Según KNCA, la agencia de noticias norcoreana, en la República Popular Democrática de Corea están de enhorabuena desde mediados de este agosto pasado. Por suerte para la población mundial esto no tiene que ver con los avances del régimen de Kim Jong Un en el campo de las armas de destrucción masiva (misiles de largo alcance armados con cabezas nucleares, bombas de hidrógeno) y que, según nos informan puntualmente, hace que los norcoreanos se rompan las manos a aplaudir, si no con el hecho de que van a poder disfrutar de MANBANG.
‘Manbang’, que en coreano significa “en todas partes”, es un servicio de televisión que ya ha sido bautizado en Occidente, con mucha malicia, como el Netflix de Kim Jong Un. A través de un aparato de tecnología IPTV los ciudadanos de Pyongyang, Sinuiji y Sariwon (las tres ciudades más pobladas) recibirán la bicoca digital audiovisual: 5 canales de emisión en directo y un servicio de VOD donde podrán elegir entre un surtido número de documentales sobre la Revolución Juche pensada por Kim Il-Sung, desarrollada por Kim Jong-Il y perfeccionada por Kim Jong-Un, además de ciclos educativos para aprender chino y ruso.
Uno se pregunta, con insistencia, si semejante variedad en los contenidos no derivará de algún asesor de nuestro país. El mismo que le recomendó a los canales de TDT emitir, a cualquier hora, episodios de ‘Los Simpsons’, ‘Aquí no hay quién viva’ y ‘La que se avecina’. Incluso sin seguir un orden cronológico. Da igual.
Como ustedes comprenderán todo resulta un poco complejo. Podría ser que Mangbang estuviera funcionando o que no funcione nunca. Es posible que sea un exitazo y un “avance y una muestra del poder del socialismo” o que sólo sea una maniobra de despiste. En todo caso esperamos que haya más mentira en las informaciones sobre la posibilidad de que otro país, en este caso la República Popular Democrática de Corea, haya conseguido adquirir un arsenal nuclear que convierte las bombas de Hiroshima y Nagasaki en una bombeta fallera, que en la que nos dice que los ciudadanos norcoreanos podrán recibir canales de televisión en su casa a través de la intranet de su país. Sí, hemos dicho bien, en el país solo existe una intranet y hay un estricto control sobre los accesos a Internet. Total, Internet está lleno de trolls y de vídeos de Dalas Review, ¿quién querría perder el tiempo con semejante enredo?
De lo que no tenemos duda es de las cosas que se emitirán en Mangbang y que son las que, tradicionalmente, se emiten en la tele norcoreana desde tiempo inmemorial: producción propia. Ríanse ustedes de eso de “joder, otra peli sobre la guerra civil” o “¡Maldición, otra españolada en Cine de Barrio!”. El régimen de la familia Kim, los inventores del socialismo Juche, ha sido siempre muy cinéfilo. Muy de apoyar a la industria patria. El flujo de películas chinas o rusas o de otra nacionalidad llegan con cuentagotas a las emisiones de la televisión norcoreana. El cine extranjero se censura, y mucho.
La leyenda, porque aquí todo son leyendas, dice que Kim Jong-Il era un verdadero flipado del cine que atesoraba una colección personal de 20.000 títulos (hay informaciones que cifran la colección en 50.000) donde no faltaban los blockbusters hollywoodienses o los éxitos del cine japonés. No se asusten, durante años, el dictador Franco disfrutó en su sala privada de cine del Palacio de El Pardo de muchas películas que después no pasaron censura. Conocido es que el mecanismo censor, ante la duda, prefería que la película se pasara en El Pardo y que fuera el dictador el que decidiera sobre la posibilidad de exhibirla en cines. Suyo es el sorprendente comentario sobre ‘Viridiana’ que tildaba al film de Buñuel como “No sé por qué tanto revuelo con esto, si son chistes de baturros”. O el hecho de que al matrimonio Franco la película ‘Jesucristo Superstar’ les pareciera “muy bonita” y que eso permitiera su estreno en este país pese a las reticencias de la iglesia católica nacional y la censura oficial.
