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Por una u otra razón, estos nombres brillaron fugazmente durante la Copa del Mundo, que supuso su momento de gloria (o de infamia).
A buenas horas mangas bleus
A Lucien Laurent le corresponde el honor de ser el autor del primer tanto de la historia de la Copa del Mundo. Uno muy bueno, según las crónicas de la época, un remate de impecable volea a centro del extremo derecha Liberati. Sucedió en el partido inaugural, que Francia acabaría ganando a México por 4-1. El fútbol, entonces, no tenía la trascendencia de ahora –el principal medio deportivo galo no envió a ningún redactor y utilizó a dos miembros del plantel con estudios universitarios como enviados especiales–, así que el amateur Laurent regresó a Sochaux, a su trabajo en la Peugeot, y su nombre cayó en el olvido. Hasta que en 1990 un equipo de televisión italiano desempolvó su historia y lo invitó, junto a leyendas como Pelé, Charlton o Beckenbauer, a una gala mundialista en Roma. Ahí fue cuando Francia descubrió a un héroe que pasó sus últimos años – murió en 2005 a los 97– disfrutando encantado del inesperado reconocimiento.
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