Tras las polémicas registradas en ese barómetro en el que se han convertido las redes sociales y el debate, un poco lacio a nuestro entender, sobre si es bueno o no reírse de los malos hemos reunido para ustedes un grupo de películas que hacen humor con tragedias terribles como el nazismo, el terrorismo islámico o la guerra nuclear. Esperamos que las disfruten.
‘The interview’ (Seth Rogen y Evan Goldberg, 2014)
Un productor de televisión, Aaron Rapaport (Seth Rogen), y el presentador de un programa de entrevistas de medio pelo, Dave Skylark (James Franco), acuden a Corea del Norte para entrevistar a Kim Jong-Un (Randall Park) tras recibir una llamada de invitación de este que pretende darse un baño de popularidad en Occidente. En principio ambos tienen la misión de entrevistar al dictador y, además, de asesinarlo pero todo se tuerce cuando el presentador y el dictador se hacen amigos y el primero se niega a completar el encargo de la CIA. Risas a cargo de un tema candentísimo que trajo de cabeza a SONY, su productora, que abiertamente reconoció estar recibiendo presiones por parte de Corea del Norte para no estrenar la película que se estrenó herida de muerte y con una campaña de pirateo que hizo posible que pudiera encontrarse en la red, en todos los idiomas posibles, mucho antes de su estreno y que puso de manifiesto que el régimen más hermético de la Tierra se maneja mucho mejor en el mundo actual de lo pudiera pensarse.

‘Team America’ (Trey Parker y Matt Stone, 2004)
Los creadores de “South Park” se lanzaron a la producción de este película protagonizada por marionetas, al estilo de la serie de TV “Thunderbirds, guardianes del espacio”, donde un grupo de abigarrados norteamericanos intentaba poner orden en casa luchando contra peligrosos liberales como Michael Moore y la familia Baldwin e intentando mantener a raya a dos malvados de manual: Bin Laden y el entonces dirigente de Corea del Norte Kim Il Jong. La cosa estaba aderezada con una serie de chistes chungos sobre el SIDA y números musicales sonrojantes a la par que brillantes que convirtieron a “Team America” es un compendio de todo aquello que puede esconderse bajo la etiqueta de “políticamente incorrecto”. Por cierto, la película se estrenó solo tres años después del atentado del World Trade Center lo que llevó a sus creadores a tener que contestar un montón de preguntas sobre cuál era el tiempo que tenía que pasar entre una tragedia y la broma que se puede hacer sobre ella.

‘1, 2, 3′ (Billy Wilder, 1961)
McNamara (James Cagney) es un ejecutivo de Coca-Cola al que su marca ha condenado a un poco atractivo destino en el Berlín Occidental tras meter la pata unos años antes en la expansión de la marca por Oriente Medio. Cuando está a punto de volver a primera línea y a ocupar un puesto de mayor responsabilidad de Londres tiene la ocurrencia de alojar en su casa a la hija de su jefe, la inocente Scarlett Hazeltine (Pamela Tiffin) que comete la osadía de enamorarse de Otto Piffl (Horst Buchholz), un alemán del Berlín Oriental que es un furibundo comunista. En el intento por disimular el romance de ambos jóvenes McNamara se verá obligado a cometer todas las tropelías posibles como engañar a una delegación rusa o disimular la ideología del futuro yerno de su jefe. Obra maestra de la comedia “1,2,3” sufrió como ninguna otra película el panorama inestable de su tiempo. Mientras que era rodada existía un equilibrio entre ambas potencias y no estaba construido el muro entre ambos lados de la actual capital alemana. Cuando se estrenó, la Guerra Fría había tomado un rumbo mucho más siniestro y los espectadores no estaban para tantas bromas por lo que fue un sonado fracaso de taquilla. Pese a todo, y con el tiempo, puede ser vista como una pieza inmemorial de humor ágil, rápido e inteligente que pone de manifiesto lo mejor de su director y su reparto dejando frases para la historia como “No hace ni media hora que soy capitalista y ya tengo deudas” o “No sé nada del nazismo porque trabajaba en el metro de Berlín y allí abajo no nos llegaba información” emitida por Schlemmer, el secretario pelota de MacNamara.

‘La Hoz y el Martínez’ (Álvaro Sáez de Heredia, 1985)
En Madrid se desarrolla una cumbre USA-URSS donde se pondrán las bases para el desarme nuclear total. Juan Martínez (Andrés Pajares) es un madrileño cualquiera que tiene un soberbio parecido con el Presidente soviético y es requerido para ejercer de su doble por si al ruso le pasara algo. El hombre acepta sin saber que, en realidad, hay una conspiración de malvados de ambos bloques para hacer fracasar la cumbre. Curiosa película, para lo que el cine español nos tenía acostumbrados por aquella época, en la que se ponía de manifiesto la intranquilidad de este país nuestro con respecto a algunas cuestiones que se traspasaron del franquismo a la democracia como la presencia americana en forma de bases militares o la creciente escalada de violencia entre dos bandos irreconciliables que aquí tuvo consecuencias catastróficas durante gran parte del siglo XX. Una comedia amarga, discreta en su presupuesto pero enorme en lo que su protagonista se refiere que, con esta película, pretendía quitarse la vitola de cómico facilón que, por desgracia, ha sido la tumba del talento de Andrés Pajares. Una rareza que deberían de intentar ver.