El cine fue el motivo de la caída en desgracia del hombre que en principio había sido designado para convertirse en Líder Supremo (no en Presidente de la RPDC, cargo que recae en los hombros de Pak Pong-Ju… sí, Corea del Norte tiene un presidente que no da ruedas de prensa ni a través del plasma y que pinta menos que un concejal de Cuenca en Matalascañas). El hijo primogénito de Kim Jong-Il, llamado Kim Jong-Nam, acompañaba a su padre en cumbres oficiales y demás francachelas diplomáticas hasta que en 2001 fue detenido en el aeropuerto japonés de Narita. Vestía ropa occidental (buena cadena de oro al cuello, chupa de cuero, posiblemente gafas de rock… guau…). Viajaba con un pasaporte dominicano falso haciéndose pasar por ciudadano chino nacionalizado en el país caribeño y en compañía de dos mujeres y un niño (luego identificado como su propio hijo). Al ser preguntado por los motivos de su viaje dijo, con sinceridad, que se disponía a visitar Disneyland Tokyo.
Descubierto el engaño y la verdadera identidad del detenido, éste pasó unos días retenido y luego fue deportado a China para volver a su país. Las tensiones diplomáticas (y el pitorreo, sobre todo el pitorreo) entre Japón y la RPDC sufrieron un pico interesante en ese momento. El efecto colateral más grave de dicho incidente, de todas formas, fue la cancelación de las conversaciones chino-coreanas por unos acuerdos de intercambio tecnológico que negociaba, en ese momento, el propio Jong-Nam.
Para el hijo del Supremo Líder el asunto fue más que doloroso: cayó en desgracia, se le borró de la historia del país y vivió exiliado en Macao (presuntamente) hasta febrero de 2017 cuando se informó de que había sido asesinado en el Aeropuerto de Kuala Lumpur por dos mujeres, una de nacionalidad indonesia y otra vietnamita, que le pusieron un trapo en la cara impregnado de un agente químico nervioso llamado VX. Las asesinas declararon ante la policía del país que habían sido contratadas por un grupo de “japoneses o coreanos” que les aseguraron que todo era parte de una broma de cámara oculta que iba a ser grabada en ese momento. Ya ven: ser fan de las pelis de Disney te puede llevar a la muerte.
Por cierto, algún corresponsal internacional se sorprendió al descubrir que los pocos norcoreanos relacionados con la industria cinematográfica del país que tiene acceso a material extranjero creen que Mickey Mouse es un personaje chino (curiosamente, para comenzar sus emisiones en China allá por finales de los 80, Disney le cambió el nombre al programa ‘Mickey Mouse Clubhouse’ por ‘Club Dragón’ porque Mickey Mouse era un personaje desconocido en el país… aquí le pusimos ‘Club Disney’ porque somos un poco así, de esa manera).
En ‘Pyongyang’, el cómic de Guy Delisle, su autor asegura que no fue capaz de ver ningún cine en funcionamiento y que sospechaba que las salas se usaban en contadas ocasiones. Pese a todo, las ciudades norcoreanas que pueden ser visitadas por los turistas extranjeros muestran edificios que las autoridades identifican como cines. El país cuenta con un estudio, Chollima, que produce la totalidad de las películas que se producen. El capital, cómo no, es estatal (¡titiriteros subvencionados!) y el personal técnico (cámara y sonido) suele tener rango militar. Es decir, todo lo que sea capaz de grabar sonido o imagen, no puede ser manejado por personal civil directamente. Según el fotógrafo Eric Lafforge, posiblemente el único extranjero que ha documentado hasta ahora cómo se hace cine en la RDPC, incluso el personal de vestuario y maquillaje es militar.
