Los comienzos de la revista Interviú no fueron muy fáciles. La publicación saldría a la luz en mayo de 1976 y no estaba alcanzando las ventas esperadas por parte de su editor, Antonio Asensio Pizarro.
Por aquel entonces Antonio Asensio estaba considerado como uno de los muchos bucaneros dispuestos a sacar tajada de un mercado en alza: el editorial. Su aspecto no era el de un editor al uso y muchos recuerdan que, por aquella época, todavía gastaba camisas con las solapas abiertas sobre la chaqueta de vestir y lucía un gran medallón en el pecho. En el Grupo Zeta comentaban los más viejos del lugar que nadie le vio vestir con corbata hasta que no abrió El Periódico de Catalunya.
Digamos que nadie se tomaba en serio a una publicación que parecía dispuesta a explotar los dos grandes filones abiertos por la llegada de la democracia y sus libertades: la información política y el desnudo femenino. Interviú quería explotar la fórmula de Playboy, la mezcla de artículos prestigiosos y posados en pelota picada, pero con mucho menos elitismo pese a incorporar desde fecha muy temprana a intelectuales como Manuel Vázquez Montalbán. En todo caso digamos que, comparada con la revistas LIB, Macho o Pen (entre otras), Interviú era el Washington Post.
Asensio, un editor avispado, quería dar un golpe de efecto y se topó con un rumor. Un rumor jugoso: había unas fotos de Pepa Flores completamente desnuda metidas dentro del cajón de un fotógrafo que, hasta la fecha, se negaba a publicar.
El fotógrafo era nada más y nada menos que César Lucas. Quizás su nombre no les diga mucho de primeras pero César, seguramente, sea uno de los mejores fotoperiodistas de la historia de la prensa internacional.
El trabajo de Lucas comenzó, como él comentaba, “por casualidad”. Su primer trabajo importante se produjo cuando, estando de guardia, recibió un mensaje para fotografiar el accidente de avión en el que fallecería, en 1959, todo el equipo de gimnasia español y la leyenda del deporte Joaquín Blume.
Fue así, también por casualidad, como acabó cubriendo la visita relámpago de Ernesto Che Guevara a Madrid, donde estaba haciendo escala tras visitar la Conferencia de países no alineados. De este trabajo César recuerda que nadie reconoció al revolucionario cubano y que la gente, al verlos pasar, decía “mira, un barbudo” (“barbudo” era el término que se usaba para hablar de los revolucionarios cubanos). El Che pidió hacer unas compras pero era domingo y, en Madrid, todo estaba cerrado. Finalmente Pepín Fernández, dueño de Galerias Preciados, accedió a abrir su tienda de Preciados (donde está la actual FNAC) para que pudiera hacer las compras solicitadas. Después quiso ver una corrida de toros pero tampoco era fecha y se le negó la visita a la Plaza de Las Ventas, con lo que tuvo que conformarse con visitar el Coso de Vistalegre de Carabanchel que, por aquel entonces, era propiedad de un reconocido “rojo”: el matador de toros Luis Miguel Dominguín. En dicha plaza dos operarios, que estaban repasando los burladeros y poniéndolos a punto se acercaron al Che y estuvieron charlando con él. Fueron los únicos madrileños que sabían quién era.
César Lucas tuvo una actividad febril como fotógrafo con las productoras norteamericanas que vinieron a rodar películas a nuestro país en los años 60, inmortalizando a todas las estrellas que pasaron por aquí desde Brigitte Bardot hasta Yul Brinner. Suyas son una serie de fotos inolvidables que inmortalizaron a Romy Schneider. De este tiempo rescato otra anécdota contada por el propio Lucas a un servidor: conoció a John Lennon. En el otoño de 1966 el Beatle estuvo en nuestro país, concretamente en Almería, rodando ‘Cómo gané la guerra’ a las órdenes de Richard Lester. Lucas recordaba el buen carácter del músico inglés y sus dificultades para encontrar un porro en la Almería de mediados de los años 60. También el Rolls Royce que usaba como caravana de rodaje, el primero que vio con un teléfono incorporado. César, con su habitual buen carácter y su ahorrativa forma de usar los adjetivos, decía que Lennon era un tipo que intentaba no darse importancia. Terminó cediéndole a Lennon una foto suya que acabaría en la portada de un poemario del músico.
Entre finales de los 60 y comienzos de los 70, Lucas era un fotógrafo que combinaba su actividad periodística con este trabajo de retratar a las estrellas y conoció a Pepa Flores, la estrella femenina más rutilante de la época. Hicieron mucha amistad hasta el punto que Lucas se convirtió en el paparazzo de cabecera de la estrella. Esta relación se mantuvo durante los años en los que Pepa Flores estuvo casada con Carlos Goyanes. La relación de Marisol con la familia Goyanes es conocida: Cuando era solo una niña Manuel Goyanes, productor, descubrió a Marisol y se la llevó a Madrid para convertirla en actriz infantil. Desde entonces ejerció como padre adoptivo de la niña y la integró en uno de los clanes de artistas más conocidos de nuestro país. La historia, aireada por la prensa rosa, no deja de tener tintes un tanto escalofriantes, en tanto en cuanto los rumores apuntan a que fue deliberadamente apartada de su familia natural y convenientemente explotada como trabajadora.