‘Su excelencia’ (Miguel M. Delgado, 1967)
Lopitos (Cantinflas) es un discreto funcionario de la delegación de la República de Los Cocos ante la ONU que, por una serie de rápidos y absurdos golpes de estado, consigue el puesto de embajador ante la Sociedad de Naciones. Por otra serie de carambolas del destino el voto de Lopitos será necesario para decidir sobre darle todo el poder a un bloque, el de los países colorados, o a otro, el de los países azules (sí, la cosa es un poco naïf). La moraleja, que no les desvelaremos, nos hace pensar en los llamados países no alineados y que esta película representaba, bastante bien, el sentir de México –como nación- ante la Guerra Fría. Una peli divertida y un poco inconstante del gran cómico mexicano, con permiso de Tin Tán, que contó con la participación del español Eduardo McGregor, actor exiliado en el país amigo durante muchos años y que hizo una gran carrera por aquellos lares antes de volver a España durante la Transición.

‘El Gran Dictador’ (Charles Chaplin, 1940)
Con una Europa que comenzaba a desangrarse ante el empuje del nazismo, Chaplin estrenó esta parodia inmensa en la que sacaba los colores al régimen nazi y a Adolf Hitler y ponía de manifiesto el peligro que supondría para el resto del mundo (háganse notar que la película fue rodada antes de la invasión de Francia pero ya con Europa del Este en llamas). Para el recuerdo el momento final de la película y el parlamento del mismo que pone los pelos de punta y que es la primera vez en el que el personaje de Charlot toma la palabra para lanzar un mensaje de esperanza a todo un planeta sobrecogido por la inminencia de una nueva confrontación global. Pese a que han pasado 67 años de su estreno, “El Gran Dictador” todavía pone los pelos de punta.

‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’ (Stanley Kubrick, 1964)
Con un guión chiflado escrito a medias con el satírico autor Terry Southern, mucho más conocido entonces que ahora (se reivindica poco por estos lares), Kubrick no hizo otra cosa que poner de manifiesto la chifladura completa que era la Guerra Fría y lo cerca que estábamos de desaparecer debajo de un hongo nuclear. Escarbando en una sencilla posibilidad real, que la tripulación de un bombardero nuclear crea que está recibiendo órdenes de pulverizar Moscú, el director se quitaba de encima todos los pánicos sobre la mutua aniquilación y ponía en entredicho el cacareado equilibrio de los bloques. Por el medio el talento de Peter Sellers duplicado en varios papeles y haciendo gala de su innegable capacidad para crear un personaje casi de la nada. Por encima de todo la crítica ácida al militarismo y a la estupidez humana. Una gozada que hay que ver pensando en la época en la que estaba rodada y en las consecuencias que tuvo para la audiencia.

‘Four Lions’ (Chris Morris, 2010)
¿Cómo se forma un comando de islamistas radicales? ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿Cómo se prepara a un ser humano para inmolarse por una causa religiosa incierta? En esta película tienen todas las respuestas pero con mucho humor, con un humor que se va haciendo cada vez más negro y denso pero que no deja dudas de que todo es una especie de acumulación de errores, malas decisiones y, claro está, mucha religión mal entendida. Una maravilla fílmica que sigue siendo objeto de controversia y que mucha gente no sabe si amar u odiar porque construye todo su humor con cosas tan peligrosas como atarse un explosivo al pecho y hacerlo explotar en medio de una calle. Alejada de la forma y del discurso de las películas de género “terrorista” resulta mucho más creíble y dolorosa que cualquier sesudo film o documental que hayan ustedes podido ver sobre el tema.

‘Ser o no ser’ (Ernst Lubitsch, 1942)
Rodada y estrenada en plena IIGM, la cosa va de una compañía teatral en la Varsovia ocupada por los nazis que se ve envuelta en una serie de enredos políticos y amorosos que acabarán con Adolf Hitler en la platea intentando disfrutar de un buen “Hamlet”. ¿Era necesaria una película así? Podrían ustedes preguntarle al propio Herr Lubischt, judío alemán que tuvo que exiliarse de su propio país con la llegada de Adolf Hitler al poder. “Ser o no ser” es una obra maestra cómica que ridiculiza al nazismo y al propio Hitler sin dejar atrás el toque famoso del director, tan sutil que, a veces, casi ni se nota. Para la memoria quedan muchas escenas pero este servidor de ustedes se queda con la última que no les revelaré por ser de una comicidad extrema. Por cierto, en 1940 se tomó cierta venganza con los soviéticos con ‘Ninotchka’.

‘El Negociador’ (Borja Cobeaga, 2014)
Un dirigente socialista (Ramón Barea) acude como representante del gobierno en una mesa de negociación donde tendrá que verse las caras con el representante de ETA (Joxean Bengoetxea). Con el trasfondo real de la primera tregua y la ruptura de esta y el paso acumulado de los años, las derrotas y las frustraciones Cobeaga construye un relato tierno y veraz con un material volatil y doloroso que, en contra de lo que uno piensa, le despierta la ternura (a veces) y la rabia (otras tantas). Una comedia poco amable, muy en el fondo, que retrata muy bien ese final tan largo de la banda terrorista y hace comprensible la incomprensible teatralización del fin de la violencia. Una película que se apreciará mucho más cuando las aguas se hayan calmado de verdad pero que debería de ser de obligatorio visionado.
