¿Tiene sentido darle un premio cinematográfico a Chiquito de la Calzada? Lo tiene. ¿Es normal premiar una película española que no ha visto ni el tato? No lo es, y por eso es meritorio. ¿Es de recibo que los premiados asistan a la gala el año que no son premiados y no vayan a recoger el galardón cuando les corresponde? Absolutamente. Porque todo y nada tiene sentido cuando de lo que hablamos es de los Premios Yago, hermano rebelde de los Goya, primo lejano de los Feroz, nieto de los Oscar y nuera del Festival de Cannes. De hecho uno de los premiados en la ceremonia celebrada anoche, el productor Luis Miñarro, tiene también un galardón del certamen francés. Así que sí: todo tiene sentido.
Anoche, en el Goya Social Club de la madrileña calle Goya (suena a coña, ¿no?) y bajo el brazo protector y copatrocinador de Hendrick’s y Uber, se celebró la ceremonia de entrega de la tercera edición de los Premios Yago, y pasaron muchas cosas. Cosas insólitas, divertidas, sorprendentes descacharrantes, gamberras y con cierto aire amateur pero con un nivel muy pro. Por ejemplo: se explicó el juego de palabras Goya/Yago con cuatro azafatos/bailarines de barrio y unas cajas de cartón donde se leía Monja/Jamón (toque ‘función de colegio’), pero se ofreció la gala en directo vía stremaing a través de un portal web especializado es el mundo del cine (nivelón).
Esta tercera edición ha servido, entre otras cosas, para dejar patente el carácter de unos premios que nacieron con vocación de ser el secreto mejor guardado del cine patrio. O sea, algo pequeñito (uouououooo), algo chiquito (uououououo) pero valiente y descarado.
Tú: Esta noche voy a los Premios Yago
Tu colega: ¿Ande?
Tú: Vente
Tu colega (después de la ceremonia): Wowwwww.
Pues eso.
Anoche, el espíritu de Chiquito de la Calzada (premiado como ‘Olvidado Histórico’, no sólo del cine español, si no de esta España ingrata que tanto le debe a este ‘cobarde pecador de la pradera que nació después de los dolores por-la-gloria-de-tu-madre) fue el gran presente en su ausencia. Me explico: Chiquito, que se ha hecho más chiquito desde la muerte de su mujer, lleva tiempo apartado de los focos, retirado en esa Málaga suya. ¿A qué espera el mundo del cine, de la televisión, del humor, la RAE, la princesa de Asturias y hasta la Svenska Akademien de los Nobel para llamar a su puerta y darle lo que le corresponde? Como recordaba anoche el director Álvaro Sáenz de Heredia que le ha dirigido en ‘Aquí llega Condemor’ y ‘Brácula’, trabajar con Chiquito es algo extraordinario porque lo suyo no es de este mundo. Lo explicaba al recordar cómo primero se escribían los guiones, y luego él mismo quedaba con el genio para traducir los diálogos al universo lingüístico del cómico (que por cierto tiene hasta su propia entrada en Wikipedia). ¿Puede haber mayor demostración de amor de un director hacia su musa? Y eso es también parte de lo maravilloso de los Premios Yago: que sean capaces de transgredir las fronteras de lo puramente académico y formal (¿un premio de cine para Chiquito? ¿Estáis locos?) para hacer justicia (Yes, we jarlllll). Incluso justicia poética al lanzar como hashtag de la noche el #luegolucas (o sea, hashtag-luego-lucas… ¡pa comérselo al guionista!).
El galardón a Chiquito de la Calzada, junto con los otorgados a Paco León (como director de ‘Kiki‘), Carmen Machi (por su papel en ‘La puerta abierta‘, uno de los mejores regalos que le han hecho en palabras de la propia Aida), Luis Miñarro (el otro Olvidado Histórico y mago de la producción que ha sacado adelante pequeñas joyas con premios internacionales), la sala barcelonesa Phenomena (por su gran labor en la recuperación del cine clásico) y el equipo de ese pequeña joyita llamada ‘El Rey Tuerto‘, nos hizo recordar que hay un cine que vive ajeno a los grandes fastos del llamado Cine Español y que apuesta por certámenes frescos, originales y extravangantes. Su director Marc Crehuet no daba crédito del locurón de su primera gala de los Yago.
Es posible que algún lector avispado (incluso uno muy torpe lo vería) haya notado en este post un cierto tufillo de ‘amor de madre’, pero no lo podemos evitar. Somos fans a ultranza de unos premios creados por un chaval (Santiago Alverú) que con un teléfono, una sonrisa y bastante jeta, puso en marcha hace tres años una idea que pretendía enmendarle la plana a los Goya, desde el respeto y el buenrollismo, sin revanchismo ni rencores. Como un hermano pequeño que mira al mayor con cara de ‘tú antes molabas pero los años te han aburguesado’.
La Revista Don ha alumbrado y apoyado este proyecto desde el principio porque lo veíamos como el Robin Hood que le arrebata el premio a los poderosos para dárselo a los olvidados. Un servidor ha formado parte de su jurado en las tres ediciones y ha visto a la criatura nacer, crecer y madurar sin perder la irreverencia. Anoche, Luis Fabra, presentador de la gala y tipo con mucha chispa, decía entre bromas: “ahora mismo hay actores pensando: por Dios que no me den el Goya este año para que pueda aspirar el Yago”. Es posible que aún no pase, pero pasará, porque como decía Carmen Machi, Premio Impepinable de la noche: “los Yago son unos premios raros, diferentes y necesarios”. ¿Te das cueeeeeen?
[ Mención especial a las agallas que tuvo nuestro admirado Rafael Berrio (vean ‘La Reconquista’, de Jonás Trueba) para cantar una de su íntimas melodías en medio de la alocada gala de anoche ]