con El día del Watusi, del gran Casavella, promete bastantes noches en blanco y en estado semilisérgico. No digo más.
5. Watchmen
Autor: Alan Moore y Dave Gibbons Editorial: Planeta DeAgostini Páginas: 462 Comprar
Cómic. Mejor dicho, el cómic. Equivalente ‘viñetero’ a lo que a la literatura universal supone El Quijote (confiemos en que Andrés Trapiello no se entere de su existencia). La historia de los Vigilantes contra el crimen es la historia reciente de Estados Unidos y, por extensión, de todo el planeta que pisoteamos. Las entregas originales fueron publicadas, en formato comic-book, entre 1985 y 1986 y se inspiraron en el contexto de la Guerra Fría entre los EE.UU. y Rusia. Sus protagonistas principales, Rorschach, El Comediante, Espectro de Seda II y Ozymandias, nos hacen ver que el cómic puede ser la herramienta perfecta para una lectura adulta. Anticipo de lo que supondría, años después, el boom de la novela gráfica. Una delicia. Inolvidable delicia cuya forma y fondo han convertido este tebeo en leyenda. Eso sí, hay que ser muy valiente para plantarse con él en mitad de una playa abarrotada y empezar a leerlo. Pero es que nadie dijo que esto de leer obras maestras fuera fácil. Animaos. No os arrepentiréis.
6. Jota Erre
Autor: William Gaddis Editorial: Sexto Piso Páginas: 1.133 Comprar
Hilarante e impacable sátira del capitalismo estadounidense rampante. Escrita, eso sí, por un tipo del que mucho tiempo se pensó que se ocultaba detrás del pseudónimo Thomas Pynchon (otro ‘tochero’ de postín que podría, perfectamente, engrosar esta lista de libracos con su El arco iris de gravedad, de 1.152 páginas). El protagonista de Jota Errees un entrañable onceañero, Jota Erre Vansant, que construye un imperio de papel sin más herramientas que un teléfono y una galopante ambición que carece de escrúpulos. Una forma de lo más vitriólica y contundente de dar un necesario repasito a ese cuento chino denominado ‘sueño americano’. Eso sí, quien espere toparse con una novela lineal al uso en plan ‘thriller’ navarro o los bodrios de Andrés Trapiello, ya puede dar media vuelta porque lo que Gaddis pretendió al escribir Jota Erre era reflejar su visión de la sociedad contemporánea como “un caos inconexo, una tormenta de ruido”. Y la novela desborda estilo, pero también forma parte de él un caos fragmentario que, en este caso, es marca de la casa. Novela difícil, desde luego. Pero, superado ese tramo de sorpresa inicial, acaba siendo un clásico de los que acaban marcándolo a uno de por vida. A mí me ocurrió. Verano del 2013.
7. El tambor de hojalata
Autor: Günter Grass Editorial: Alfaguara Páginas: 680 Comprar
Oskar Matzerath. Un pequeñísimo ‘crack’. Protagoniza el debut literario de Günter Grass y, aun a costa de negarse a crecer, pone las bases del que será el marco de toda la obra posterior del ‘nobelizado’ nacido en la ciudad polaca de Dánzig: el trauma alemán. El pequeño Oskar, siempre acompañado de su tamborcito tocahuevos, acaba cogiendo al Tercer Reich por la corbata y obligando a sus jerarcas a bailar para él. Hablar de Oskar Matzerath es hacerlo, un poco, de todos nosotros y nuestro pasado reciente. Oskar se resiste a crecer porque no le mola ni un diminuto pelo la sociedad pequeñoburguesa del nazismo. Ahí queda eso. ¡Ojalá muchos hubieran pudiésemos hacer lo mismo llegado el caso! De ahí a convertirse en un endiablado enano que destroza cristales a gritos; o un delicadísimo ser que cae rendido a toda chiquilla o milf que se cruza en su camino; o un sexoadicto superdotado; o un repulsivo jorobado; o un ‘psychokiller’ que no duda en cepillarse a quien le molesta el ruidito de su tambor; van medio centenar de páginas. Clasicazo al canto que, con un derroche de realismo mágico nunca antes atisbado en la literatura alemana, acaba denigrando hoy por hoy a todas esas novelillas ‘bestsellerizadas’ que se las dan de históricas. Lo del ‘padre putativo’ del pequeño Oskar y lapolémica que se montó poco antes de su muerte a causa de su paso (marcial) por las juventudes hitlerianas, mejor lo dejamos para septiembre.
