De cómo un brillante estudiante apasionado por el estudio de las células fotovoltáicas creó y gestionó un mercado negro online Y acabó en la Corte Federal condenado a dos cadenas perpetuas por cargos entre los que se encuentran los de tráfico de drogas, blanqueo de dinero, violación informática (hackerismo) e inducción al asesinato.
POR ÁNGEL RAMOS
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PARTE I – Los Orígenes » Un estudiante con inquietudes políticas – Ideales utópicos – Un sistema económico alternativo y libérrimo
Si hacemos caso a Ross Ulbricht y a sus abogados todo comenzó en 2008 con una importante epifanía intelectual: la economía es la clave para entender el mundo. Hasta entonces, los que le conocieron, dicen que no había tenido mucho interés por los asuntos que se salieran del ámbito científico. Se había graduado en Física por la Universidad de Texas y luego se había matriculado en la Universidad Pública de Pennsylvania State para completar una licenciatura en Ingeniería. Pese a completar sus estudios, Ross perdió todo interés por labrarse una carrera dentro de su campo y comenzó a interesarse mucho más por la política, participando activamente en los grupos de estudiantes más conservadores: aquellos que defendían el anarcocapitalismo, una tesis radical capitalista –también conocida como Libertarianismo– que aboga por la abolición del Estado y su sustitución por una organización basada en el individualismo, la propiedad privada y el mercado libre.
¿Eran realistas esas pretensiones? ¿Funcionarían? Al parecer Ulbricht, aunque desencantado por la ciencia pero todavía lo suficientemente cuerdo como para entender las bondades del método científico, necesitaba demostrar que aquel corpúsculo de teorías (económicas, políticas, filosóficas) reunidas alrededor de la fe ciega en el individualismo, la Ley Natural, y en una reticencia enfermiza a la idea de pagar impuestos, podían tener aplicaciones prácticas. Pese a que, en una primera lectura, a alguien se le pudiera ocurrir que este ideario nos devolvería de una patada en el culo a los tiempos del feudalismo, lo cierto es que tanto Ulbricht como otros entusiastas creen que la abolición del Estado y el establecimiento del libre intercambio económico como estructura social harían desaparecer la coerción, la desigualdad y la violencia, que son las armas con la que los gobiernos controlan al ser humano. Dispuesto a despejar todas las dudas sobre el anarcocapitalismo, Ulbricht se entrega a la tarea de, según él mismo escribió en su página de Linkedin, crear “una simulación económica para darle a la gente una experiencia de primera mano de cómo sería vivir en un mundo donde no existiera el uso sistémico de la fuerza”.
Por aquellas fechas Ross ya había leído, de cabo a rabo, una de las publicaciones más populares entre los libertarianos norteamericanos: el ‘Manifiesto Neolibertario’. Escrito por Samuel E. Konkin, este documento aboga por la instauración del Agorismo, una ideología que preconiza el uso del mercado negro como fuente de financiación y de inspiración para el establecimiento de una sociedad anarcocapitalista. Si el Gobierno no es quién para inmiscuirse en lo económico tampoco tiene autoridad para dictar sobre la legalidad o ilegalidad de vender armas, drogas, bienes robados etc, etc.
El chico ideal
Nadie sospechaba de Ross Ulbrich (en la instantánea de la izquierda, junto a sus padres), hasta que fue capturado con las manos en la masa en una biblioteca pública de San Francisco (centro) desde la que manejaba los hilos del gran mercado negro de drogas online (derecha).
