Hay historias que merecen ser contadas. Y esta es una de ellas.
Es la historia de un chaval, como tantos otros, al que un día le infecta el veneno de la música. Lo extraordinario es que son dos sucesos terribles —la pérdidas de su madre y la pérdida del sentido de la vista— los que, en vez de suponer un lastre definitivo se convierten en la chispa necesaria para perseguir su sueño y montar una banda de rock con la que dar rienda suelta a su creatividad y exorcizar sus demonios internos.
En esta historia hay tragedia, tesón, suerte, valor, alegría y amor por la música.
Esta es además una historia ejemplarizante, una que puede significar un estímulo para los que la conozcan.
Una historia que ya de por sí tendría un final feliz; pero también una historia inacabada a la que le quedan muchos capítulos por escribir.
La historia nos la cuenta, en primera persona y sin escatimar detalles, su protagonista.
Mi nombre es Jesús Suárez. Nací en A Coruña un dos de noviembre de 1977, así que ya soy un cuarentón aunque mi mente no sea capaz de asimilarlo. Considero que la edad no está en el carnet de identidad y que realmente está en nuestra mentalidad y en nuestras ganas de vivir y de crecer día a día.
En casa mis padres no escuchaban mucha música, de lo poco que recuerdo son aquellos vinilos de Mocedades, La Pequeña Compañía…
Mis primeros recuerdos musicales son levantarme todos los sábados tempranito para asistir a clases de guitarra en una rondalla juvenil, la Agrupación Albéniz, debía tener unos ocho años. Mi hermana y yo asistíamos a las clases del Maestro Estévez. Ya se sabe la manía que tenemos los padres de hacer a nuestros hijos expertos en prácticamente todo, pues a mis padres les ocurrió lo mismo.
Comencé con clases de guitarra, pero me frustraba porque mis dedos no eran capaces de recorrer el mástil, así que mi madre decidió cambiarme al laúd. Conseguí aguantar un par de años más. Mis inquietudes como niño eran otras: estar con mis amigos, jugar al fútbol y, sobre todo, correr por la calle. En ese momento para mí la música tenía un papel secundario.
Desde bien pequeñito he sido socio del Depor. Mi vida como socio empezó en la pequeña grada de Especial Niños, donde se fraguó una gran generación de deportivistas. Tenían un ambiente especial, recuerdo que el carné valía mil pesetas para toda la temporada. Según te vas haciendo mayor pasas a la grada de General y vives el fútbol de otro modo. El ascenso con el Murcia y, sobre todo, la promoción con el Betis marcaron el inicio del Súper Depor. Haber vivido esa época de un equipo tan pequeño en comparación con otros monstruos que mueven tanta masa social y tanto dinero, sentir que hemos sido capaces de ser los mejores y poder haberlo visto, me hace sentir orgulloso.
En su día, mi madre fue una pionera y me animó a estudiar FP a principios de los años 90, cuando estos institutos estaban mal vistos y se pensaba que solo estudiaban FP los fracasados educativos. Haber podido estudiar Electrónica me abrió las puertas de la Universidad, a la que nunca habría llegado de haber estudiado BUP y COU; hubiese fracasado. Así que le doy las gracias a mi madre por haberme convertido en lo que soy y haberme dado la posibilidad de hacer lo que siempre quise.
Tengo la suerte de poder dedicarme al trabajo que más me gusta. Soy informático en Hijos de Rivera, más conocida en el mundo como Estrella Galicia. Para mí es un honor formar parte de esta gran empresa de mi ciudad, con la cual me siento tan identificado.
El veneno de la música entro en mi cuerpo con los Guns and Roses, con el disco Use your ilusión 2, en 1991. Descubrir ese disco, esas guitarras y, sobre todo, la voz de Axel, hicieron que algo cambiara en mí para siempre.
A partir de ahí empecé a descubrir más grupos y me di cuenta de que lo que realmente me gustaba eran el heavy metal y el hard rock. Bandas como Iron Maiden, mi grupo de cabecera, Helloween, Judas Priest… se convirtieron en mi banda sonora vital. Los pósters de esas bandas que salían en las revistas que compraba en su momento, como la Heavy Rock o la Kerrang, forraban mis carpetas del colegio y el instituto.