8. El jilguero
Autor: Donna Tartt Editorial: Lumen Páginas: 1.152 Comprar
Desde luego que no es la obra maestra que nos han tratado de colocar los expertos vendemotos estropeadas de los suplementos culturales. Por mucho que se les cayese la baba soltando esa sandez de “el primer clásico del siglo XXI” que tanto les gusta repetir. Por mucho que le cayese, gracias a no se sabe qué, el Premio Pulitzer y se convirtiese en un inmediato ‘best-seller’. De todas formas, hay que reconocerle el mérito a la buena de Tartt y este ‘jilguero’ de altos vuelos funciona perfectamente para afrontar una de esas lecturas veraniegas en las que lo más importante es pasar unas horas encandilado frente a un texto mínimamente digno. Si además, para vuestra fortuna, acabáis encontrando en este ‘trago largo’ novelesco dos ingredientes fundamentales: tres cuartos de Dickens y un chorrito de Paul Auster a modo de colorante, pues seréis bienvenidos al numeroso y selecto club de los ‘tarttianos’. Podréis perdonar entonces a la autora que su novela se desfonde un poco en el último tramo. No obstante, ¿quién coño pretende correr una maratón esprintando desde los primeros metros y llegar a la meta el primero, entero y saludando a la parroquia? ¿Eh? ¿Quién? ¡Enhorabuena a los futuros ‘tarttianos’ rellenos de mermelada de arándanos!
9. Guía para viajeros inocentes
Autor: Mark Twain Editorial: Ediciones del Viento Páginas: 622 Comprar
En 1867, los periódicos estadounidenses se hacen eco del anuncio de la “Excursión a Tierra Santa, Egipto, Crimea, Grecia y lugares de interés intermedios”, para la que se proponen fletar un barco que partirá del puerto de Nueva York. Y a esa aventura que se apunta, como si no hubiera un mañana, el grandísimo plumilla Samuel Langhorne Clemens, más conocido por su pseudónimo, Mark Twain, y por los personajes de los libros que le darían fama universal: Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Ya, pero os recuerdo que estábamos en 1876. Y que ese año Mark Twain se embarca con un buen número de pioneros en ese crucero fundacional y envía sus crónicas al diario Alta California. No exagero si os digo que el resultado es de carcajada por línea. Mark Twain, uno de esos geniales tipos que nunca tuvo ni dios ni amo, se despacha a gusto, empezando por él mismo, como tiene que ser, con las obras de Miguel Ángel, otros grandes clásicos de la Antigüedad, los Maestros Antiguos, los guías de turismo, los franceses, los napolitanos y los residentes en Tierra Santa. De obligada (y carcajeante) lectura.
10. El plantador de tabaco
Autor: John Barth Editorial: Sexto Piso Páginas: 1.176 Comprar
Ebenezer Cooke. Poeta londinense. Dicen algunos estudiosos que a él se debe la que se considera la primera sátira americana. Bien, pues John Barth apunta a la frente de Cooke con su afilada estilográfica, a modo de varita mágica, para dar vida al protagonista de El plantador de tabaco, novela en la que un inocentón y torpe protagonista es enviado al Nuevo Mundo para hacerse cargo de la hacienda de su padre. A partir de ahí, lo que prosigue es un Desmadre a la americana en versión decimonónica en el que no faltan piratas sedientos de sangre y ron, prostitutas de baja estofa y golfos apandadores sin ningún escrúpulo que harán del protagonista, trasunto del bueno de Cooke, el genial poeta que llegó a ser. Obra maestra, tan ‘quijotesca’ como desternillante. De las que requieren, eso sí, un esfuerzo considerable de lectura que acaba siendo gratamente recompensado.
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