PARTE II – Nace Silk Road » Un nick de ‘La princesa prometida’ – El pirata libertario cobra peaje – Bitcoin: una moneda virtual alarmante – Un compinche yonqui – Hitmans a gogó
Así, en 2011, lo que Ulbricht dijo que sería una “simulación económica” se convierte en Silk Road: una página web donde los usuarios pueden comprar y vender lo que crean conveniente. Para evitar ser molestado por los implacables y quisquillosos legisladores Ross Ulbricht establece su página en la deep web, dentro de la red TOR, evitando así aparecer en los motores de búsqueda tradicionales, lo que permite a sus usuarios el intercambio anónimo de bienes y servicios. Para garantizar que ningún inspector de hacienda meta sus narices en el asunto, en Silk Road sólo se puede operar con Bitcoins, la famosa moneda virtual, que parecía entonces intrazable. Él mismo funda su mercado, su ágora, bajo el seudónimo de ‘Dread Pirate Roberts’, en homenaje –y aquí está lo deliciosamente naïf– al personaje interpretado por Cary Elwes en la película ‘La Princesa prometida’.
El éxito del “experimento” de Ross Ulbricht es espectacular e inmediato. Pronto llama la atención de todos los analistas de Internet, medios como Gawker se hacen eco del éxito de Silk Road y comienza a especularse con el flujo real de beneficios que reporta a su administrador; quien, contraviniendo el espíritu libertariano que el Pirata Roberts/Ross Ulbricht defienden, cobra un porcentaje de todas las transacciones.
De pronto Silk Road se convierte en un ejemplo, en un mal ejemplo, de las teorías que abogan por la desregulación económica y no hay ningún artículo que hable sobre los bitcoins que no deje caer una nota de pánico ante la posibilidad de que una moneda virtual pueda servir para evadir grandes sumas de capital.
Como Silk Road crece como empresa, Ulbricht se ve en la necesidad de contratar los servicios de otro administrador que le ayude en las tareas del mantenimiento del tráfico. Lo encuentra entre sus propios usuarios. Se hace llamar ‘ChronicPain’ (dolor crónico) y vende medicamentos –sobre todo calmantes- que sólo pueden comprarse con receta. Comparte con Bob las tesis libertarianas y pronto crece entre ellos una extraña complicidad pues vienen de mundos completamente diferentes: detrás de ese nick se encuentra un desempleado de 47 años adicto a la heroína llamado Curtis Green Clark que vive en una población cercana a Salt Lake City (Utah) junto a su mujer y sus hijos. Un accidente le impidió terminar los estudios en la Escuela de Enfermería y ha estado toda su vida malviviendo de la estafa, el menudeo con medicamentos y un largo etcétera de delitos menores. Gracias a su actividad en Silk Road ha levantado algo la cabeza y ha podido sufragarse otra pequeña fuente de ingresos como jugador de poker online.
Cuando transcurre menos de un año de su trabajo como administrador decide dar el salto a las cosas grandes e intenta pasarse al tráfico de cocaína. La jugada le sale mal y acaba siendo detenido en posesión de un kilogramo de nieve colombiana de purísima calidad. Cuando los federales le aprietan las tuercas admite trabajar para Silk Road como administrador pero dice no saber quién está detrás ya que no conoce a su jefe por su nombre real ni tiene datos sobre su paradero.
Ulbricht, que hasta ese momento había mantenido un perfil de presencia bajo, que no había cometido errores, que seguía acumulando un enorme capital en bitcoins… pero que seguía viviendo en pisos compartidos y no despertaba ninguna sospecha entre sus compañeros o amistades, comienza a ponerse nervioso porque no sabe, a ciencia cierta, si Curtis puede dar datos importantes sobre él o su web. El pánico parece apoderarse de él y comienza a buscar un asesino a sueldo. Encuentra a uno en su propia página que le ofrece acabar con la vida de Curtis por 80.000 dólares. Lo que no sabe es que, en realidad, está contratando los servicios de un agente encubierto del FBI que, poco después, le envía unas fotos trucadas donde se puede ver el cadáver de su antiguo asociado como prueba de que el trabajo se ha llevado a cabo.