Sin duda al artista que mas he visto en directo es al gran Bruce Dickinson y a los eternos Iron Maiden. Cada vez que los veo me sorprenden, nos demuestran que la música es inmortal.
Al abandonar las clases de música, la guitarra quedo arrinconada en una esquina de mi habitación y no me volví a acordar de ella hasta que comencé la universidad. Ahí el destino me tenía guardada una sorpresa: el primer día conocí a uno de mis mejores amigos, mi ‘hermano’ Carlos. Él ya tenía un grupo de heavy metal y era guitarrista. Para mí el era un ídolo, que con 18 años tuviera su banda me hacía sentir una envidia sana. Fue Carlos el que me animó a quitarle el polvo a esa guitarra arrinconada y me enseñó de nuevo a tocar. Desde entonces no he vuelto a dejarla, es una amiga mas, forma parte de mi vida, y eso se lo debo a él.
A partir de ahí, vas cogiendo la guitarra y en tu pequeño cuarto compones tus canciones, pero las dejas en un cajón, piensas que a nadie le pueden interesar tus historias, así que se van acumulando una tras otra. Piensas que el sueño que has tenido siempre de poder cantar y subirte a un escenario con tu banda de rock es una utopía.
De niño a mí nunca me gustó leer, ni libros, ni cómics, ni nada de nada. Pero dos puntos de inflexión provocaron un cambio psicológico dentro de mí: el primero, la muerte de mi madre, y el otro, la perdida de la visión. Ambas pérdidas provocaron que me apoyase todavía mucho más en la música, porque buscas un cobijo de tranquilidad y eso para mí ha sido la música. Y por otro lado, ese niño que odiaba leer y escribir cambió por completo y un papel en blanco se volvió el mudo testigo de su dolor, rabia y lucha contra el mundo.
Todos tenemos un yo oculto, uno que no conocemos y solo aparece ante nosotros cuando algo lo despierta. En mi caso lo despertó la ceguera y la falta del cariño de mi madre.
La vida son momentos, situaciones e instantes que tenemos que aprovechar, el tren pasa una única vez y si no lo coges quizás nunca cumplas tus sueños. Un buen día Evelyn, una amiga, sabiendo de mi pasión, me recomienda asistir a una escuela: la Rock School Coruña. Es donde aparecen las dos personas más importantes en mi vida musical: Miguel Thomas y Iago Blanco, unos músicos increíbles a los que, a día de hoy, les puedo llamar amigos.
Lo del éxito de la canción ‘1906’ es una historia para recordar toda mi vida. En esa época el Depor sufría un momento muchísimo mas duro que el actual, se hablaba de su desaparición, de las deudas del equipo con Hacienda… Había mucha rabia e impotencia, estaban jugando con el sentimiento de una ciudad. De ahí nace una poesía que llamé ‘1906’. Viene a contar lo que siento por mi ciudad y por el club de mi vida, la historia de como recorría el Paseo de Orzan y Riazor de camino al estadio y veía cómo se mimetizaban los colores del equipo con los colores del cielo y del mar, tan representativo de nuestra ciudad.
Llego con esa poesía y con una melodía a clase de guitarra y le digo a mi profesor que tengo una idea. Quiero hacer un himno para el Deportivo. Dicho y hecho, nos ponemos manos a la obra y en cuestión de una semana nos metemos en el estudio y nace ‘1906’ como canción.
Hasta aquel momento Jesús Suárez nunca se había dedicado a la música, ni era conocido dentro del panorama musical de la ciudad. Y, de repente, un total desconocido escribe una canción que se vuelve viral. Sale en todos los medios de comunicación y en un día alcanza las 100.000 visitas en Youtube. Me quedo sorprendido, abrumado, incrédulo.
