Ayer tuve una pesadilla. Puigdemont se convertía en Freddy Krueger y me mataba mientras dormía. Es el sueño más desagradable que he tenido desde que era pequeña, cuando le pedía agua a mi padre por la noche y aparecía la Virgen María guapísima llorando sangre.
Desde hace más de diez años tengo la misma pesadilla: estoy en casa con mi familia y hacemos cosas normales como ver ‘Sálvame’ y gritarnos … Pero de repente entro en otra habitación, pulso el interruptor y la luz no se enciende. Lo intento varias veces. Nada. En ese momento sé que algo horrible va a pasar. No sé qué es. Nunca lo he averiguado porque me tiro por la terraza o por el hueco de las escaleras para despertarme.
La lista de mis terrores es interminable. Los pósteres de las chicas de Modigliani que colgaban en el pasillo de casa: eran brujas que comían niños. Los nenucos, porque dentro de cada nenuco hay un bebé muerto. Las casas encantadas y los fantasmas que se quedan de pie delante de la cama mirando cómo duermes. Me pasé un verano sin pegar ojo después de buscar “Asesinatos Familia Manson” en Google porque iban a venir a cortarme las tetas como a Sharon Tate. Pero ahora, lo que más miedo me da es mirarme fijamente a los ojos en el espejo. No puedo aguantar más de cinco segundos sin que aparezca el demonio y me susurre “fuego, camina conmigo”. Eso y ‘Cuarto Milenio’.