Por si fuera poco otro de sus usuarios, una persona que se hace llamar ‘FriendlyChemist’, decide chantajearle amenazándolo con hacer pública una lista de compradores y vendedores del sitio. Desesperado por la situación decide buscar a otro asesino a sueldo. Esta vez se le ofrece un tal ‘RedandWhite’. Según la conversación entre ambos, este nuevo criminal dice ser miembro de los Hells Angels (el rojo y el blanco son los colores oficiales del Club de Motos más famoso del mundo) y tener un largo historial delictivo. La conversación, aireada durante el juicio, contiene una lista de tarifas (300.000 por hacer un trabajo limpio y 200.000 por hacer uno más sucio) y el comentario de Ulbricht de que no le importa pagar lo que pide, pero que en el pasado había contratado los servicios de otro profesional por sólo 80.000. Tras el regateo acordaron una cifra de 150.000 dólares. Unos pocos días después, y sin mostrar ninguna prueba, ‘Redandwhite’ le hace saber a Dread Pirate Roberts que ya no tiene que preocuparse del asunto. Un poco después ‘RedandWhite’ cuenta a Ulbricht que sabe que hay cuatro personas más que conspiran contra su persona y que podría encargarse de todas ellas por 500.000 dólares. Ulbricht paga religiosamente pero tampoco recibe pruebas de ningún asesinato.
Muestras de apoyo
Ulbrich ha recibido apoyo masivo de activistas que abogan por la no interferencia de los estados en las actividades de Internet y que ven en el caso una puerta abierta hacia el control de la actividad económica y una amenaza relativa al manejo de información sobre usuarios.
PARTE III – La caza » Todos contra Dead Pirate Roberts – Google como hilo de Ariadna – Con las manos en la masa.
Como experimento económico dirigido a respaldar las tesis libertarianas Silk Road hace aguas por todas partes ya que, pese a ofrecer un marco igualitario y libre para el intercambio económico desarrollado sin presiones gubernamentales, la gente sigue comportándose bastante mal en lo que a ejercer la violencia y la coerción se refiere. Pero, por el contrario, su flujo económico y procedencia (mezclado con el repentino interés de los medios) permitieron demostrar lo bien coordinadas que pueden llegar a estar las diferentes agencias estatales y federales de los Estados Unidos (en este particular la Administración americana es un complejísimo y caótico juego de egos y vasos comunicantes que gustan poco de la colaboración) cuando se les pone un enemigo delante que parece atentar contra ellas mismas. En un esfuerzo sin precedentes el ‘Caso Silk Road’ consiguió unificar los esfuerzos de elementos tan dispares como el FBI, Homeland National Security, el US Secret Service, la DEA y un largo etcétera de departamentos de policía y oficinas federales que pusieron todo su empeño en capturar a Dread Pirate Roberts.
Pingües beneficios
Pero las pruebas presentadas durante el proceso revelaron que Ulbricht obtuvo un beneficio personal de 18 millones de dólares, casi el 10% del dinero ilícito que se movió en 1,5 millones de transacciones.
El primer paso para ello lo dio el agente del IRS, la Agencia Tributaria norteamericana, Gary Alford. Como no podía centrarse en un perfil específico decidió rastrear por la red las primeras menciones a Silk Road. Era normal que una investigación sobre actividades criminales en Internet acabara teniendo al buscador de Google como herramienta imprescindible. El agente Alford se encontró con la sorpresa de que un internauta llamado ‘Altoid’ había sido el primero en hacer un comentario sobre dicha web e, incluso, en redirigir a los posibles interesados hasta un blog de WordPress donde se encontraban las instrucciones para llegar al sitio. Tras esta primera pista encontró otra participación del mismo internauta en un foro sobre bitcoins solicitando la ayuda de un experto y dejando una dirección de correo electrónico: [email protected].