La escritora Suki Kim, que pasó un par de cursos escolares dando clases de inglés en el país, cuenta en su emocionantísimo ‘Sin ti no hay nosotros’ (Blackie Books) las dificultades para hacer un pase de una película extranjera. Sus alumnos conocían, por ejemplo, el personaje de Harry Potter (de esta manera, a ver, con un acceso mínimo a Internet y con la imposibilidad de leer un libro de la saga) pero cuando quiso hacer un pase de la segunda parte, ‘El cáliz de fuego’, se encontró con la oposición de las partes. “Las partes” son los comisarios políticos encargados de controlar al personal extranjero que da clases. También con la oposición del claustro de la institución en la que era profesora, un centro promocionado por una iglesia evangélica norteamericana (otro misterio), así como para poner cualquier película de la saga ‘Las crónicas de Narnia’, por ejemplo. Todo el cine que se vende en DVD está en manos de la distribución estatal. Existen videoclubes pero, claro, solo ofrecen películas del país.
Así, claro está, el cine norcoreano disfruta de una buena salud. De una salud de hierro. Es corto en temática, que gira siempre alrededor de la revolución, de los problemas de la revolución, de los enemigos del socialismo Juche, e históricamente sólo abarca dos periodos: la invasión japonesa y la guerra de Corea. No hay mucho más. Lo que es contemporáneo se trata con delicadeza.
Así el clásico inmemorial del cine norcoreano es ‘La chica de las flores’. Un film de 1972 que marca un antes y un después en la industria juche. Kim Jong-Sung escribió el guión de la adaptación de una ópera, también escrita por él, y que produjo Kim Il-Jong, su hijo y sucesor. La cinta es una superproducción que intentó, con éxito, modernizar el cine autóctono. De hecho, casi todo el material que se usó en la película fue luego reutilizado para otras producciones cinematográficas y televisivas. ‘La chica de las flores’ es un dramón, claro, repleto de moralejas y consignas revolucionarias que emocionaría a Spielberg (de conseguir una copia).
Pero Kim Il Sung quería más. “El mundo nunca es suficiente, señor Bond” pensaría. Así que había que dar un salto de calidad. Un salto de los buenos. En Corea del Sur residía su director favorito, Shin Sang-Ok, un director que estaba pasando por una mala racha después de que el gobierno surcoreano, muy observador con eso de los negocios ruinosos que pueden dañar la economía del país, le había cerrado su estudio tras unos cuantos fracasos de taquilla. La situación personal del hombre tampoco era buena: se acababa de divorciar de su mujer, la estrella del cine surcoreano Choi Eun-Hee. Un día es informado de que su ex mujer, de la que todavía andaba enamorado, ha sido secuestrada en Hong Kong. Y hasta allí se fue el hombre a ponerse al mando de las operaciones de rescate cuando, vaya, se despierta en Pyongyang, en Corea del Norte, con un contratazo por siete películas (prorrogable) que no ha firmado. Como se hace el remolón pasa cuatro años entalegado. Ya, con más ganas de negociar, es llevado ante la presencia del Líder Supremo que le revela sus planes: ¡hacer pelis! ¡Y que Choi Eun-Hee y él vuelvan a casarse y a trabajar juntos!
Aceptan las dos condiciones de Kim Jon-Il que, gracias al secuestro y la extorsión, se hace con los servicios de ambos profesionales con los que mantiene una extraña complicidad, rayana a veces con el Síndrome de Estocolmo, en el que el matrimonio surcoreano consigue, por ejemplo, llevarle la contraria en algunas cuestiones. El documental ‘The Lovers and the despot’ (2016, Robert Cannan y Ross Adam) –disponible en Netflix- hace un buen resumen de esta historia donde lo rocambolesco se une con la primera premisa del socialismo Juche: el voluntarismo. Sí, amigos, la voluntad es lo que mueve montañas y convierte el erial capitalista en el sueño socialista de atraer a tu país a grandes profesionales del audiovisual. Por cierto, el régimen norcoreano siempre ha negado que la pareja fuera secuestrada y, en todo momento, sostuvo que estaban en el país por propia voluntad.
