Pamplona es durante nueve días, del 6 al 14 de julio, la capital del mundo. Pero hay más, mucha más allá de San Fermín. Una capital de provincia muy cerca de Francia, activista y peleona por naturaleza, repleta de pequeños tesoros como la pequeña mejor sala de conciertos de España: El Nébula; una gran cantidad de buenísimas bandas (El Columpio Asesino, Ex Novios, Souvenir, Cabeza Fuego, Kokoshka, Los Ginkas, Las Kasettes, el nuevo secreto a voces que son Melenas, …), selectas tiendas de libros, discos y ropa. Si a esto le sumas dos universidades que aglutinan a varias decenas de miles de estudiantes, una gastronomía que quita el hipo (se come y se bebe como en pocos sitios y además en grandes cantidades) y unas ganas de juerga que parece San Fermín todo el año, tienes un cóctel demolerdor
Pedimos al músico Jaime Cristóbal, un íntimo y exquisito colaborador de esta casa, en la que ya vive un pamplonica de pro, que comparta los lugares preferidos de su ciudad.
- Zaldiko. Situado en la mítica cuesta de Santo Domingo, el comienzo mismo del recorrido del encierro. La parrilla es la especialidad de esta Sidrería-Asador. Recomiendo el chuletón acompañado de una botella de Fernández de Piérola.
- Katakrak, en la calle Mayor. En esta cooperativa de iniciativa social con ramificaciones culturales (es editorial y librería) el menú es sorprendentemente rico, barato y distinto al marasmo de monótonos menús de la ciudad: por 12€ (con opción de medio menú y hasta ‘menú precario’) comerás platos caseros como su gallina en pepitoria o el gumbo de gallina, regado con su propio vino casero, cervezas artesanas o zumos bio.
- El bar Casa Jesús Mari lleva más de 25 años ofreciendo los bocadillos tradicionales más deliciosos de la ciudad en el corazón de la parte vieja. Su pan tostado caliente abraza exquisiteces en las que la clave no es la originalidad sino la calidad de los ingredientes. Mi favorito, sin duda el ‘Jesus Mari’, que combina magistralmente bacon, york, tomate, queso, calabacín, mostaza y pimientos verdes del piquillo.
- Los pinchos y raciones son la especialidad de la ciudad, y según zonas las opciones son innumerables. En el Segundo Ensanche hay bares míticos como El Cali o el nuevo Moka, donde se da un giro ligeramente modernizado a una de las estrellas de las barras pamplonicas: el frito. En lo viejo reinan enclaves de referencia como el bar Fitero para raciones o el Gaucho para pinchos, con verdaderas delicias como su insuperable pincho de anguila ahumada con tomate en dos texturas.
- Por la noche, sin duda en el bar Nébula, en la calle San Francisco. Su ambiente de rock and roll es más que carismático. Tiene la mejor selección musical de la ciudad y su minúsculo sótano tiene un aura íntima y a la vez salvaje. Por él han pasado desde los Sadies hasta los Pretty Things o Kim Salmon.
- El sitio por antonomasia por lo pintoresco de ese rincón de la muralla, es el Caballo Blanco, pero le sigue no de lejos el Molino de Caparroso, con su espectacular terraza sobre el río Arga junto a las pasarelas. Vistas inmejorables.
caras.
- Tengo el diente absolutamente dulce, así que lo primero que me viene a la cabeza es la leche frita que hace mi madre, un manjar recubierto de azúcar y canela que ya hacía mi abuela en su pueblo (Lumbier) hace más de 70 años.
- Dientes Largos. 25 años ya de una de las más carismáticas tiendas de todo el país. Situada en la calle Jarauta, este minúsculo Shangri-la musical alberga la mejor selección de rock, folk, punk, psicodelia o country de todo el pre-pirineo, escogida con amor por el gran Kike. Mandanga de primera.
- Los Traperos de Emaús no es mala opción en estos tiempos, pero si tienes presupuesto Slide (calle Chapitela) tiene una selección con gran gusto de marcas como Adidas, Carhartt o Fjällräven. Con mucha más choja, MG es otro referente clave.
- La Objetería los días felices. Objetos decorativos escogidos (y de creación propia) con enorme gusto, pósters y láminas, selección de libros exquisita, hermosos libros de gran formato ilustrados… objetos bellos en un rincón único de la Plaza del Castillo.
- Tras la desaparición de la esencial librería El Parnasillo hace un par de años, el testigo de librería de barrio independiente con personalidad propia lo ha cogido muy dignamente Walden, en la calle Paulino Caballero. Puedes hojear su selección de novelas mientras degustas un café, y también es espacio de interesantes charlas y presentaciones de libros.
- TBO. Parece un milagro que la misma tienda a la que iba con mi amigo Jorge muchas tardes al acabar el colegio hace 30 años siga abierta y en plena forma, pero así es. En sus míticas estanterías de madera se sigue apilando lo mejor del cómic de superhéroes, europeo, satírico, novela gráfica o manga. El trato, como siempre, excelente.
- Golem. Un histórico que nació en esta ciudad. En su sala Golem Yamaguchi sigue programándose cine independiente y alternativo, con un celebradísimo renacimiento de la versión original, contra todo pronóstico, agrupado en torno a un exitoso grupo de Facebook en el que se informa y se agita para que los aficionados al cine sin doblar movamos el culo y apoyemos con la cartera lo que veníamos reclamando desde hacía tantos años para Pamplona.
- Museo Jorge Oteiza, en Alzuza. Navarra no ha tenido el talento para sacar partido a este museo que debería ser mucho más conocido y reconocido en nuestro país y fuera de él. Alberga la colección personal del singular escultor y erudito polifacético Jorge Oteiza, junto a su archivo de manuscritos y maquetas, en un continente muy significativo: un cubo de hormigón rojizo proyectado por su amigo y colaborador Javier Sáenz de Oiza. Talleres, seminarios y exposiciones temporales completan su interesante propuesta.
- El paseo fluvial junto al río Arga es una de las grandes mejoras urbanas de la última década. Transcurre durante 11 kilómetros por la periferia de la ciudad, en medio de los cuales encontrarás cantidad de tramos semisalvajes llenos de encanto como el bonito molino de Villava o la tranquilidad arbórea cerca del puente de Miluce.
- Ochagavía, junto a la Selva de Irati, te sumerge en un entorno boscoso casi mágico, a menos de una hora de Pamplona. El pueblo es uno de los más bellos y fotogénicos de todo el Pirineo, y se extiende a ambos lados del río Anduña.