Allá por 1991 Chavela Vargas volvía a los escenarios después de un impasse de 12 años en los que el alcohol ganó la batalla a la música. Ya con el aspecto característico de su inminente etapa española (pelo corto y cano) y con el alma recuperada (“el alcoholismo es una enfermedad del alma”, aseguraba), la intérprete aparece en unas grabaciones manteniendo una relajada conversación entre mujeres. A partir de estas confesiones en VHS Catherine Gund y Daresha Kyifulanita construyeron un brillante documental, ‘Chavela’, estrenado pocos meses antes de que se cumpla el quinto aniversario de su muerte.
“Encima de un escenario todo vale”
Chavela nació en Costa Rica en el seno de una familia católica que se avergonzaba de ella: sus padres nunca aceptaron su personalidad rebelde y esa manía de la niña de vestirse de hombre, así que la ocultaban a la visitas.
Huyó a México con 17 años, en la época dorada de las rancheras. Quería hacer música y empezó aceptando los códigos del género. Para su primera actuación se maquilló, se vistió y peinó como mujer y se puso tacones. “Parecía un trasveti”, comenta en el documental. Nada más aparecer en el escenario un traspiés con los tacones le hizo caer al suelo. Juró que esa sería la última vez que se disfrazaba.
En una época y un contexto hostil para las mujeres y los homosexuales, que una cantante saliese al escenario en pantalones fue toda una revolución. Aunque no hizo pública su condición sexual hasta la vejez, Chavela dio visibilidad desde el escenario a un colectivo marginado y, sobre todo, se ganó el respeto de una comunidad tremendamente conservadora.
“El amor no existe, es un invento de noches de borrachera”
Chavela tuvo muchas amantes pero ninguna le duró tanto como su idilio con la música y el alcohol. Por su cama pasaron Ava Gadner y Frida Kahlo (la mujer con las cejas como “golondrinas en pleno vuelo”), además de las señoras de insignes políticos y empresarios de alta sociedad mexicana. Fue precisamente la señora de Jose Alfredo Jiménez la que presentó al cantante y compositor a la intérprete, creando así una de las parejas más prolíficas artística y parranderamente hablando. Chavela y Jose Alfredo eran capaces de empalmar varias noches de juerga hasta beberse todo el tequila que hubiese en el bar, ésa era la única forma de echarlos.
También fueron capaces de crear algunas de las canciones más bellas y tristes de la historia: ‘En el último trago’, ‘Un mundo raro’, ‘Que te vaya bonito’, … la voz de Chavela supo como ninguna desgarrar las composiciones de Jose Alfredo.
El mexicano murió de cirrosis a los 47 años. Chavela lloró su muerte al pie de su ataúd con una botella de tequila en la mano.
“Nadie debería confiar en el amor para solucionarle la vida”
A finales de los 60 el alcohol hizo mella en la carrera de la artista. Bebía tanto antes de salir al escenario que durante la actuación ya no era capaz apenas de mantenerse en pie. Dejaron de contratarla y se arruinó. Entonces conoció a la abogada Alicia Pérez Duarte, el gran amor de su vida.
Alicia es la segunda gran voz del documental. Ella narra la cara más íntima y vulnerable de Chavela, la de los años del olvido, cuando todos la creían muerta. Alicia fue quien la animó a dejar el alcohol aunque ella prefiriese contar una historia mucho más exótica sobre un grupo de chamanes que la llevaron a las montañas para sanarla. Quizás porque no quería darle carácter redentor a quien acabó por dejarla.
La relación con la joven abogada acabó justo cuando la carrera de Chavela volvió a remontar. Justo en ese impasse que recogen las grabaciones de su conversación con las directoras del documental. La artista habla de ello aún con un poco de rencor en su tono pero también con la seguridad de quien se sabe capaz de seguir adelante por el buen camino sin más ayuda.
“Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ese es el precio que tienes que pagar: la soledad”
La Vargas era una mujer de carácter. Las anécdotas que relacionan sus ataques de ira y la aparición estelar de su pistola se cuentan por decenas. La convivencia con ella era no era nada fácil. Desde que era una niña Chavela identificó la libertad con la soledad y nunca supo o quiso apartarse de ella. Su madre no la quería por vestirte como un hombre y los escenarios ilustres de México no la aceptaban por ser lesbiana. Ella siguió vistiendo y amando a quien quiso y desarrolló un carácter visceral a prueba de críticas y desdeños.
En 1992 una Chavela madura y abstemia llegó por primera vez a Madrid y esto fue el comienzo de una nueva etapa en su vida. Almodóvar la introdujo en un círculo social en el que su condición sexual no sorprendía ni molestaba a nadie y la llevó a actuar en los grandes teatros de España y en el Olympia de París. La escena española le brindó la comprensión que la mexicana nunca le dio y reivindicó su condición de leyenda viva de la canción.
“Cuando eres verdad, te impones”
Y vaya que se impuso. Chavela volvió a México por la puerta grande: por la del teatro de Bellas Artes. Todos los terrenos que antes le estaban vetados cayeron a sus pies. Y con esa seguridad que te hace sentirte ganadora moral de la batalla de tu vida, a los 80 años por fin habló abiertamente de su homosexualidad. Tampoco es que hiciera falta, Chavela ya se había convertido en un icono de lucha y libertad que marcaría a generaciones.
Intentó morir encima de un escenario y casi lo hace: entre su último concierto en la Residencia de Estudiantes de Madrid y su muerte en la Ciudad de México el 5 de agosto de 2012 sólo pasaron unos días.
“Me llamo Chavela Vargas. No lo olviden”, repite varias veces frente a la cámara durante el documental. Díficil poder olvidarte Chavela.