Siempre insisto en que ‘The Walking Dead’ (TWD) no es una serie de zombis al uso. Es más, Frank Darabont no se hubiera pringado en una simple adaptación de un cómic de género zombi del mismo modo que no adaptó ‘La niebla’ de Stephen King porque era una novela de terror. TWD es una metáfora. Es una de esas obras de género con moraleja. Es una de esas obras de género construidas a partir de una moraleja o un mensaje concreto. Nos podemos poner todo lo finos que queramos pero un altísimo porcentaje del trabajo crítico que se ha llevado a cabo de los géneros viene envenenado por la mala conciencia: eliminar la idea de que estamos perdiendo el tiempo disfrutando de un espectáculo del que no sacaremos ningún rédito intelectual.
De ahí que no hayamos tenido mejor ocurrencia que interpretar las señales y descifrar el arcano proyectando nuestras personalidades sobre lo que nos gusta y nos entretiene intentando hacerlo pasar por intelectual o elevado (¡Alta cultura!) para que nadie diga que vemos demasiadas películas de tíos que van vestidos en plan raro o de gente que lucha con sables de luz.
¿La intencionalidad del artista? Podemos pasarla por alto o, qué coño, si el autor es un poco listo dirá a todo que sí y, echándole un poco de morro, irá construyendo una interpretación de su obra hecha a posteriori pero que sirva para sacarlo del rollo ese de ser un autor menor cuyos clientes son adolescentes o gente un poco infantiloide y lo ponga en el grupo de los autores serios. En todo caso: la intencionalidad da igual. La obra es la misma. Da igual que el autor dijera cuando se estrenó que eso era una cosa de divertirse y que, 20 años después, diga que su obra es una reivindicación de la igualdad o atiende a este o aquél mensaje. Échenle un vistazo a las circunstancias en las que J. K. Rowling comenzó a escribir ‘Harry Potter’ y cuál era su primera intención (básicamente alimentar a su familia) y luego hablemos de si su saga fue creada ‘ex profeso’ para dar esperanza a una generación entera de chavales que se sentían diferentes. ¿No será que todos esos chavales encontraron un mensaje de esperanza en dichas novelas sin que la autora pudiera predecir el efecto que iba a causar? ¿Empeora a ‘La invasión de los ultracuerpos’ que sepamos o no que todo el trasunto de la película habla de la Guerra Fría? (Incluso en este caso la interpretación deriva entre los que la enmarcan dentro de las películas del subgenero ‘Terror Rojo’ y los que creen que fue una puñalada trapera a los que organizaron el Comité de Actividades Antiamericanas).
Si eres un fan a muerte de lo zombi, quizás tu serie favorita del género sea ‘Z Nation’ que está pasando desapercibida en nuestro país. Una pena porque es, francamente, un invento divertido, chorra a más no poder y que engancha en cada capítulo. Es más, cuando la serie se ha encasquillado en algún capitulo este que escribe ha soltado un muy homersimpsoniano “¡Me aburrro!”. ¿Tiene menos valor ‘Z Nation’ con sus zombis torpes vestidos de pirata, su abierto homenaje al género nacido en la Serie B y sus 150 chaladuras por episodio y su pretendida falta de pretensiones que la más ‘adulta’ y ‘reflexiva’ ‘The Walking Dead’? ¡Ni mucho menos! Es más, según como nos coja el día es mejor optar por una o por la otra. Simplemente son series diferentes. Persiguen objetivos diferentes y, por si a alguien se le escapa, ofrecen entretenimientos diferentes para audiencias diferentes que, por cosas de mezclar la narrativa convencional y el género, se ven encerradas en un mismo subconjunto. A saber: un fan de los zombis podrá disfrutar de TWD mientras que un no aficionado no podrá disfrutar de ‘Z Nation’.
Un pequeño apunte: en nuestro país la crítica más culigorda se cargó ‘Z Nation’ porque está incapacitada para disfrutar de cualquier cosa de la que no manejen al menos dos o tres referencias de chichinabo y, claro está, porque entienden que hay que rechazar cualquier cosa que no tenga más mensaje o consejo más allá de: “Si viene el Apocalipsis zombi maquéate un bate poniéndole clavos y bebe agua”.
Esta vuelta de TWD (otra temporada partida a la mitad) ha cogido a todo el mundo con el bolo colgando. Incluso un poco mosqueado. No es de extrañar. La aparición de Negan en el comienzo de la temporada era el mayor reclamo de la misma. El primer episodio gustó mucho, desató los adjetivos más locos y el entusiasmo llevó a todo el mundo a Villa Paroxismo pero, con el tiempo, el interés fue decayendo y se pasó del exceso de alegría al exceso de mosqueo para establecerse en Me-Da-Igual-Landia. Así ha arrancado un poco todo ayer mismo, entre un silencio incómodo y, la verdad, un poco injusto porque después de algunos episodios alargadísimos de la primera parte de esta temporada y un exceso de charla de Negan (que podrían haber economizado un poco más, por dios, que el personaje es buenísimo y Jeffrey Dean Morgan es una pasada) lo cierto es que este episodio 9 ha estado bien. La serie se sigue encasquillando un poco en las transiciones de los personajes y, a veces, resulta un tanto redundante pero, bueno, siendo malvados diremos que (por narices) la temporada tiene que terminar en alto –no diremos por qué- y para ello se necesita presupuesto: es normal que se haya ahorrado mucho dinero con episodios donde el diálogo ha primado sobre los Efectos Especiales. Por otro lado es imposible mantener la tensión todo el tiempo y, bueno, es normal que las series pasen por estas llanuras de NO-PASAN-MUCHAS COSAS-VALLEY para luego dar de qué hablar.
En el episodio 9, de hecho, hay una escena que, merecidamente, entrará de lleno en la historia del género zombi y que parece más propia de ‘Z Nation’ por el locurón que supone que de TWD, serie que, hasta la fecha, no se había atrevido a semejante exceso y semejante ‘¡Vamos, hombre!” (ni siquiera cuando descubrimos que El Gobernador entretenía a sus conciudadanos con peleas hombre-zombi amañadas y tenía a su hija zombi metida en un agujero de la casa).
Los siguientes episodios tendrán más acción y veremos caer a los enemigos de Rick y los suyos. Ya hay algunos que lo vienen mereciendo así que, bueno, es posible que un bajón de calidad sea compensado por la muerte horrible de alguno de los minions de Negan o del cabecilla que dirige esa especie de República de Paletos Americanos Escalofriantes. Aparecerán nuevos aliados (previsiblemente), veremos el desarrollo del tripartito Hilltop-Alexandria-El Reino y de cómo les va, en general, al grupo de supervivientes después de tantas pérdidas humanas y tantos malos rollos. En definitiva, TWD seguirá siendo una buena serie (mal que nos pese), a veces, brillante a la que su audiencia exige un nivel alto, que la colme de atenciones, de caprichos y de violencia (más o menos) gratuita porque el mensaje está bien pero los mamporros también son divertidos. Más mamporros, por favor.