Supe la fecha exacta de mi viaje a Nueva York unos seis meses antes. Desde entonces todo fue recopilar información sobre la ciudad. Los clásicos: el Moma, el Met, el puente de Brooklyn (de noche), Times Square (también de noche), Chinatown y Central Park. La comida: JG Melon, Maloney and Porcelli (cerrado, fuimos al igualmente satisfactorio Smith and Wollensky) The Burger Joint, o Ivan Ramen (demencial). Alguna rareza como el edificio Dakota, en cuya puerta asesinaron a Lennon. Pero sobre todo, sobre todo, quería ver comedia.
Ya les he hablado del directo de Louis CK por aquí en Don, casa de gente maravillosa que me deja comentar todo lo standupero que veo. Mi amor por él puede hacerles entender la relevancia del viaje. Me sentía yendo a Nueva York como una versión siniestra de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ en la que yo era un joven niño fascinado no por dulces, sino por chistes hirientes, locales oscuros y enormes platós de televisión.
No digo que mi tour por la ciudad sea el único válido ni el más adecuado. Pero les ofrezco una pequeña guía con impresiones de todo lo que vi. A mi me habría gustado encontrar este artículo al planificar mi viaje, y espero que a alguien le sirva.
La anécdota: Tom’s restaurant o el (casi) auténtico Monk’s de Seinfeld
No me saqué ni un maldito selfie en Times Square. Pero pedí que me hiciesen unas veinte fotos delante de esta cafetería. Ni más ni menos que Tom’s Restaurant. Su fachada aparece prácticamente en todos los episodios de la serie ‘Seinfeld’. En la sitcom, Tom’s Restaurant es Monk’s: el café en el que Jerry, George, Elaine y Kramer desayunan mientras discuten… sobre nada.
El interior del restaurante está repleto de autógrafos y fotos del reparto de la serie. También cuadros y hasta una pequeña tienda en la que comprar merchandising. La comida es correcta, pero la experiencia acaba pronto, puesto que a parte de la fachada no se utilizó nada más para la serie. Los interiores que se ven en el programa son parte de un estudio de Los Ángeles.
El dinner es en la vida real un lugar emblemático, asociado al campus de la universidad de Columbia y a toda su actividad académica. Premios Nobel e ilustres mentes pasaron horas en sus mesas. También es frecuentado por los vecinos de barrio y cuenta con varios parroquianos que acuden desde sus inicios. Todo ello recogido en un documental de 2014 llamado ‘Tom’s restaurant: a documentary about everything‘. Del que, intuyo, con ver el tráiler es suficiente.
Entiendo que para otros, probablemente aquellos que no han visto la serie, el lugar de parada sea distinto. A lo mejor el famoso restaurante Katz’s de la película ‘Cuando Harry encontró a Sally’. O tal vez prefieran visitar la fachada del edificio de ‘Friends’ o la puerta del cuartel de los ‘Cazafantasmas’. Sea cual sea tu capricho, Nueva York te permite sentirte parte de tu comedia favorita por unos instantes.
Lo imposible: un Late Show en directo
La comedia en Estados Unidos está íntimamente ligada a la televisión. El monologuista encuentra su máxima recompensa en aparecer en o presentar un Late, formato que aquí conocemos gracias a Andreu Buenafuente y a sus múltiples programas desde ‘La Cosa Nostra’. Pero lo que en España nos cuesta horrores reproducir y parece destinado únicamente a la televisión de pago, en Estados Unidos es uno de los programas reyes de la parrilla nocturna, gracias sobre todo a un público tan numeroso como entregado, que permite que haya nombres emblemáticos de estilo más clásico, como el ‘Tonight Show‘ que ahora conduce Jimmy Fallon u otros similares pero de contenido más distendido como el show de Conan O’Brien.
En Nueva York se ruedan tres grandes Late Nights: el ‘Tonight Show‘ con Jimmy Fallon; el ‘Late Show‘ con Stephen Colbert (anteriormente presentado por el legendario David Letterman) y el ‘Late Night‘ con Seth Meyers, antiguo miembro de ‘Saturday Night Live’. No exagero si digo que todo mi tiempo perdido desde hace años se debe a visualizar en bucle las entrevistas, monólogos, secciones y juegos de estos tres presentadores. Tampoco miento si digo que, como todos vosotros, he fantaseado mil veces con acudir de invitado. Pero por ahora (atentos a la desfachatez de este “por ahora”), la opción lógica era intentar acudir de público.
No quiero convertir esto en una guía al detalle sobre cómo conseguir entradas para un Late Show en Nueva York pero sí dedicaré un párrafo a algunos pasos importantes. Es un proceso lento y doloroso. Todo se hace a través de 1iota.com y es completamente gratuito. Tras registrarte en la web, debes estar atento al Twitter de los programas que te interesan: allí comunicarán el día y la hora a la que abren listas. Corre, porque algunos como The Tonight Show se agotan a los pocos segundos. Si consigues reservar, todavía necesitas un segundo mail de confirmación que te llegará una semana antes del show. Reserva tantas fechas como puedas, porque a veces cancelan las grabaciones.
