Promesas, sexo y poemas. Podría ser perfectamente el título de la nueva película de Almodóvar, pero por desgracia no lo es. Se trata más bien de las palabras que pueden englobar la última polémica en torno al escenario de la poesía moderna en España. Jóvenes que acuden a las lecturas públicas de poemas (llamadas jams poéticas) y a las que se les acercan hombres prometiéndoles el paraíso editorial o ser las musas perennes de poetas ya posicionados en el panorama. Desde proposiciones sexuales a comentarios de la misma índole se han hecho públicos.
Fue hace unas semanas cuando un hilo en Twitter comenzaba a denunciar unos presuntos casos de acoso sexual en las ya mencionadas jams poéticas. Chicas, algunas de ellas menores de edad, a las que se les acercaban hombres con la intención de tener sexo con ellas. Así Twitter, el rey de los reyes de los debates públicos, prendió la mecha. El hilo lo comenzó Ana Palaniuk cuando, tras contar su experiencia, animó a quienes hubieran vivido episodios de ese tipo a contarlos. Ella los reuniría por mensajes privados y, después, los publicaría manteniendo su anonimato.
Así, comenzaron a desfilar vivencias de todo tipo. Se habló de mensajes privados con poetas por redes sociales, de comentarios sexuales, de invitaciones a hoteles y de sexo. Entran en juego menores de edad viéndose torear en la plaza con hombres de unos 40 años. Todos están de acuerdo en la gravedad de aquellos casos en los que se ejerce una violencia sobre la mujer y se le obliga a realizar ciertas acciones sin su aprobación. Casos como este también forman parte de los testimonios, como es el de una de las chicas: “Me empotró contra un coche y me metió la mano en su pantalón y me empezó a medio desnudar y tocar”.
— Ana Palaniuk (@anapalaniuk) 25 de julio de 2017
12. pic.twitter.com/hZ9Gjzxq3U
— Ana Palaniuk (@anapalaniuk) 25 de julio de 2017
Sin embargo, ¿hasta qué punto se puede tildar de acoso sexual a una relación consentida? ¿Se devalúa el término y la gravedad que conlleva si se emplea en situaciones que no lo son? “Cuando llegué a su pueblo vino a buscarme a la estación y me llevó a casa (super caballeroso él) y nada más llegar empezamos a tener sexo, no me gustó mucho, la verdad. Hubo un momento en el que me propuso hacer anal. Yo nunca lo había hecho y no estaba segura en el momento pero después de un rato intentando convencerme, accedí”, se dice en uno de los testimonios.
36. Parte 2. pic.twitter.com/rucfKDEwQg
— Ana Palaniuk (@anapalaniuk) 28 de julio de 2017
La misma pregunta se plantea cuando se trata de historias en las que el hombre se acerca a la chica y comienzan los comentarios sobre relaciones sexuales, así como las proposiciones de la misma naturaleza. Todos coinciden en que se trata de situaciones incómodas para una mujer pero, ¿es eso realmente acoso? Ana Palaniuk, quien accedió a dar su opinión en este artículo, afirma que “muchas compañeras se han sentido acosadas, pero no quiero ser yo quien haga de juez ni quien las cuestione”. Desde la Fundación Aspacia, expertos en este tipo de casos, aseguran que “si hay un engaño de por medio, hace que incluso existiendo un consentimiento por parte de la mujer, ese consentimiento no sea libre. Se aprovechan de la vulnerabilidad y fragilidad que es su ilusión de publicar un libro”.
Promesas editoriales y sexo caduco son los temas más recurrentes en los mensajes. “Me prometió el cielo: él iba a conseguir que todo el mundo me conociese, sería famosa en el mundo de la poesía y acabaría publicando un libro”, cuenta una de las chicas. Hombres que se acercan afirmando tener contactos con editoriales a las chicas que leen en las jams.
Seguimos con ésto…
10. pic.twitter.com/7jnHPFaoJQ— Ana Palaniuk (@anapalaniuk) 25 de julio de 2017
En uno de los tweets,Palaniuk afirmaba no estar compartiendo las experiencias de sus compañeras “para que se convierta en un patio de colegio o se monte un circo”. Pero hablando en paralelismos, hablar de esto en una red social es como acercar un mechero encendido a un saco de ramas. Prende. Y eso es lo que ocurrió cuando empezaron a salir a la luz algunos de los nombres de aquellos hombres que, pluma y pene en mano, habían participado en esas experiencias. Bajo sus iniciales comenzaron a circular acusaciones como la relacionada con un poeta que afirmaban que era portador de ETS. Y ahí empezó la retahíla de comentarios, incluso memes consiguiendo que incluso dentro del circuito poético se encendieran las interrogaciones. La hoguera prendió más incluso cuando se demostró que algunos de esos comentarios y acusaciones provenían de cuentas falsas que luego desaparecieron. No obstante, a pesar de ello, ninguno de los mencionados ha querido decir nada al respecto.
