Mientras veía ‘Get Shorty’ no recordaba a quién le había escuchado por primera vez eso de que la producción cinematográfica es lo más parecido a la delincuencia que se podía hacer en el lado correcto de la ley. ¿Son todos los productores unos delincuentes en potencia que han decidido actuar para el bien pero que son incapaces de suprimir del todo sus ansias de ser unos villanos? Pues de todo hay, la verdad, pero sería injusto pensar que la profesión de productor audiovisual es la más podrida de todas. En fin, piensen en unas personas que se pasan el día buscando inversores para levantar una película (o una serie de televisión o un cortometraje o un documental) y en que, muchas veces, el productor arriesga su propio matrimonio para el mismo fin.
La labor del productor es poner en marcha una maquinaria de ilusión y entretenimiento (a veces también de reflexión) que no sabe a ciencia cierta si gustará o si, partiendo de unas ventajas inmejorables (buen guión, buen reparto, buen equipo técnico, presupuesto holgado etc.), no acabará naufragando por la irrupción de una catástrofe natural (existen casos), el fallecimiento repentino de alguno de los implicados (existen casos) o un mal cálculo de las posibilidades comerciales del artefacto. Hacer una película es, en el fondo, pagarle un truco muy caro a un ilusionista, es financiar una caja mágica en la que se introduce una jugosa cantidad de dinero por un lado y, por el otro, sale algo. Algo que tiene que gustarle al público. Y el público, por lo que sea, a veces se niega a reconocer la evidencia de que el truco es bueno o descubre demasiado pronto que el truco es malo.
De eso va ‘Get Shorty’, que es la adaptación de la novela homónima de Elmore Leonard que fue llevada al cine en 1995 (en España se estrenó con el título de ‘Cómo conquistar Hollywood’) por Barry Sonnenfeld y con un reparto de campanillas: John Travolta, René Russo, Gene Hackman, Danny DeVito…incluso contaba con un pequeño papel para un, hasta ese momento, James Gandolfini. Tardaría cuatro años en protagonizar ‘Los Soprano’. Dos para hacer su magnífico papel en la ‘Perdita Durango’ de Alex de la Iglesia.
La adaptación televisiva de ‘Get shorty’ es tan brillante como la novela de Elmore Leonard (en España se puede encontrar una edición de Ediciones B con el título de la película en español) y se centra en las andanzas de dos matones de medio pelo, Miles Daly (Chris O´Dowd) y Louis Darnell (Sean Bridgers), que van a cobrar una deuda a Los Angeles para la jefa hondureña de un cartel que opera en Reno, Amara de Escalones (Lidia Porto), y acaban ‘encontrando’ un guión de éxito y a un productor en horas bajas, Rick Moreweather (Ray Romano), al que ‘convencen’ para levantar el proyecto y limpiar un dinerillo de cartel.
Una temporada de 10 episodios brillantes, de principio a fin, cargados de humor negro, mala hostia y eso que contábamos al principio y que no deja de ser mucha leyenda y poca verdad: las artes de la delincuencia pueden ayudarte a convertirte en productor. Porque, bueno, en el fondo ‘Get Shorty’ no deja de ser una realidad alterada, una exageración hecha con mala leche donde las artes de la negociación son sustituidas por las de la extorsión, el chantaje y el asesinato pero que, como todas las buenas ficciones, no deja de tener un pequeño poso de realismo sobre el que sujetar todo el aparato creativo.
Buenos guiones, buenísima dirección y, sobre todo, grandísimo reparto donde Ray Romano (que ya comenzó su metamorfosis de actor cómico a actorazo de carácter en la tristísimamente incomprendida ‘Vinyl’) brilla con luz propia. Atrás no queda la pareja protagonista con un Chris O´Dowd excelso que nos recuerda a su mejor paso por ‘La boda de mi mejor amiga’ y a su debut, para el gran público, en la serie británica ‘Los informáticos’ (en la actualidad no hay nadie, posiblemente, que pueda hacer de tipo astuto con cara de idiota mejor que él). Poco o nada que ver con el estilizado resultado de la versión cinematográfica donde la mala leche, que la había y mucha, quedaba un poco sedada por estar dirigida a grandes audiencias y que en la serie aflora en cada secuencia de cada episodio.
La serie, sin jugar a dejar en evidencia sus propias referencias, recuerda un poco a ‘Breaking Bad’ –y es que hay pocas cosas que vayan en la actualidad de mafiosos que vayan por el desierto que no recuerden a esa serie- pero tiene ecos más profundos en producciones como ‘¡Cámara y acción!’ (una serie de culto estrenada en 1999 y, ahora que arrecian las acusaciones de abusos sexuales en Hollywood, de obligado visionado) o ‘El Juego de Hollywood’ (1992, Robert Altman). Un buen repaso a la maquinaria cinematográfica actual remezclada con los relatos de ladrones chiflados propios de Leonard que es una delicia, vamos.
Lo mejor que se puede decir de ella es que es divertida, vitriólica, violenta, humorística y que, bueno, por los adjetivos habrán deducido que me ha gustado mucho. Además acaba de renovar para una segunda temporada así que, bueno, pues todo bien.
Con la adquisición de ‘Get Shorty’ para su plataforma en España, originalmente es una producción de MGM para el canal EpiX, HBO sigue aumentando la calidad de un catálogo donde, por razones que se nos escapan, sigue dándole un bombo innecesario a cosas como ‘Knightfall’ y que abandona en su promoción a joyas como esta serie o la irregular pero entrañable ‘Future Man’.