Pueden imaginar mi felicidad cuando me confirman que podría ir al show de Stephen Colbert. No estaba preparado para aquello. La espera se hace larga tanto los días antes como las colas al llegar, pero la experiencia es digna de ello. El equipo se desvive por conseguir la atmósfera de desenfreno que veis en las grabaciones. Paul Mecurio, cómico profesional, aparece en primer lugar como encargado de calentar al público y explicar el funcionamiento del show. Probablemente el mejor improvisador que haya visto jamás. Luego, John Batiste y su banda tocan un buen rato, paseando por todo el estudio, improvisando a centímetros de tu asiento.
Y aparece él. Vuestro host, vuestro anfitrión. Stephen Colbert. Elegante a pesar de lo ancho del traje, sonriente de oreja a oreja, haciendo suyo todo el recinto. Entra sin red y responde a tres preguntas al azar del público. Se vuelve a ir, para volver con el doble de energía y empezar un monólogo tan bueno como el de cada día. Luego llegan los invitados: Olivia Wilde y Eddie Izzard (del que, también es casualidad, escribí por aquí hace poco). Nos dicen que veremos la actuación de Nick Cave y mi cabeza explota. Pero de pronto, se cancela: han tenido que retrasar a mañana a Nick Cave porque Scarlett Johansson tiene que grabar su entrevista ahora. Me duele, pero ver el mismo día en directo a Olivia Wilde y a Scarlett Johansson es recompensa suficiente para cualquier mortal. Salgo y compro la camiseta y la taza, y pagaría el primer año de carrera de los hijos de Colbert si pudiese. Todavía hoy pienso en lo increíble de haber presenciado este show que se repite día tras día, sumando calidad, riesgo y humor, en el legendario Ed Sullivan Theatre de Nueva York.
El remate: el auténtico Comedy Cellar
Seis días antes de ir a Nueva York escribo a Christian Flores. Es un cómico brutal de Barcelona con el que mantengo el contacto desde hace tiempo. La última y única vez que nos vimos me recomendó un documental sobre la comediante Tig Notaro, y tuve que agradecerle el consejo: con diferencia de lo mejor que he visto sobre stand-up. Pues bien, casualidades de la vida, él me responde con un vídeo que enseña el lugar en el que se encontraba. Era Nueva York. Había ido a pasar unos días. Y estaba en frente del Comedy Cellar.
Al final no pude ver a Christian (iba con su novia, una compañía mucho más agradable que la mía) pero lo ocurrido es muy significativo. El Cellar es lo más parecido para un cómico a un centro de peregrinaje. Hay otros, claro. El Comedy Store en Hollywood, el Improv en Los Ángeles o Caroline’s, también en Nueva York. Pero el Cellar, fundado por Bill Grundfest en los años ochenta, ha alcanzado fama internacional gracias al trabajo en cine y televisión de series como ‘Louie‘, que han hecho de él su particular bar emblema.
Ver ‘Louie’ favorece que tu experiencia sea más completa. Por ejemplo, puedes pasar por el Ben’s Pizzeria de Macdougal St, el mismo en el que Louie se detiene en la intro de su serie, a unos metros de la entrada. Pero seas fan o no, en realidad el local tiene fuerza suficiente para envolverte nada más entrar. Eso si no metes la pata: la puerta del Cellar está bien custodiada por un par de porteros de aspecto imponente que te pedirán tu identificación, tu reserva, y te recordarán una y otra vez que apagues tu teléfono móvil, o a la mínima seña de que estás grabando algo, serás expulsado del local. Reservar es sencillo y puedes hacerlo desde su web.
Tras pasar de la puerta, se confirma que el nombre no engaña. Escaleras abajo, el local se presenta como un sótano oscuro, con señas de identidad de clubs de comedia como los cuadros de famosos o la pared de ladrillos en el escenario. Las veladas están repletas de gente de todo tipo: turistas, grupos de amigas, despedidas de soltero, familias, parejas. Sorprende la capacidad del público para integrarse, su voluntad de sátira de uno mismo y de su identidad. Volaron chistes de negros, homosexuales, judíos, nazis. Bromas a la cara de los situados en primera fila, que acogieron con una normalidad absoluta.
Una vez el show empieza estás obligado a consumir al menos un par de bebidas, o una bebida y algo para comer. La comida es nefasta (al menos lo era algo tan sencillo como una cesta de patatas fritas) pero qué importa eso. La comedia es todo lo que esperabas, el escenario es tal como lo imaginabas, el ambientes es envolvente y estás en el lugar en el que todo ocurre. En mi visita descubrí a Judah Friedlander y apareció como estrella invitada Jim Norton, cómico conocido por sus pequeños papeles en películas de todo tipo. Esta es otra ventaja del Cellar: si tienes suerte, puede que la alineación de la noche cambie y cualquiera de los grandes, desde Dave Chapelle hasta Jerry Seinfeld, aparezca para probar su nuevo material.
Un último tip y me despido: a cuatro minutos del Comedy Cellar se encuentra Tertulia, un restaurante que aparece mucho en la segunda temporada de ‘Master of None‘. La serie de Aziz Ansari tiene mucho de neoyorquina y es otra buena referencia para añadir a su visita turística, si está usted loco y busca salirse del circuito habitual. Yo no conozco otra forma de disfrutar de un viaje.