En pocos días identificó a Ross Ulbricht, un anónimo licenciado en Físicas e Ingeniería, como la persona que se hacía llamar Dread Pirate Roberts. Así se lo hizo saber al agente Jared Der-Yeghiayan, de la National Homeland Security, que llevaba meses infiltrado bajo el nick de ‘Cirrus’ en Silk Road y había conseguido alcanzar el status de administrador al igual que Clark. Pese a todo, ‘Cirrus’ estaba en un callejón sin salida ya que todos sus intentos por sonsacar a Ulbricht sobre su identidad o su paradero habían resultado estériles.
La hipótesis de Alford comenzó a cuadrar cuando, al rastrear el paradero de Ross Ulbricht los agentes descubren que vive en San Francisco bajo el nombre de Josh Terry. Una investigación somera sobre su vida en la ciudad no rebela ningún dato alarmante: uno de los agentes toma contacto con uno de sus compañeros de piso que dice que Josh cuenta poco de sí mismo, que pasa muchas horas delante del ordenador, que cuenta que vive de su profesión de trader y que ha pasado algún tiempo en Australia.
Como nada cuadra, el 1 de octubre de 2013, la maquinaria policial se pone en marcha: el plan consiste en atrapar a Ulbricht haciendo uso de su ordenador y con el perfil de Dread Pirate Roberts abierto, lo que sería una prueba definitiva.
Ulbricht sale de su apartamento y camina hacia la Green Park Branch Library, una biblioteca pública con conexión wi-fi abierta que le sirve como uno de los escondrijos para que no pueda trazarse su IP. El agente Der-Yeghiayan se conecta al chat de Silk Road a mediodía y, a los pocos minutos, se conecta Ulbricht. Tienen una pequeña conversación de cortesía y el agente le pide que chequee algunos de los mensajes que tiene por él. Ulbricht accede, se loguea y, entonces, los agentes de la ley caen sobre él, lo esposan antes de que pueda tocar el ordenador de nuevo y borrar cualquier información y comprueban que, efectivamente, está usando el perfil de Dread Pirate Roberts. El criminal libertariano ha caído pero Silk Road siguió viva un tiempo.
Silk Road fue cerrada por el FBI tras la detención de Dread Pirate Roberts pero volvió a estar activa a partir de noviembre de ese mismo año, lo que permitió al abogado defensor de Ulbricht sostener durante un tiempo la tesis de que su defendido no era la persona que estaban buscando. De hecho, el propio Ulbricht declaró que había traspasado Silk Road casi al comienzo de su actividad porque el mantenimiento de la página lo estresaba, aunque se negó a facilitar la identidad de los nuevos administradores. En diciembre de 2013 se detiene a Andrew Michael Jones y Gary Davis bajo la acusación de ser los nuevos administradores de la página que se cierra y se vuelve a abrir, permaneciendo activa hasta noviembre de 2014 cuando, en el marco de la Operación Onymous (en la que se cierran también Agora e Hydra, otras webs similares), se detiene a Blake Benthall como último responsable de la página.
PARTE IV – Las consecuencias » Una jueza amenazada de muerte y trolleada – Aparece un nuevo culpable – Mártir de anarcocapitalistas y libertarianos –Un fiscal con ambiciones políticas – Los fiambres no aparecen
Finalmente, y tras una batalla legal ardua y complicada, el 13 de enero de este año comienza el juicio contra Ross Ulbricht en la Corte Federal de Manhattan. En esa fecha Ulbricht ya recibe el apoyo masivo de activistas por la libertad total de Internet que abogan por la no inmiscusión de los estados en las actividades de Internet y ven en la investigación sobre Silk Road una puerta abierta hacia el control no solo de la actividad económica en la red si no también una amenaza a la información sobre los usuarios. Las iras se dirigen específicamente hacia la jueza del caso, Katherine B. Forrest, que recibe amenazas de muerte casi diarias y que ve como todos sus datos personales (dirección, matrículas de sus coches particulares, teléfonos, correos electrónicos y número de la seguridad social) son aireados en la página Hidden Wiki.
