Peter Bagge está de gira por España. Después de darlo todo en el Salón del Cómic de Getxo, el autor de ‘Odio‘ ha visitado Madrid, donde ayer hizo una sesión de firmas en Generación X y hoy participará en una fiesta organizada con motivo del arranque del festival Graf y en la que actuarán Wicked Wanda y Aviador Dro.
«Nunca había estado en Madrid. Sí que he estado tres veces en Barcelona y una en Granada, en ese salón del cómic en que una pareja se puso a follar en el escenario. Al día siguiente salimos en todos los periódicos», recuerda entre risas Bagge, al que le resulta muy curioso el modo en que los españoles tenemos de pronunciar el inglés.
«La gente aquí no dice Spider-Man, con ese líquida, sino “espíderman”. En la época en que hice ‘The Megalomaniacal Spider-Man’ para Marvel, me decían “¿puedes dibujarme un ‘espíderman’?”, que suena muy parecido a “¿puedes dibujarmen un Spiegelman?”. Yo pensaba “¿para qué querrá esta gente un retrato de Art Spiegelman”?».
Bagge acaba de mencionar a su némesis: el archiconocido dibujante Art Spiegelman, autor de ‘Maus’, responsable de la mítica revista Raw y empeñado en hacer del cómic un arte respetable.
«Raw tenía un formato grande, era una revista ambiciosa, bien impresa, en buen papel y sus contenidos eran como muy serios. En el lado opuesto estaba Weirdo, la revista de Robert Crumb que era sucia y tenía un formato pequeño. Si yo me dedico a los cómics es por Crumb. Es mi héroe, el mejor dibujante del mundo. Por eso me decidí escribir a Weirdo. Primero lo hacía a la sección de cartas, luego empecé a mandarle mis trabajos y, al final, acabé siendo editor de la revista».
Bagge estuvo en Weirdo desde 1983 a 1986. Era la época de ‘Mundo idiota‘, serie a la que seguiría en los noventa y dos mil su trabajo conocido: ‘Odio’. Desde entonces hasta hoy, el panorama del cómic ha cambiado mucho.
«Bueno, todo en general ha cambiado mucho. Ahora hay un Starbucks en cada esquina y cada ciudad tiene su convención de cómics –bromea–. Lo bueno de todo eso es que cada vez hay más cómics y más interés sobre los cómics. El problema es que con esa idea de que el cómic es algo elevado y respetable ahora todo el mundo tiene miedo de ser demasiado grosero, demasiado violento y no estar a la altura… ¡Basta ya con eso! Habrá gente a la que le gusten los cómics y habrá gente a la que no, pero tampoco hay que tomárselo demasiado en serio ni estar tan pendiente de la corrección política. El ejemplo de ello es Johnny Ryan, que incluso ha llegado a hacer alguna cosa para televisión. Cuando ves las cosas que hace Johnny Ryan, yo parezco un cobardica».
Por lo que comenta Peter Bagge, no es Trump y su caterva de votantes republicanos la principal amenaza del cómic americano, sino la corrección política y la manipulación de la opinión pública. En definitiva, el miedo a ofender a un colectivo que pueda generar alarma social o encender las redes con acusaciones infundadas de racismo, machismo o cualquier otro ismo.
«Procuro no prestar atención ni a Trump ni a la gente que le responde porque es todo un sinsentido. Me fui a Canadá de vacaciones para no estar todo el día oyendo hablar de Trump y fue poner un pie allí… ¡y todo el mundo hablando de Trump! Lo más curioso de todo lo que está sucediendo en Estados Unidos es que los sectores progresistas suelen ser muy receptivos a esas acusaciones y mentiras. Aunque en muchos casos proceden de la derecha, ellos ni siquiera se paran a pensar si son ciertas».
Dos de las obras más recientes de Bagge son ‘La mujer rebelde‘ y ‘Fire!!‘ La primera es una biografía en viñetas de Margaret Sanger, feminista, defensora del control de natalidad, de la educación sexual e inventora de la píldora anticonceptiva. La segunda es la biografía de Zora Neale Hurston, una de las escritoras negras más importantes del siglo XX. La publicación de ambas obras en Estados Unidos estuvo acompañada de polémica a consecuencia de las críticas de los antiabortistas y los grupos de derechos civiles que lo acusaron de, por ejemplo, ser racista.