Esa canción me demuestra que tengo potencial para escribir cosas que le pueden gustar a la gente. Asistir como invitado del Club a estadio para escuchar en el descanso ‘1906’ es algo que nunca olvidaré. Quizás me queda la espina de que la canción, a día de hoy, no suena prácticamente en el estadio: esa canción la considero mi regalo al equipo de mi vida y a la ciudad de mi corazón.
Mar de Fondo es un sueño hecho realidad. Y surge de dos personas que han apostado por esta idea y que han puesto todas sus ganas y energías en ella: Miguel Thomas, guitarrista y pieza fundamental de la banda con sus arreglos y composiciones, e Iago Blanco, batería y productor del grupo. Nunca hubiera imaginado que el día que entré en Rock School Coruña por primera vez y le di la mano a Miguel para presentarme estábamos colocando la primera piedra de la banda. Gracias a ellos he podido formar Mar de Fondo, gracias a ellos me he podido subir a un escenario y gracias a ellos la gente puede escuchar nuestra música.
Esto me ha demostrado que todo es posible, rodeándose de las personas adecuadas no existen límites. Si lo sueñas y lo persigues puedes conseguirlo.
Mar de Fondo somos surge en 2015 y somos Iago Blanco (batería), Alex Rapitis (bajo), Dani Artes (teclados), Iván Mosquera y Miguel Thomas (guitarras) y servidor, Jesús Suárez (voz).
Musicalmente podríamos enmarcarnos dentro del rock urbano. He bebido mucho de bandas como Marea, Extremoduro, Barricada… Pero siempre con el oído atento a bandas internacionales como Velvet Revolver y Audioslave. El maestro Chris Cornell es un referente a nivel vocal, es impresionante lo que transmitía con su voz. Cada vez que le escucho me pone los pelos de punta y me hace amar más la música, una pena que sus tormentas interiores se lo hayan llevado para siempre.
Considero que las letras son tan importantes o más que la música. A la hora de componer una canción, intentamos que la letra se mimetice con la música para intentar contar historias de una forma lo más creíble posible.
Amor, desamor, historias cotidianas. Todas tienen hueco en Mar de Fondo. Nunca se le debe de poner freno a una historia si sale de tu alma. Si les pones música les das la posibilidad de que la gente las conozca, quizás a algunos les ocurra lo mismo que a mí, que sean su punto de inflexión y les despierten algo que llevan dentro.
Lo que me motiva a escribir son mis peleas internas, mis tormentas, mis luchas diarias con la vida y cómo las voy superando. Quizás no me gusta contar mi dolor a la gente y la única manera que tengo de llorar es escribiendo canciones. La gente me pregunta que por qué mis letras suelen ser tristes. La razón es sencilla: cuando me siento más débil o alicaído es cuando fluyen todas esas estrofas desde mi corazón a mis dedos, cuando estoy contento no estoy encima de un papel, estoy con mis amigos de cañas o de fiesta.
Soy un tipo normal, enamorado de la música, de las personas, de mi hijo y de la vida.
No pienso que soy ciego, no tengo esa mentalidad. Para mi todo el mundo ve lo mismo que yo, no sé, a lo mejor no he asumido la enfermedad o a lo mejor la he asumido de mas. El no ver no es un límite para la música, a lo mejor me ayuda a sentirla y verla de un modo diferente al resto.
Las dificultades más importantes hasta que no superas la enfermedad son las relativas a la autonomía personal. Nunca me ha gustado pedir ayuda y hasta que te das cuenta que la necesitas no eres libre. En el momento en el que descubres que la gente te ayuda sin verte como un discapacitado, en ese momento cuando comienzas a ser tú.
Hace poquito que empecé a usar el bastón, antes siempre dependía de que alguien me ayudase a ir de un sito a otro. Ahora soy libre, saco mi bastón por la calle, ya no tropiezo, ya no me miran raro, antes tropezaba y pensaban que iba borracho o drogado.
Las mayores dificultades han sido verme rodeado de músicos profesionales sintiéndome yo como un novato, como alguien que nunca había ensayado, que nunca se había subido a un escenario y que nunca había cantado en directo, lo me provocaba algo de vergüenza delante de mis compañeros. Pero somos amigos, somos una familia en el local de ensayo y encima del escenario todo se vuelve positivo.