De Shin Sang-Ok son destacables dos películas de género: ‘Hong Kil-Dong’ que va de hostias y ninjas y la joya ‘Pulgasari’. Una película Kaiju, de género de monstruos radioactivos, que con la lectura Juche del asunto se convierten en emocionantes relatos sobre la lucha de clases. Una obra magna del “Buen mal cine” que también contó con la supervisión, en el papel de productor ejecutivo, de Kim Il-Sung. Una vez que Sang-Ok y Eun-Hee se zafaron del control del régimen, sus películas fueron prohibidas y borradas del mapa hasta nueva orden por lo que dudamos que vayan a ser ofrecidas en la nueva plataforma Manbang. ‘Pulgasari’ fue estrenada en Corea del Sur a comienzos de los años 90 sin ninguna repercusión. Su director emigró a los Estados Unidos donde, con el seudónimo de Simon Sheen, rodó ese éxito de videoclub titulado ‘Tres ninjas peleones’.
En el campo del cine deportivo los norcoreanos pueden vacilar de contar con ‘Chunganggonggyoksu’ (1978, Kil-in Kim y Chong-song Pak) -se puede traducir por “delantero centro”- que va de fútbol y que intenta transmitir los valores del trabajo en grupo y el esfuerzo personal como sacrificio de la mayoría. Rodada en 16 mm. Corea del Norte nunca ha sido una potencia futbolera pero en el mundial del 66, el de Inglaterra, lo petaron. No así en su última participación. En aquella ocasión aparecieron todos con el mismo corte de pelo, algo que hizo sospechar a la selección portuguesa de que los norcoreanos habían jugado con 11 jugadores un tiempo y con otros 11 el segundo. También con el biopic no oficial (los personalismos están mal vistos en la RPDC) del corredor de maratón Jong Son-Ok que ganó la medalla de los mundiales de atletismo en 1999 titulado ‘Marathon runner’ (2002, Li Chju Ho). La mejor secuencia: el tipo está lesionado pero, cuando el presidente pasa con su coche por su provincia, se cura y sale corriendo como un rayo para verlo pasar.
En los últimos tiempos la RPDC se ha convertido en un afamado taller de animación que abarata costes de producción a los estudios occidentales que pueden contratar a animadores del país a costes muy bajos. De esta experiencia los norcoreanos han conseguido sacar la primera coproducción nor-surcoreana, ‘Empress Chung’ (2005, Nelson Shin), que fue estrenada simultáneamente en ambos países y que tuvo cierto recorrido internacional. ‘Han nyeohaksaengeui ilgi’ (2007, In Hak Jang), estrenada en Francia como ‘Diario de una joven norcoreana’ y como ‘Diario de una estudiante’ en otros países, es hasta la fecha la única película norcoreana distribuida fuera de las fronteras y que consiguió semejante honor tras ser exhibida en el Festival Internacional de Pyonyang que promueve, aún hoy, cine de países “no alineados”. La película, por cierto, ha sido prohibida en Corea del Norte el año pasado sin que hayan trascendido las razones. El año anterior se pasó en dicho festival la peli española: ‘Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo’ (2014, Javier Fesser).
Entre las coproducciones el país solo cuenta con la curiosa ‘Comrade Kim Goes Flying’ (2012, Kim Gwang Hun, Nicholas Bonner y Anja Daelemans) una comedia sobre la camarada Kim, una minera que sueña con ser acróbata y que se hizo con capital aportado por el gobierno norcoreano y el dinero aportado por la directora holandesa y el director británico del film que convierten a la película en una coproducción norcoreano-británico-holandesa. Nicholas Bonner, por cierto, es uno de los poquísimos extranjeros, como el español Alejandro Cao de Benos, que entran y salen regularmente del país y que cumplen funciones administrativas y Daelemans, cortometrajista con dos nominaciones al Oscar en su mochila, ya había coproducido trabajos documentales junto a Bonner.
En fin, les invitamos a sumergirse en el cine de uno de los países más complejos del mundo. La mayoría de las películas norcoreanas pueden encontrarse en youtube, en versiones un poco choscas pero con subtítulos en inglés (¡tienes ustedes que saber idiomas!). Una buena manera de acercarse al sistema propagandístico del gobierno norcoreano pero, también, de flipar un poco con el dramón que subyace y, posiblemente, con la evidente desconexión en gustos, líneas narrativas y demás cosas que conforman un trabajo cinematográfico, entre el cine que se hace en la República Democrática Popular de Corea y el resto del mundo.