Para calentar aún más el ambiente el abogado de Ulbricht, Joshua Dratel, ofrece una nueva hipótesis a la corte: el verdadero hombre en la sombra, el cerebro detrás de Silk Road no es otro que Max Karpelès. Nada más y nada menos que el CEO de Mt. Gox, una agencia de cambio de bitcoins radicada en Japón desde 2009. Según Dratel habría sido Karpelès el que, interesadamente, habría revelado el nombre de su defendido a las autoridades para salir indemne del asunto. La afirmación de Dratel no era descabellada del todo pues el nombre del francés había salido en las quinielas del agente Der-Yeghiayan como uno de las posibles identidades detrás del nick ‘Dread Pirate Roberts’, pero había sido descartado como sospechoso aunque sí se podía decir que había usado los servicios de Silk Road para mover bitcoins de forma disimulada.
Max Karpèles
A la izquierda, Max Karpèles, CEO de Mt. Gox –una agencia de cambio de bitcoins– al que los abogados de Ulbricht acusaron de ser el verdadero cerebro en la sombra que gestionaba Silk Road. La cortina de humo no prosperó y Ulbricht –a la derecha se puede vfer un surtido de carnets con distintas identidades que utilizaba – pasará el resto de su vida entre rejas.
Tampoco los anarcocapitalistas y libertarianos han querido quedar fuera del caso y han aprovechado las tres semanas de juicio para mostrar su apoyo a Bob Ulbricht organizando campañas de recogidas de fondos para sufragar las costas de su defensa y, como no, para alzar la voz contra el gobierno norteamericano dejando entrever que la actuación combinada de todas las agencias implicadas coordinadas a la vez con servicios policiales extranjeros para capturar al Pirata Roberts no hacían más que demostrar que el estado se comportaba como una maquinaria opresora precisa que sabía donde hacer daño en cuanto alguien alzaba la voz contra su poder. El propio fiscal del Distrito Sur de Nueva York, el indio-americano Preet Bharara, ha sido acusado por los grupos de presión libertarianos de emplearse con una fuerza sin precedentes en este caso por razones políticas y no legales y, sobre todo, por su ambición personal de ser el próximo fiscal general del Estado en caso de que, tras Barack Obama, otro demócrata suba a la presidencia. No dicen estos grupos de presión que Bharara es conocido por emplearse con extrema dureza en los casos de delitos económicos y fiscales y que fue el hombre que encarceló a Bernie Maddoff por su estafa piramidal.
¿QUÉ ERA SILK ROAD?
Un mercado virtual de compraventa establecido, en principio, en la Red Tor. Esta red ofrece una forma de encriptamiento que protege nuestros datos al navegar por la red y que fue desarrollado por la Marina norteamericana para que sus comunicaciones internas no fueran interceptadas. Una vez que accedemos a dicha red podemos acceder a una serie de páginas de contenidos que no aparecen en los servidores tradicionales ya que permanecen ocultas. ¿Patrocina la red Tor la delincuencia? No de forma directa pero este anonimato, y la falta de control sobre los usuarios y las webs, ha hecho que proliferen páginas del estilo de Silk Road donde, desgraciadamente, se trafica con todo un catálogo de mercancías ilegales que van desde la compra y venta de armas o listados de números de tarjetas de crédito hasta la contratación de sicarios o el camelleo. Para acceder al antiguo Silk Road solo había que entrar en la Red Tor y darse de alta como usuario. A través de su foro público se podía comprar y vender casi de todo. Silk Road se llevaba un tanto por ciento de todas y cada una de las transacciones. En definitiva: una especie de Ebay de todo lo ilegal.
Pero, llegados a este punto: ¿Se acuerdan ustedes de todos esas personas que Dread Pirate Roberts ordenó asesinar?
