Pete Doherty ya no quiere ser Pete Doherty y ahora se empeña en que le llamen Peter. Quiere dejar atrás todas las movidas. Por enésima vez. Peter ahora se está quitando. Mientras tanto ha sacado un disco titulado ‘Hamburg demonstration’ (BMG). Nadie sabe ya que es más importante o que ocupa más espacio en los medios: si la enésima desintoxicación del músico y la previsible recaída que conllevará o que publique un disco en solitario intimista, talentoso y repleto de buenas canciones que, pese a su calidad, ha recibido críticas tibias (cuando no malas) y solo un puñado de repasos que le hacen justicia.
Como saben Pete Doherty fue uno de los fundadores de The Libertines, una de esas bandas británicas de comienzos de siglo que parecía que se iban a comer el panorama internacional y que iban a ser referencia en los años venideros. El disco debut se titula ‘Up the bracket’ y está conectado directamente con el reverdecimiento de los laureles del pop británico. Del pop bueno, queremos decir. ‘Up the bracket’ es un disco de temazos, de himnos. Sin embargo la relación entre los dos líderes de la banda, el otro es el más discreto Carl Barat, es una porquería. Carl era el mejor amigo de Amy-Jo, la hermana de Doherty, allá por 1996 cuando ambos cursaban estudios de Arte Dramático. Al principio Doherty y Barat se llevan bastante mal pero, por cosas de juventud, acaban por hacerse muy amigos. Amigos chiflados porque la amistad entre ambos es una especie de amor-odio persistente donde, sin embargo, aflora una visión artística común: reescribir lo británico desde un punto de vista literario que tiene más que ver con las novelas de piratas o la película ‘el Hombre que pudo reinar’ que con The Beatles o la explosión del Brit-Pop de los 90. Amigos o amantes (que la cosa también se ha contado como un rollo ‘Retorno a Brideshead’) Barat y Doherty fundan ‘The Libertines’ y la cosa, como ya hemos dicho, se pudre rápidamente.
Como Doherty no tiene nada que ver con la tranquilidad que emana de Barat funda un grupo paralelo, The Babyshambles, cuando todavía no es segura la continuidad de su primera banda. La gira de The Libertines da más que hablar por las broncas de ambos que por el sonido que alcanza la banda en directo (que, como si fueran auténticos flamencos, circula entre la puta mierda de los días malos y la gloria bendita de los días buenos). El caso es que, en pleno mosqueo, Barat despide a Doherty y se va de gira mientras que Doherty se queda en Inglaterra coleccionando éxitos, fracasos y cogorzas de coma etílico y sobredosis a un nivel parecido que cuando está al lado de Barat.
Hay que recordar que esto pasa antes de que ‘Up the bracket’ llevara un año en las tiendas. El caso es que Doherty, aprovechando que The Libertines está de gira, entra en casa de Barat y se lleva varios instrumentos, un ordenador y el premio de la revista New Musical Express que está en casa de su antiguo socio. La policía le detiene y la cosa se complica ya que Doherty reconoce ser adicto a la heroína, la cocaína, las pastillas (de toda índole) y el alcohol y se enfrenta a cargos graves por primera vez en su vida. Reduce el asalto a la casa de Barat como un ataque de celos pero la cosa tiene una explicación más prosaica: es yonqui, necesita pillar y sabe que en casa de su ex amigo hay cosas que puede vender.
El caso es que todo se resuelve con una condena menor y la promesa de desengancharse. Barat, y el resto de la banda, vuelven a readmitir a Pete que se pone a trabajar con Barat y, pese a las broncas, sacan adelante el segundo disco, un disco titulado igual que la banda y que es una especie de trabajo autobiográfico que resume la relación de ambos músicos. Pero la tormenta se cierne sobre el grupo y Doherty vuelve a las andadas. ‘Can´t stand me now‘ alcanza el número 2 de las listas británicas y casi los 100.000 ejemplares en la primera semana, todo parece rular bien hasta que, vaya, Doherty vuelve a recaer porque se va de gira con The Babyshambles y, cuando vuelve a Londres, le detienen por llevar una navaja, algo ilegal que se podría haber arreglado con una multa pero que se complica legalmente porque tiene antecedentes penales. Barat y Doherty vuelven a discutir y, mientras Doherty sigue con Babyshambles, hace la gira despedida del grupo y le da carpetazo a la banda, funda Dirty Pretty Things con el batería del grupo, Gary Powell, mientras que John Hassal, el bajista, funda Yeti.
En 2007 se lanza un recopilatorio, ‘Time for héroes: The best of The Libertines’, que supone el epílogo de la banda que, de facto, llevaba dos años disuelta.
Mientras tanto el correteo de Pete no para, entra y sale de clínicas de desintoxicación y en 2005 conoce a la recién divorciada Kate Moss e inician una carrera hacia la autodestrucción que rompe varios radares de la policía británica a su paso. Ambos salen malparados de la relación porque se convierten en la diana perfecta de los tabloides de todo el mundo.
