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Buceamos en los archivos del popular diario deportivo Marca a ver qué se cocía a nivel deportivo y periodístico en un Mundial, el de 1950, cargado (a priori) de paralelismos con el que se disputa en 2014.
lA igual que hoy, en 1950 la Copa del Mundo se jugó en Brasil. Al igual que hoy, la selección española se encontraba en Curitiba. Al igual que hoy, España se enfrentó a Chile en la primera fase. Y, al igual que hoy, allí estaba el diario Marca para contarlo. La principal diferencia es que entonces, de forma inopinada y feliz, quedamos cuartos, cuando ahora las expectativas son bastante más altas (más bien eran, ¡AY!).
En 1950 España, por decirlo de alguna manera, era un solar: económico, social, ideológico… Y entre tanta miseria moral, tanta cartilla de racionamiento, tanta falta de libertad, tanto aislamiento y tanta folklórica exacerbada, millones de ciudadanos encontraban consuelo y distracción en el balompié, fundamentalmente a través de las retransmisiones radiofónicas de Matías Prats y las páginas de Marca.
El diario Marca se fundó en diciembre de 1938, en plena Guerra Civil, en San Sebastián, por obra y gracia de Manuel Fernández-Cuesta. El éxito del por entonces semanal fue inmediato. A los mozalbetes que voceaban “¡Ha salido Marca! ¡Ha salido Marca!” les quitaban los ejemplares, literalmente, de las manos. En poco más de tres años se convertiría en una cabecera de periodicidad diaria con sede en Madrid.
En Marca, conviene apuntar, se hacía un periodismo de primera. Como señala Carlos Toro, autor del libro ‘La Historia de Marca’, publicado con motivo del 70 cumpleaños de la cabecera: “La primera edad de oro de Marca se fraguó a la par que el milagro de ese visionario llamado Santiago Bernabéu. Una edad de oro protagonizada por algunas de las mejores firmas que ha dado no sólo el periodismo deportivo en particular sino más bien el periodismo en general y con mayúsculas. De las privilegiadas mentes y las excelsas plumas de los Valencia, Cronos, Piernavieja, Alcántara, Vadillo y cía salieron algunas de las más bellas páginas de la historia del periodismo nacional. En la forma y en el fondo. Eran tan buenos periodistas como literatos y, consecuentemente, hacían de una noticia una obra de arte. Aunque parezca mentira, su papel en la culturización de un país que salía a duras penas de la pobreza y el analfabetismo fue clave. ¿Cuántos millones de españoles aprendieron a leer o agigantaron su acervo leyendo a estos maestros?”.
Lo que aquí mostramos son algunas de las páginas que fueron crónica y testimonio del paso de la selección española –estandarte de aquella cualidad conocida como “la furia”– por el Mundial de Brasil 1950. Un paso firme y emocionante, con victoria –¡Gol de Zarra!– sobre los temibles inventores del fútbol, los ingleses, hazaña que siguieron en vilo millones de españoles. Y que terminó abruptamente cuando pasaron a la liguilla final, en la que se empató con Uruguay y se perdió con Brasil y Suecia para quedar finalmente cuartos.
Resulta curioso ver cómo, más allá del diseño, el color y la fotografía, 64 años después el periodismo deportivo no ha avanzado tanto, y en estas páginas amarillentas encontramos básicamente lo mismo que hoy: crónicas de partidos, columnas de opinión, entrevistas con los protagonistas, gráficos… Y no deja de llamar la atención que muchas de las polémicas eran las mismas ahora y entonces: como se lee en una de las crónicas que ofrecemos, el partido se jugó “con un balón que tendría la bendición de la FIFA, pero que tenía más de castaña que de esfera”.
Muchas de estas crónicas están firmadas por Antonio Valencia, quien llegaría a ser subdirector de Marca. Fue Premio Nacional de Literatura por sus críticas teatrales, crítico taurino, cronista deportivo y, por encima de todo, maestro periodístico. Decía Julio César Iglesias a raíz de su fallecimiento, en 1992 a la edad de 80 años: “Como era previsible en los años de pan y fútbol, alcanzó mayor popularidad por sus crónicas deportivas. Fue el inventor de la mitad más uno de todos los tópicos que se han hecho sitio en el periodismo deportivo. De este modo alcanzó el ideal borgiano de imitarse a sí mismo: suyos fueron los primeros balones que lamieron el larguero, suyos los primeros marcajes férreos, suyos los primeros goles que caían como un jarro de agua fría, y suyos los esféricos, los equipos correosos y los cancerberos. Fue, en suma, el primer hombre que comparó la vida con una pelota”.
Aficionados a la historia de la prensa, fans del género futbolístico, amantes de la buena literatura o simplemente lectores curiosos, desde aquí os invitamos a echar un vistazo –o sumergiros, como hemos hecho nosotros– en estas páginas que son un tratado de sociología, un libro de historia y un máster en periodismo todo en uno.
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