Se conoce como “conspiranoia” a todo ese corpus de teorías que aseguran que la ONU controla a la población echando fluor en el agua, que la Reina Isabel II es, en realidad, un extraterrestre con aspecto de reptil o que los atentados del 11-S o el 11-M fueron, en realidad, promovidos por gobiernos en la sombra con la necesidad de desestabilizar al mundo libre. La realidad dice una cosa pero la conspiranoia siempre se las apaña para decir otra.
¿Saben por qué hay gente que cree que no llegamos a la luna? Básicamente porque desconocen cómo funciona un transbordador espacial. Usted o yo podemos aceptar vivir con la idea de que hay gente muy lista que construye este tipo de ingeniosos artilugios. Hay gente que no, que no solo no puede tolerar que haya gente más lista que ellos y por eso, antes de pasar por “poco formado”, deciden elaborar alambicados planes donde diversos departamentos de un estado concreto implican a cientos de miles de personas en un simple engaño.
Lo que antes era una red bastante pocha de publicaciones amarillistas, libros muy pobres, programas de radio sonrojantes y listas de correo donde recibir material fotocopiado por dios sabe quién se ha convertido en un monstruo gracias a Internet donde la mezcla de información y desinformación y la incapacidad del usuario por diferenciar la fuente buena de la fuente pocha hace el resto el trabajo. En nuestro país, por ejemplo, contamos incluso con un programa de televisión con mucha audiencia que, sin sonrojo, habla de espíritus con la misma sabiduría que despliega su total ignorancia sobre ciencia o política. La ciencia ficción choca con la realidad y se ha generado un caldo impresentable, que con la etiqueta de post-verdad, ha llegado a la información general y a un público global y, por lo tanto, millonario en número de personas.
Alex Jones es el cabeza de cartel de Info Wars. Nacido en Texas en 1974 Alex Jones no tuvo una gran formación intelectual. Completó sus estudios en un Community College, una especie de versión pequeña de una universidad sin ningún brillo intelectual. No tiene preparación como periodista, como analista político, no sabe nada de ciencia. Es un completa botarate. Eso no quita para que, por mor del ambientito, se haya convertido en una celebridad desde su página infowars.com catalogada, como entenderán, como un sitio poco fiable para informarse. Pese a todo su audiencia en los Estados Unidos, en el mundo anglosajón y más allá es millonaria. Gracias, Internet. Entre los conspiranoicos mundiales Jones ya es un personaje de referencia desde mediados de los años 90 cuando dirigía su propio programa de radio. Desde él lanzó las teorías conspiranoicas más conocidas sobre la matanza de Waco, sobre el atentado del edificio del FBI en Oklahoma City y, claro está, sobre el control que la ONU ejerce sobre el Mundo Libre con ayuda del famoso Club Bilderberg. Es famoso también por haber anunciado, por ejemplo, que el Departamento de Estado pretendía eliminar el dólar en favor de otra moneda que emitiría junto a México y Canadá (basada en el patrón oro) o que los atentados del 11-S, en realidad, pretendían eliminar unos archivos bancarios que harían que la deuda de los bancos desapareciera.
Hubiera sido un bocazas más, ultraderechista a la americana-fanático de las armas-chalado antifederalista-échale la culpa a Washington, si no fuera porque en las elecciones que han llevado a Donald Trump a la Casa Blanca se convirtió en un peón esencial que ha captado votos, ha machacado convenientemente la candidatura de Hillary Clinton y ha entrevistado al propio presidente americano en plena campaña electoral y tras su victoria.
La mano de Jones parece estar detrás de casos como el Pizzagate (una presunta red de pederastia que uniría a personalidades del partido demócrata a través de todo el país) o de haber recogido la teoría de que Barack Obama era musulmán y no había nacido en los Estados Unidos. “El Oso”, como se le conoce entre sus seguidores latinos, ha crecido hasta convertirse en un personaje de la cultura popular estadounidense que, sorprendentemente, ha saltado del Internet minoritario a tomar un status especial entre el bufón y el tipo peligroso que es mencionado con asiduidad en programas como el de John Oliver o Bill Maher que, en los últimos tiempos han iniciado una batalla por la verdad informativa.