Debido a lo nervioso que soy pasaba verdadera angustia cada vez que subía al escenario, esos rituales que hacía y mis potingues para cuidar la voz. Tenía pánico a perderme, a olvidarme de la letra, los típicos miedos de novato. Siempre recuerdo los consejos de Miguel y de Iago: “Disfruta, no te preocupes, no tengas miedo, si te pierdes aquí estamos nosotros para encontrarte”. Todo ese apoyo y energía positiva te ayudan a crecer, confiar y ser mejor encima del escenario.
Soy una persona muy exigente conmigo mismo y eso me hace ser exigente con la gente que me rodea, tal vez sea uno de mis peores defectos y me hace llevarme muchos palos, debo aprender a ponderar mejor las situaciones.
A medida que pasa el tiempo, vas haciendo kilómetros y te conoces mejor, todo fluye de una manera natural. Creo que a día de hoy hemos evolucionado mucho, tanto en instrumentación como en el sentido de grupo.
En directo intentamos hacer cosas originales. En caso de que el sitio nos lo permita, nos apoyamos mucho en parte multimedia, vemos un concierto como una historia. Siempre debe de ocurrir algo y siempre debes de intentar sorprender al espectador. Por supuesto, siempre envuelto en potencia musical y una buena descarga de vatios. A mí me gusta hablar bastante en los conciertos, contar a la gente el por qué de esa canción. Algunos me dicen que hablo demasiado, pero qué le voy a hacer, me gusta hablar.
La canción que más veces hemos versionado es ‘Billie Jean’, de Chris Cornell, cada vez que la canto y la tocamos me atraviesa de lado a lado, es acojonante.
Esta primavera hemos sacado nuestro segundo disco, ‘Pulsaciones’, tras nuestro debut con ‘Destellos de Oscuridad’. Siete temas que cuentan historias de luchas y superaciones con las que todos nos podemos sentir identificados en algún momento de nuestras vidas. Hemos querido envolver todo de una atmósfera muchísimo mas pesada y dar mucho más protagonismo a las guitarras. He quedado muy contento con el resultado final, se palpa nuestra complicidad como músicos y como amigos, y eso se refleja en la música.
No tengo idea de por qué salen tantos grupos gallegos, quizás sea que estamos apartados del foco mediático, llevamos en la sangre que somos hijos de Breogán, somos rebeldes y no nos conformamos. Luchamos cada día, esa nuestra historia, somos medio vikingos. Y qué mejor metáfora en la actualidad que el rock como sinónimo de lucha.
El de la música es sin duda un negocio jodido. Si lo miras como negocio pierdes más dinero del que ganas. Pero como recompensa interior, como crecimiento personal, ahí sí merece la pena luchar. Hay momentos en los que dudas, pero al final te das cuenta de que lo que te da la música jamás te lo dará el dinero, aunque sea básico para cumplir los objetivos.
Tocas una puerta, tocas otra y ninguna o casi ninguna se abre y eso al final te frustra muchísimo. Buscamos que nos den la oportunidad de que la gente nos escuche, que nos conozcan mas allá de Galicia y sea la propia gente la que decida si nuestra música les gusta. Quizás necesitamos a alguien conocido dentro del mundillo que nos abra una primera puerta y nos ayude, que nos dé el primer empujón para comenzar a caminar, como los niños pequeños.
Sueño con subirnos al escenario del Coliseum de mi ciudad como teloneros de una gran banda, ver ese lugar lleno y nosotros encima de ese escenario en el que tantos conciertos he visto al otro lado. También formar parte algún día de algunos de los festivales que hay en nuestro país.
El momento más bonito de mi carrera musical es el concierto acústico que dimos en el auditorio de Afundación de nuestra ciudad. Tocar en un sitio tan precioso ante cerca de 200 personas entregadas y dedicar ese concierto a mi hijo Juan es lo más grande que me ha pasado nunca, mi hijo tendrá esa imagen de su padre siempre. Solo pensar en ello me hace llorar.
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