«El libro sobre Margaret Sanger no trata sobre el aborto, pero muchos antiabortistas utilizaron ese argumento para criticarme. Lo curioso es que también me criticaron otros grupos por dibujar la vida de una mujer negra sin ser ni negro ni mujer. La gente estaba escandalizada preguntándose cómo era posible que esa obra no hubiera sido hecha antes por una mujer negra. Pues porque ninguna lo hizo antes que yo, sencillamente por eso».
Después de años dedicado series como ‘Odio’ o libros como ‘Apocalipsis friki’, Bagge le ha cogido el gusto a las biografías. A las de Margareth Sanger y Zora Neale Huston, le seguirá próximamente la de Rose Wilder Lane, hija de Laura Ingalls Wilder, autora de ‘La Casa de la Pradera’, conjunto de libros que inspiró la serie de televisión protagonizada por Michael Landon.
«Los libros de’La Casa de la Pradera’ están firmados por Laura Ingalls, pero su hija Rose colaboró estrechamente en su escritura. Eso se ha conocido recientemente porque Rose siempre prefirió que no se supiera. Ambas tienen una vida muy interesante que creo que merece ser contada».
En cada una de esa biografías, Bagge emplea una media de tres años de trabajo, de los cuales uno está dedicado a la recogida de datos y a los trabajos preparatorios. Un proceso laborioso cuya recepción, buena o mala, solo es posible evaluar una vez el libro está publicado.
«A los editores no les compensa económicamente ir sacando la obra poco a poco y yo tampoco tengo ganas de que mis editores pierdan dinero conmigo, así que hay que esperar a tener la obra completa para publicarla. Es una pena porque antes, cuando se sacaban las historias cada semana o cada mes, entre una y otra recibías las opiniones de los lectores y podías cambiar aquellas cosas que no funcionaban. Ahora eso ya no es posible».
Además de perder el contacto con el lector, la desaparición de las revistas periódicas y la fiebre de las novelas gráficas ha generado otros daños colaterales. Ahora, dibujantes de talento pero con poco oficio se ven obligados a desarrollar un formato demasiado extenso para profesionales que no dominan todavía la narración.
«En ocasiones leo novelas gráficas de gente joven que tienen un dibujo magnífico, pero cuya historia, después de cien páginas, no ha contado nada interesante o ha estado dando vueltas y vueltas. Por eso, un formato que está muy bien son las antologías que recopilan trabajos breves de diferentes dibujantes. En ellas los autores jóvenes pueden probar, mostrar sus cosas y se pueden dar a conocer a los lectores. Eso es mucho mejor para empezar que las novelas gráficas».
Aunque está atento a la actualidad del sector y a los nuevos autores de cómic, Bagge reconoce que prefiere releer los cómics de los ochenta. Por ejemplo, las obras de los hermanos Hernandez o Daniel Clowes. «En mi generación hacíamos mejores cómics», afirma entre risas pero convencido de ello, antes de dar su opinión sobre los jóvenes actuales.
«Odio a los jóvenes de hoy. Están todo el día en las redes sociales, juzgando, poniendo límites a todo y dando órdenes. Además, están como sobreprotegidos. Ahora tienen intolerancias a cosas tan habituales en Estados Unidos como los cacahuetes o la mantequilla de cacahuetes. Eso es porque se han pasado la infancia demasiado protegidos. Mi hermano y yo estábamos todo el día sucios, con las manos llenas de barro. Las manos sucias, eso sí que te inmuniza contra los cacahuetes».
Llegados a este punto, ¿significa esto que a las nuevas generaciones de jóvenes ya no les interesarán las aventuras de Buddy Bradley y sus amigos grunges?
«No, no creo. Hay gente joven que me dice que le gusta ‘Odio’ y eso es porque es un cómic intemporal. De hecho, si te paras a pensar, ‘Odio’ está estructurado como un triángulo amoroso, que es exactamente el mismo que se utilizaba en los cómics de Archie. Bueno, de hecho se lleva usando desde Shakespeare. Por eso es intemporal».