Casada con Carlos Goyanes, hijo de su productor, surgió la oportunidad de hacer un papel principal en la película ‘El hombre de la Mancha’. Corría 1970. La película sería una superproducción dirigida por Walter Hiller basada en el musical de Broadway. Los patrones de la MGM buscaban una actriz para hacer de Dulcinea. Una Dulcinea lo más sexy posible, al parecer. Aquí entramos en el terreno de la leyenda pero, al parecer, los productores exigían fotos de desnudo para la prueba.
Carlos Goyanes, en unas declaraciones concedidas al periodista Jesús Mariñas para su columna de la revista Tiempo, alude a las fotografías como un trabajo que se hacía para un casting para una película con Alain Delon. No especifica qué película. De lo que sí se acuerda es de que paga 75.000 pesetas (450 euros) a César Lucas por un reportaje fotográfico donde Pepa Flores se desnuda frente a la cámara.
Las fotos se hacen pero la película no llega jamás. Los negativos quedan archivados por Lucas sin más trascendencia. Paralelamente la relación entre Carlos Goyanes y Pepa Flores se deteriora. Goyanes afirma que, de viaje por Ciudad de México, su entonces esposa le confiesa que tiene un romance con Joan Manuel Serrat. Deciden divorciarse y viajan a Nueva York, donde Luis Ortiz (amigo de Goyanes y que sería marido de Gunilla Von Bismarck a partir de 1978) les recomienda unos abogados. El matrimonio firma allí la nulidad.
En la vida de Pepa Flores se cruza entonces el bailarín Antonio Gades, con el que comienza una relación. El escándalo es máximo porque la pareja no está casada y, claro está, a efectos legales la nulidad firmada por el matrimonio en Estados Unidos no tienen ninguna validez en nuestro país. La relación se afianza en la adversidad y en 1974 vive en Buenos Aires. Sería en la ciudad argentina en la que daría a luz a su primera hija, María Esteve.
Volvemos a entrar en la leyenda: al parecer, Pepa Flores había accedido a que César Lucas tuviera la exclusiva de las fotos del nacimiento de la primera hija de Marisol. Antonio Gades, poco dado a esos negocios, se negaría en redondo y, el mismo día del nacimiento, hizo públicas las fotos para que no hubiera un negocio alrededor del nacimiento de su hija.
El caso es que, y seguimos en el terreno de lo legendario, la relación entre el fotógrafo y la actriz y cantante se enfrían un poco más de lo que ya estaban.
En 1976 César Lucas es jefe de fotografía del recién nacido periódico El País; es entonces cuando recibe la llamada de Antonio Asensio, quien le pregunta por las fotos de Marisol. César Lucas no niega su existencia. Asensio le ruega que quiere verlas. Ambos quedan citados en las oficinas de Asensio, donde Lucas se presenta con las fotos.
El encuentro se celebra en una pequeña sala de reuniones donde Lucas le muestra las fotos. Según el fotógrafo, se le ilumina la mirada. Comienzan a negociar por el precio. Es un precio alto. Lucas comentaría que, por aquel entonces, se rumoreaba que Asensio podría tener problemas de liquidez. Cuando llegan al acuerdo económico, y sin que a Lucas le de tiempo a nada, Asensio le dice que espere en su despacho y se larga con las fotos.
El fotógrafo pasa mucho tiempo encerrado en la sala y se acerca a la puerta para comprobar que… está cerrada por fuera. Cae en la cuenta de que el editor le ha encerrado y se ha llevado con él las fotos. Le vuelven a entrar las dudas: ¿Será capaz de hacer copias y editarlas sin su consentimiento y sin darle un duro?
Al rato vuelve a aparecer Antonio Asensio con una sonrisa de oreja a oreja. Volvemos a pisar la zona del rumor: unos dicen que le paga en efectivo, otros que le entrega un cheque y que le dice que se dé prisa en cobrarlo. A cambio le pide los negativos. Y le hace una promesa: si las fotos salvan a la publicación él y sus familiares siempre tendrán un trabajo en lo que más tarde se convertiría en el Grupo Zeta. Solo tiene que pedirlo.