Ya saben, ha pasado de animador de tertulias de Fox News y de ser un personaje menor detrás de Limbaugh y otros periodistas “serios” a personaje principal y, látigo en mano, sigue elevando su voz avisando de la posibilidad de que estalle una “guerra racial” a nivel doméstico que se extenderá a un enfrentamiento mundial y “denunciando” a los peligrosos demócratas.
En la actualidad ya ha dado por bueno que Corea del Norte tiene la capacidad para alcanzar las ciudades principales de los Estados Unidos con una nube de misiles nucleares lo que ha provocado una oleada de pánico entre sus seguidores y, mucho más, cuando ¡albricias! Ha denunciado que son elementos desleales de la administración americana los que han surtido de tecnología a la Corea malvada para provocar un nuevo colapso mundial que, por ahora, no acaba de llegar.
¿Qué información maneja Alex Jones? La misma que usted y yo. Sabe de misiles balísticos lo que lee en Internet, y no precisamente, lo más técnico y complejo y, claro está, seguramente tenga problemas para colocar Corea del Norte en el mapa. Tenía la misma información para decir que el agua, otra vez el agua, estaba siendo contaminada con productos químicos que estaban convirtiendo a los heterosexuales en homosexuales. ¿La razón? Controlar el crecimiento de la población mundial.
El problema de la existencia de Jones, en nuestro país también existen un buen número de conspiranoicos parecidos que hablan con soltura de estos temas o de sus contactos con extraterrestres, es que habla un lenguaje que cualquier idiota puede manejar, reparte datos que cualquier cretino puede memorizar y sobre todo, y esto es importante, la forma en la que da esa información se parece, cada vez más, a un telediario de una cadena de televisión seria. Jones debería de ser un chalado subido en una caja de cerveza diciendo paridas en una esquina pero, por desgracia, es un chalado en un plató de televisión equipado con un chroma sobre el que se proyecta un elegante grafismo que parece formal y serio y se emite por un canal aceptado como medio de comunicación. El discurso, claro está, es el de una persona desinformada que se inventa la mayoría de las cosas que dice pero, recuerden, un montón de gente inventando cosas ha sacado a Reino Unido de la UE y ha llevado a Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Y lo que es peor, muchos medios bendecidos como serios han seguido esa senda de enfrentamiento, malos titulares y pobre información en su denodada batalla por conseguir clicks en internet.
El momento es malo, informativa y económicamente hablando, y corremos el riesgo de hacer caso a cualquiera que quiera alegrarnos el oído, Jones y otros conspiranoicos son conscientes de que, en el fondo, sus discursos cabrean a sus seguidores por un lado y elevan el tono de los discursos pero, a la vez, tienen un efecto tranquilizador: ¿Le falta trabajo? Los inmigrantes ¿Su hijo es muy drogadicto? El FBI tiene la culpa ¿Puedo volver a montar en un tren de cercanías sin miedo a que estalle una bomba? No se preocupe, la culpa es de elementos desleales pero el gobierno siempre vela por usted ¿Me siento atraído por los hombres desnudos que veo en el vestuario del gimnasio? Recuerda que te gustaban las mujeres hasta que comenzaron a echarle cloro y fluor al agua. Todo articulado en la forma en la que se extienden las inofensivas leyendas urbanas o los cuentos de asustaviejas de toda la vida pero, esta vez, llegando a un mercado de crédulos e ignorantes de dimensiones globales.
No nos dejemos adormecer por este tipo de chiflados que, en el fondo, esconden intereses económicos haciendo subir sus clicks, que mantienen buenas relaciones con políticos extremistas y que, en realidad, no quieren ver el mundo arder si no, más bien, ganar dinero con la desinformación y servir a un interés mayor: mantenerlos asustados y dentro de sus casas esperando que los buenos, que nunca llegarán, acudan a su rescate.