Una noche de lucidez Eli Pariser, experto en activismo político online y cofundador de Avaaz.org, decidió ampliar su red de amigos en Facebook para incluir a personas con creencias y tendencias políticas contrarias a las suyas, con la intención de conocer qué informaciones compartían y enriquecerse con este intercambio ideológico. A la mañana siguiente entró en la red social y notó que ninguna de las publicaciones de sus nuevos amigos aparecía en su feed de noticias. Facebook le había hecho el favor de filtrar todos los contenidos que consideraba que no serían interesantes para él, lo que incluía las conversaciones que estaban manteniendo estos grupos alejados de su perfil. Así, sin preguntar.
Esta experiencia fue la desencadenante de su ensayo, ‘El filtro burbuja. Cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos‘, publicado con gran éxito en 2011 y recientemente editado en español por Taurus. Pariser ya advertía en los años previos al Brexit y el triunfo de Trump que la personalización de contenidos en nuestras redes sociales era un arma de doble filo. Desde 2009 el uso del Big Data para conocer y ofrecer contenidos adaptados a nuestros gustos es una tendencia al alza. Esto puede resultar útil en el caso de la publicidad que se nos ofrece (si es que realmente ver un anuncio de clínicas especializadas en ETS a un lateral de tu muro de Facebook, después de haber estado buscando en Google remedios contra la cistitis, sirve de algo más que para ponernos los pelos de punta), pero no lo es tanto en el caso de la información a la que podemos acceder.
Internet nos ofrece una cantidad infinita de información, pero esta inmensidad es tan poco manejable que la mayoría de los usuarios confiamos la criba a nuestras redes sociales. Las estadísticas indican que cada vez menos internautas entran en las webs generadoras de información y cada vez más reciben esta información a través de los social media, que ya han hecho una selección previa de lo que es importante o no para ti.
El mismo Google ya supone un filtro a través de los resultados de nuestras búsquedas. Pariser pone como ejemplo los resultados que el buscador más usado en el mundo da a dos personas que introducen un mismo término: Egipto. Mientras que los de uno se centran en la actualidad del país y en la Primavera Árabe, para el otro Egipto es un destino turístico y sus circunstancias políticas no se reflejan en absoluto. El experto apunta que uno de los grandes peligros de esta circunstancia está en que ni siquiera somos conscientes de la criba, así que seguimos viviendo tranquilamente en nuestra burbuja de información afín a nuestros intereses sin que se genere la curiosidad de saber qué hay más allá.
Una de las causas de este problema, según indica, es que hoy en día una noticia no compite con otra sino que compite con las fotos de tu sobrino o los memes generados por la imagen de una piscina improvisada en un balcón. En la era de internet la información compite con el entretenimiento. Y si bien el único peligro existente en que Netflix sólo te ofrezca películas similares a las que ya has visto es que se limite tu capacidad de generar otros gustos (es imposible desear lo que no se conoce), el peligro de la desinformación puede provocar cambios sociales y políticos muy significativos para la humanidad.
La solución de Pariser a este problema ha consistido en crear noticias relevantes atractivas que consigan superar los filtros de relevancia de las redes añadiéndoles emocionalidad. Con ese fin, y a raíz de las conclusiones a las que llegó en su libro, fundó en 2012 Upworthy, una web de temas políticos y sociales que van desde las causas del cambio climáticos a la crisis del sistema judicial estadounidense. Estos temas nada amables en apariencia han llegado a tener 80 millones de usuarios únicos. ¿Cómo? Construyendo las noticias usando a su favor los propios algoritmos de Facebook: “Estas son las causas de la ola de calor que estamos pasando. No te creerás la octava”. En efecto, Pariser es el precursor de los clickbaits. Por desgracia este método ha sido copiado hasta la saciedad y la información relevante que Upworthy quería colocar como popular vuelve a estar en igualdad de condiciones con los memes y las noticias falsas.
Sobre ellas también habla el autor en su libro, en el que afirma éstas siempre han existido pero que nunca como ahora han conseguido un altavoz tan grande. Lo que antes era un rumor o una absurda teoría de la conspiración generada por un medio o individuo sin ningún crédito, en el contexto actual puede llegar a colocarse en los primeros puestos de la conversación mediática. “El problema es que la verdad no grita lo suficientemente alto”, afirmar Pariser. Y en eso parece consistir la labor de este activista, en alcanzar a gritar lo suficientemente alto como para ganar la batalla a la desinformación.