El Museo Guggenheim de Bilbao acoge desde el pasado junio y hasta el 9 de noviembre una retrospectiva de la obra de Bill Viola, el artista que ha elevado la disciplina del videoarte al nivel de la pintura clásica. La exposición recoge 40 años de experimentación con los nuevos medios audiovisuales, un recorrido temático y cronológico por toda la trayectoria del artista comisariado por Lucía Aguirre.
Desde sus primeras obras en cintas monocanal como ‘El estanque reflejante’ (1977–79), hasta la grabación de espejismos en el desierto con teleobjetivos en ‘Chott el-Djerid (Un retrato de luz y calor)’ (1979), el uso poético del slow motion en su serie ‘Pasiones’ (2001), o las superproducciones con cientos de actores para la instalación monumental de ‘Avanzando el día’ (2002).
Bill Viola ha aprovechado los avances tecnológicos del audiovisual para cuestionar temas universales como la vida, la muerte, la conciencia humana, la luz, la oscuridad, el espacio y el tiempo. Se dice que es un explorador de las dualidades del universo y él mismo es una dicotomía: un artista experimental que bebe del clasicismo en sus interpretaciones visuales y su estética.
CINCO CLAVES PARA DESCUBRIR A BILL VIOLA
1. Pionero aunque no precursor
Bill Viola quería ser publicista pero el arte se cruzó en su camino. Estudió Bellas Artes en los 70 en la Universidad de Siracusa (Nueva York), el primer centro académico que apostó por el desarrollo de las nuevas tecnologías en el arte a través de su programa de Estudios Experimentales. El director del programa, Jack Nelson, animó a Viola a desarrollar su visión artística a través de los sistemas de vídeo portátiles de última generación que la facultad había adquirido. Viola le cogió el gusto a este medio que recién estaba situándose en el mapa de la creación artística y siguió probando sus posibilidades.
Más tarde, en sus primeros trabajos como técnico de vídeo en el Museo de Arte de Everson en Siracusa y como director técnico en el estudio Art/Tapes/22 en Florencia, Viola asistió a los padres del videoarte, desde Nam June Paik, a Bruce Nauman o Peter Campus.
2. La espiritualidad, su mayor fuente de inspiración
Viola considera que el arte sirve para plantear preguntas y buscar respuestas acerca de nuestra existencia de la misma forma que lo hace la espiritualidad. Desde sus inicios el artista se interesó por la religión oriental, desde el budismo hasta el sufismo, y la mística cristiana de San Juan de la Cruz. En 1980 residió durante año y medio en Japón con su esposa para estudiar las enseñanzas del Maestro Zen Daien Tanaka.
Sus trabajos abordan las profundidades del ser humano, la vida, la muerte, el nacimiento y el sufrimiento, las emociones…, y muchas de sus exposiciones se han realizado en iglesias o espacios de culto, como la Catedral de Durham (Reino Unido), la iglesia del Oratorio San Gallo durante la Bienal de Venecia de 2007, o la Catedral de San Pablo de Londres.
3. Criticado por la accesibilidad de sus obras
La obra de Bill Viola es bella y accesible, lo cual resulta una ofensa para algunos críticos que abogan por el exclusivismo (y esnobismo) del arte contemporáneo.
En esta retrospectiva no encontrarás imágenes con grano y mal iluminadas (quizás algunas sólo en sus primeros trabajos debido a sus limitaciones técnicas en esa época) porque para el artista el concepto es tan importante como la calidad técnica, igual que lo era para los pintores clásicos.
Viola usa el vídeo en alta definición, los últimos avances técnicos y equipos de rodaje complejos para crear obras de una virtuosidad y nitidez que empujan al espectador a su interior.
4. La música, una parte fundamental de su obra
En la universidad Bill Viola estudió música electrónica y tocaba la batería en un grupo de rock. Uno de sus mentores fue el compositor David Tudor, que le introdujo en el grupo de música experimental ‘Rainforest’, posteriormente conocido como ‘Composers Inside Electronics’.
Paralelamente a sus investigaciones en el campo del vídeo, Viola ha probado con la grabación de los sonidos de la naturaleza y de espacios arquitectónicos para crear el sonido ambiental de sus obras.
Además las creaciones de Viola han puesto imagen a proyectos tan dispares como el directo de Nine Inch Nails o la ópera ‘Tristán e Isolda‘ de Richard Wagner, un encargo del director de la Ópera Nacional de París en colaboración con el escenógrafo Peter Sellars.
‘Vigilia Nocturna’ (‘Night Vigil’), 2005/2009. Instalación de vídeo para la ópera de Wagner ‘Tristán e Isolda’.
5. Su esposa, Kira Perov, su mayor colaboradora
Desde que la conociera en 1977, cuando la fotógrafa le invitó a mostrar su trabajo en la universidad australiana de la que era directora artística, Kira Perov se convirtió en una parte fundamental de la carrera de Viola. Es la directora ejecutiva del Bill Viola Studio, comisaria de gran parte de sus exposiciones y supervisora de todos los catálogos de su obra. También es la encargada de poner en marcha las ideas que Viola anota en sus cuadernos como productora ejecutiva de sus rodajes. En los últimos tiempos Kira también se ha convertido en la voz del artista que, aquejado de una enfermedad, ha dejado de aparecer ante los medios.