Las fotos se publican en septiembre de 1976. Se publican con un retoque en la portada. La figura de Pepa Flores es silueteada, como se hacía entonces, a golpe de cuchilla y se tinta, también a mano, el fondo en color negro para que no se vea el lugar donde están hechas y no “estorbar” a los titulares. Es un éxito total de ventas que dispara la chaladura moral (algo que ocurría con tanta frecuencia ahora como entonces) porque uno de los iconos de la cultura pop franquista aparecía desnuda en la portada de una revista, por aquel entonces, tachada de ínfima.
Afrontarían César Lucas, el editor y la cabecera un juicio por delitos contra la moral —o algo semejante— que se diluyeron cuando el juez decretó que las fotos tenían un contenido artístico. Pepa Flores jamás demandó a la publicación o a su antiguo amigo. En el aire quedan las razones que, otra vez, siguen en el alero de la falta de confirmación de sus protagonistas: la periodista Pilar Eyre afirma que César Lucas sigue guardando unas fotos “más fuertes” que le habría hecho en Río de Janeiro y que la actriz no quería ver publicadas. Esas fotos, de existir, jamás verán la luz. Otras fuentes hablan de un discreto acuerdo económico alcanzado entre las partes que tampoco habría visto nunca la luz a cambio de no iniciar una batalla legal.
En los años posteriores César Lucas sería director de la revista PHOTO y se incorporaría como Jefe de fotografía del Grupo Zeta donde permaneció hasta su retirada. También mantuvo Cosmo Press, su propia agencia, donde ha publicado en Paris Match, Le Figaro, Marie Claire, Life, Harper’s Bazaar, National Enquirer, People, Time, Corriere de la Sera, Oggi, Gente, Novella, Stern, Bild y un largo etcétera de publicaciones nacionales e internacionales.
Pepa Flores, con portada o sin ella, se iría poco a poco retirando de la vida pública. La niña prodigio que se convirtió en un prodigio a secas, hasta que, hastiada del show bussiness, fue aceptando cada vez menos trabajos. Algo tuvo que ver su experiencia traumática del pasado pero, claro está, también su significación política en los albores de la democracia junto al PCE lo que hizo que muchos empresarios del sector se pensaran dos veces el contratarla y creciera alrededor de ella la dolorosa etiqueta de “problemática”.
‘Los días del pasado’ (1978, Mario Camus) y ‘Caso Cerrado’ (1985, Juan Caño Areña) serían sus dos últimas películas pero alcanzaría mucha más fama en la miniserie ‘Proceso a Mariana Pineda’ (1984) donde su papel protagonista será recordado como uno de los mejores de una producción de la cadena pública y uno de los mejores de la historia de nuestra televisión. También participaría en tres producciones de Carlos Saura como cantante, las notables: ‘Bodas de sangre’ (1981) y ‘Carmen’ (1983) donde daría rienda suelta a su grandioso talento como cantaora.
Pero queda todavía un poco de la leyenda por contar: ¿Cómo hizo Asensio para pagar esa cifra de dinero a César Lucas por aquellas fotos? Bien, el texto literario diría algo así:
Un buen día Lucas le pregunta a Asensio que de dónde salió el dinero para pagarle. Asensio le contestaría:
—¿Te acuerdas de la sucursal bancaria que había debajo de la oficina? Pues bajé allí a pedir que me extendieran el crédito. El director me dijo que no pero le enseñé las fotos y le dije que lo necesitaba para publicar esas fotos. Me lo concedió al momento.
Antonio Asensio (sobre estas líneas) dejaría detrás de sí uno de los grupos mediáticos españoles más importantes pese a ser considerado, incluso cuando ya tendría que haber sido un respetable editor, como un corsario de la prensa. Seguramente por gestos como ese y porque su carácter siempre se alejó bastante del de otros barones de la prensa.
Interviú cierra sus puertas en 2018 después de una carrera con capítulos brillantes como el de ser una publicación combativa con el poder y ofrecer algunos reportajes que harían saltar las alarmas del ejército, de las fuerzas de seguridad y de muchos ministerios. No podemos olvidar que fue una de las primeras publicaciones en hablar abiertamente de casos de pederastia dentro de la iglesia católica, poner contra las cuerdas a algunos poderes económicos y de publicar reportajes que nadie se habría jugado el cuello para publicar. No podemos olvidar que Interviú fue una de las primeras revistas en España que hizo eso que se llama ‘periodismo de investigación’.
Estos logros periodísticos siempre quedarán ocultos por la discusión de si era lícita la publicación de reportajes de desnudos bien en su formato posado, bien en su formato posado robado. Una discusión lícita en los parámetros éticos actuales, claro, pero que tenía poco sentido hace tan solo unos cuantos años.
La pregunta es si no es sintomático que una revista que se ojeaba en peluquerías masculinas y se escondía de la vista de las visitas (El Papus, El Jueves, Papillón, Sal y Pimienta… también se escondían por aquel entonces) fuera la que publicaba este tipo de temas mientras que otra prensa, más ‘seria’, se negaba a meterse en según qué jardines.