Carlo Padial es un hombre serio que hace humor. En ‘Doctor Portuondo. Mis días de psicoanálisis con un sabio desquiciado‘ (Blackie Books) le vuelve a quitar el cinturón de seguridad a los lectores y pone a prueba su capacidad para explorar los límites del humor y su subconsciente.
Enfrentarse a Carlo Padial es ponerse a prueba. Toda la obra del escritor, humorista, director de cine (en definitiva, pionero del siglo XXI) se asienta sobre una huida hacia adelante del academicismo, del formalismo y del canon. Si Padial se hubiera decantado por las artes plásticas hablaríamos de él en términos de ‘intervención’ o ‘happening’. Al estar instalado en la escritura (entre otras cosas) nos decantamos más bien por definir su obra como piezas de terrorismo intelectual y sentimental dirigidas a hacerte reír y a descubrir el lado divertido de las imperfeccione y de las disfunciones, de todos los pequeños desajustes (tragicómicos) que acarrea la existencia.
‘Doctor Portuondo. Mis días de psicoanálisis con un sabio desquiciado’ es su segunda novela. Una obra que fuerza las líneas de la ‘no ficción’ invitando al lector a descubrir los porcentajes de realidad y ficción que incluye el texto. A primera vista el libro es una reconstrucción literaria a golpe de notas y recuerdos de la experiencia del autor con su psicoanalista pero, a medida que avanza la narración, esta se convierte en una demolición controlada que va cambiado el aspecto de la misma y convirtiéndola a ratos en una autobiografía, a ratos en un libro de autoayuda y, finalmente, en una parodia de ambos géneros. La sencillez aparente de la estructura esconde recursos complicados como que el narrador se convierta en protagonista y, a la vez, en una especie de narrador omnisciente que divide al personaje central en dos, que se contradicen, que se mienten…un juego que, curiosamente, acrecenta la sensación de que estamos frente a una historia real decorada con detalles surrealistas que no tenemos el valor de explicarles para no romper el efecto sorpresa.
Que el mecanismo sea complejo no quiere decir que ‘Doctor Portuondo’ lo sea. Ya saben, todo tiene que ver con el nivel de lectura y comprensión que ustedes le impriman al asunto. Lo bueno, como en todas las grandes novelas, es que cualquiera puede leerla y descubrir en ella un pasatiempo o una carga de profundidad vital. Lo que sí les aseguro es que se van a reír, aunque a veces les escueza.
‘Doctor Portuondo’ es la confrontación de dos generaciones. La del buen doctor, un hombre del siglo XX, de nacionalidad cubana que fue castrista y luego se exilió a los Estados Unidos y boxeó y bebió y vivió y después se estableció en Madrid primero y en Barcelona definitivamente para desarrollar una carrera como psicoanalista en un país que desconfía del psicoanálisis. El personaje les recordará a esa figura extrema llamada Alejandro Jodorowsky, a veces, pero no teman ustedes que el Doctor Juan Antonio Portuondo Espinosa fue un hombre con menos chifladuras en la cabeza. Es un tipo que priva whisky en la consulta, que fuma, que agrede a sus pacientes porque fue un freudiano estricto que, sin embargo, incorporó el psicodrama a su estilo terapéutico. Enfrente de él tenemos a Padial, un muchacho de nuestra generación, asustado, indolente, neurótico, que enferma si alguien quiere sacarlo de su ciudad y que no encuentra su lugar en el mundo. Dos tipos de vida diferentes que se cruzan en un momento determinado y que se miran, se observan y se curan (o lo intentan) a la vez. Dos personajes antagónicos que, de algún modo, se sienten conectados por las mismas pulsiones, fascinados (con diferentes niveles de comprensión) por la idea de existir, de afrontar la existencia, de curar la locura, de convivir con ella. Un baile curioso que pone de manifiesto imperfecciones, trabas, dolores…y todo sin dejar de reírte en ningún momento porque Carlo Padial maneja a la perfección el tempo del palo y la zanahoria, de repartir lo dramático y lo cómico para que ambos componentes se refuercen. Recuerden: el drama es el glutamato monosódico de la risa, refuerza su efecto y su sabor.
Pero también es la descripición de todo un psicoanálisis y de los problemas que arrastra ser uno mismo, de como la curación mental nos aleja de los demás, de cómo el hecho de comenzar a darnos cuenta de cómo está el patio nos aisla mucho más que si vivimos en la chaladura del día a día simulando que no pasa nada, que todo está bien y que lo único que hay que hacer es sonreír.
A estas alturas, este que escribe, aún tiene dudas de la veracidad de los hechos narrados por Carlo Padial (aún después de haber mantenido una incómoda –por las circunstancias- charla con él). En realidad da lo mismo. ‘Doctor Portuondo’ es verdad porque Carlo Padial lo ha creado y nos lo ha trasladado. Ya existe. ¿Recuerdan ustedes la polémica sobre ‘Soldados de Salamina’? ¿La de gente que se sintió ‘traicionada’ cuando se enteró de que casi todo lo que había escrito Javier Cercas era literatura y no periodismo? Al que suscribe le importó un huevo. Primero porque Cercas nunca dijo que su historia fuera verídica y, después, porque lo importante es que era un buen libro. Uno tan bueno que convirtió una fabulación en una realidad para unos cuantos miles de lectores. Me asquea profundamente que se haya impuesto la necesidad en los lectores de darle más trascendencia a las ‘historias reales’. La literatura nunca es real. No tiene que serlo. Es literatura. La ‘no ficción’ es un híbrido que le ha hecho más favores a la literatura que al periodismo.
Literatura de ‘no ficción’ o ficción pura y dura lo cierto es que ‘Doctor Portuondo’ es una pieza única, es original, es divertida y les hará sentir la punzada de lo perdido y tomar conciencia de la clase de gente en la que nos hemos convertido. Por cierto, sin pizca de sentimentalismo en ninguna de las dos direcciones.
Padial ha conseguido hacer comedia con su terapia, con sus traumas, con las cosas jodidas que le pasan por la cabeza y ustedes deberían de premiar el esfuerzo titánico que ha hecho al reflejarlo todo en ‘Doctor Portuondo’ con su lectura.
En fin: lean la última novela de Carlo Padial, el tipo de ‘Go, Ibiza, Go’, el director de ‘Mi loco Erasmus’, déjense llevar de la mano hacia una visión de la realidad distinta, a esa pesadilla cómica que tan bien ha descrito porque es posible que usted la esté viviendo y no lo sepa.
[ Fotografía: Cecilia Díaz Betz ]