Eliminar al escudero
Cuando el Pirata Roberts decide contratar los servicios de otro administrador lo encuentra entre sus propios usuarios: se hace llamar ‘ChronicPain’ y bajo ese nick se oculta Curtis Green Clark, desempleado de 47 años adicto a la heroína que malvive en Utah traficando con medicamentos. Al tiempo, Ulbricht, paranico, contrataría a un asesino a sueldo para liquidarlo.
Bien, la fiscalía no ha presentado cargos. Y no lo ha hecho porque es imposible saber la identidad del usuario a quién encargó los crímenes (‘RedAndWhite’) y también imposible saber si, como dice, fue cierto que asesinara al usuario conocido como ‘FriendlyChemist’. Por su testimonio tendría que haber viajado hasta Canadá para llevar a cabo el crimen y la policía de ese país no tiene constancia de ningún hecho violento de esas características por lo que, o ‘RedAndWhite’ hizo muy bien su trabajo y escondió muy bien el cuerpo o, simplemente, le tomó el pelo. Tampoco se ha podido averiguar ni siquiera los nicks de los otros cuatro usuarios que conspiraban contra Silk Road y su creador y que ‘Redandwhite’ dijo haber asesinado. Es posible que todo fuera un timo urdido por un mismo usuario (usando dos nicks) que, en primera instancia, se hizo pasar por un molesto chantajista y, un poco más tarde, como el asesino que acabaría como ese chantajista. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que cobró 650.000 dólares por unos trabajos que nadie sabe si llegó jamás a realizar.
El otro asesinato fingido, el de ‘ChronicPain’, le va a salir un poco más caro a Ross Ulbricht ya que, terminado este juicio, tendrá que enfrentarse a otro en la Corte de Maryland donde, previsiblemente, será acusado de conspiración para cometer asesinato. Otra condena más que se unirá a la condena por los siete cargos por los que se le ha declarado culpable en la Corte Federal de Manhattan.
Sobre todas estas mentiras, sobre todos los juegos de sombras que rodean a Ross Ulbricht está la certeza de que, bajo su mando, Silk Road movió de 2011 a 2013 un total de 1.2000 millones de dólares en transacciones de las que Ulbricht se embolsó alrededor de 18 en concepto de comisiones.
EPÍLOGO
“Que quede claro. Nadie está por encima de la Ley”, dijo solemnemente la juez de distrito Katherine Forrets. “Ahora debes pagar el precio”. Así, a finales del mes de mayo de 2015, Ross Ulbrich, quedaba sentenciado a una vida eterna entre rejas.
“Déjeme ver un atisbo de luz al final del túnel”, imploró el Pirata Roberts. Ulbricht se enfrentaba como mínimo a 20 años de cárcel. Pero la fiscalía solicitó una pena “sustancial” para evitar que otros siguieran sus pasos. El juicio en Manhattan duró tres semanas. El acusado no testificó en su defensa. Pese a que admitió ser el creador de Silk Road, negó haber gestionado la web directamente, porque la abandonó a los pocos meses de crearla.
Las pruebas presentadas durante el proceso revelaron que Ulbricht obtuvo un beneficio personal de 18 millones de dólares, casi el 10% del dinero ilícito que se movió en 1,5 millones de transacciones.
“Los criminales deben entender las muy serias consecuencias” que acarrean estos delitos, apostilló la jueza. Junto a la ejemplarizante condena de prisión, se impuso al acusado una pena financiera de 183 millones. Sus abogados piensan apelar.
Ahora que Ross Ulbricht ha sido condenado a dos cadenas perpetuas tendrá mucho tiempo para pensar en todo lo ocurrido desde 2011 hasta ahora. Podrá repasar mentalmente los fallos que cometió a la hora de crear su utopía económica y como ésta se vino abajo a las primeras señales de codicia propia y ajena. Si sabe leer las señales entenderá que Silk Road y su proceso le han abierto la puerta a todos aquellos que creen necesario un mayor control sobre Internet.
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