Sin embargo, ¿cuál es la visión de ellos, de los poetas? Como se ha dicho, pocos son los que se han posicionado. Incluso algunos, después de hablar con ellos y cuyo nombre no se dará sin su permiso, afirman que decir su opinión de manera pública es, sin lugar a dudas, convertirse en un saco de boxeo de las redes sociales. El veterano Carlos Salem, en cambio, no le tiene miedo a nada. “Sí que jode que haya gente que vaya a la poesía solo para eso, que no se respete un principio de igualdad entre los poetas y las poetas, hombres y mujeres que van a ver poesía porque tienen, en teoría, una sensibilidad”, afirma. “Eso sí, eso no implica que ese interés incluya eventualmente, y si ocurre, tener sexo y follar hasta matarse si a ellos les apetece”, sentencia. Salem ha sido una de las personas que más claro se ha mostrado al respecto. Afirma también que “lo normal es que dos personas puedan abordarse en un bar, sea o no de poesía, y hablar respetándose; que pesados ha habido siempre”.
Es curiosa la falta de su palabra, de la ellos, pues no dejan de ser también protagonistas de esta historia. Son conocidas en el circuito las acciones de algunas chicas que, por ejemplo, se han metido en el baño de hombres en busca de algún poeta. ¿Es en este caso también un acoso? Ana contesta: “claro, las mujeres también podemos acosar y agredir a hombres. El asunto está en que lo nuestro no es para nada la norma, la violencia machista es ejercida de hombres hacia mujeres y no de forma contraria.” Por su parte, Belén Nogueiras, experta en violencia sexual de la Fundación Aspacia, apoya las palabras de Palaniuk: “No sería un caso de acoso porque es el hombre quien tiene todas las herramientas culturales para rechazar una proposición sexual libremente. Una mujer, por su condición y educación, está en una situación constante de vulnerabilidad”. ¿Cuál es la diferencia? “Que cuando las chicas salimos de casa nos advierten de que tengamos cuidado porque estamos expuestas a que nos agredan sexualmente. En cambio, a un chico se lo dicen para que no se meta en una pelea. La diferencia reside en que vivimos en una cultura patriarcal”, sentencia.
Hace unos días Palaniuk también mostraba su opinión en su canal de Youtube. Decía que “nos han enseñado de pequeñas a complacer a los hombres, a callar y a aguantar, a ser agradables y a no poder ser bordes. Nos han enseñado que si un hombre quiere algo con nosotras, y nosotras no se lo damos, somos nosotras las guarras”. ¿Es ese el problema? Salem afirma que “hay que dar todas las condiciones para que las mujeres fortalezcan el músculo de decir que no, pero son ellas las que tienen que decirlo”. Ana, en cambio, cree que esto no va a dejar de pasar por decir un “no”.
Otro de los debates que se formaban en torno al tema era si la manera correcta de denunciar este tipo de conductas era una red social. “Un hilo de Twitter no va a solucionar nada, lo que tienes que hacer es denunciar”, le espetaban a Palaniuk. A lo que ella contestaba: “Me produce demasiada tristeza que ante una agresión os preocupe más que la chica no haya denunciado que la agresión en sí”. ¿Se han empleado los términos correctos? ¿Son las redes sociales la vía correcta para denunciar este tipo de casos? De nuevo, Belén Martín responde: “El problema de las redes sociales es que la información sea la correcta, al final se van mezclando conceptos y hay que asegurarse de los términos que se utilizan. Ese es el fallo de Twitter, que la gente se pone a contar sus experiencias sin cerciorarse de si de lo que se está hablando es la manera correcta”.
Me van a permitir un pequeño privilegio como autora de este artículo, y es terminarlo con mi opinión personal al respecto. Yo pertenezco a ese circuito poético y he acudido a esos bares, he frecuentado y entablado conversación con muchos hombres de las que eran evidentes sus intenciones, pero jamás he sufrido ningún tipo de acoso sexual ni nadie me ha colocado una mano encima sin yo quererlo. He estado respaldada por el “¿necesitas algo?” de los dueños del bar y sé a ciencia cierta de que su mirada suele estar protegiendo a esas chicas. Pero, sobre todo, lo que quiero defender es que un “no” sólo será negación y no condicional cuando seamos nosotras las que lo pronunciemos por mucho que lluevan las promesas. ¿Que por qué lo pienso así? Porque me cansa que “vulnerable” y “frágil” sea el adjetivo que más acompañe a una mujer, me disgusta que sea precisamente algunas mujeres quienes se lo coloquen y me cabrea que un hombre se piense que lo soy, cuando no es así. Pero resumiendo, lo pienso porque sé que es complicado hablar de una mujer por la inmensidad de su lenguaje, pero más complicado es hacerlo por la inmensidad de su fuerza.