Kate pierde muchos trabajos cuando se airean sus problemas con la cocaína (un video suyo poniendo rayas encima de un CD con simpar maestría contradice el comentario de sus agentes de prensa de que es Pete el que la ha metido en el tema y todo hace sospechar que no era ajena al consumo antes de conocerle) y, por su parte, Pete parece entrar y salir de los juzgados mientras convierte cada actuación en un bochorno público y se empeña en que Moss le acompañe en el escenario. En el colmo de la perdición en ese páramo habitado por la estulticia resulta que Doherty viaja a Tailandia para someterse a una cura de desintoxicación en un curioso monasterio budista que ya ha atendido a otras estrellas y yonkis anónimos y cuyo proceso se basa, sobre todo, en tomar una sustancia para vomitar hasta la última papilla, beber agua hasta echar la última papilla y volver a tomar la sustancia para echar la pela para iniciar de nuevo el proceso además de ser sometido a saunas criminales (una sauna en medio de Tailandia parece algo más que una mala idea y una redundancia absurda) y a unos cuantos tratamientos directamente vejatorios. El bueno de Pete toma el vomitorio, echa la raba en un cubo, bebe agua y, a los quince minutos, decide que ya ha tenido suficiente y se larga de allí.
Un par de años más tarde, Mike Withnall, el guitarra de Babyshambles se somete al mismo tratamiento pero consigue finalizarlo y se desintoxica definitivamente. En 2014, Pete volvería allí para completar su tratamiento.
En plena caída libre, y con las finanzas tocadas, Kate Moss y Pete Doherty rompen. Moss se desengancha pero Doherty sigue en caída libre. En 2008 se convierte en el amante (más o menos ocasional) de Amy Winehouse, otra estrella de la música tocada por la mala suerte, los malos consejos paternos y el consumo de drogas. Más o menos por entonces The Sun publica unas fotos de la casa de Doherty que, de haber una revista de decoración de casas de yonkis, hubiera alcanzado la portada durante un año entero. Sangre y heces por todas partes, destrozos varios, mobiliario quemado etc.
Otro dato: de aquella época no se recuerda una foto en la que Doherty no pareciera alguien que acababa de despertar después de un inquieto sueño entre dos cubos de basura.
Doherty consigue, en los años posteriores, poner su vida en orden (más o menos). En 2010 The Libertines aparecen como teloneros de Arcade Fire en dos fechas y, posteriormente, convocan a la prensa para anunciar su regreso con un concierto improvisado donde destilan la energía que les hizo famosos. Además se estrena el documental ‘The Libertines: There are no innocents bystanders’ que retrata los problemas de la banda y, sobre todo, da una dimensión de la importancia del fugaz éxito de la misma.
2014 supone el regreso definitivo de The Libertines. En los años anteriores, recordemos que fueron cuatro, las tensiones entre Barat y Doherty no han parado de aparecer aquí y allá y mantienen una relación tan chiflada que ha dificultado la reunión final. La banda, con Pete viviendo entre Madrid ( junto a su hermana) y Londres, anuncia que van a aprovechar la rehabilitación de Doherty para grabar un nuevo disco. El resultado sale a la venta en 2015 y lleva el título de ‘Anthems for the Doomed Youth’ (Himnos para la juventud maldita) y recibe buenas críticas. El panorama musical británico celebra la vuelta de The Libertines y Jools Holland les abre las puertas de su programa para que toquen una enorme versión de una de las mejores canciones del disco: “Gunga Din”. En la canción se resume, básicamente, lo que es ser un poco yonqui y el círculo vicioso de existencia que supone. El título, cómo no, hace referencia a un poema de Rudyard Kipling recuperando el espíritu de la relectura de lo british que había impulsado a la banda en su fundación.
¿Se ha recuperado Pete? Bueno, se puede decir que sí. Al menos no da escándalos pero las tensiones en The Libertines son enormes. Pete, que no puede estar quieto, se traslada a vivir a Hamburgo y funda Pete Doherty & The Puta Madres. La sala parisina Bataclan decide que sea Doherty el que reinaugure el local tras el atentado terrorista de 2015 pero, en un giro loco de los acontecimientos, finalmente es Sting el que, tres días antes del concierto de Doherty, inaugura la sala delante de una atónita audiencia. El concierto es el homenaje de un hombre maduro a las víctimas, tiene minuto de silencio, una atmósfera de contención, de tristeza…
Pete, por su parte, se coge un enorme globo. Un enfado monumental. De esa rabia (luego declararía a la revista británica ‘Q’ que seguro que había sido cosa de Sting lo de ofrecerse para tocar gratis antes de que el local fuera reinaugurado por un “puto yonqui”) sale una de las mejores actuaciones de Doherty que se recuerdan. El concierto se abre con una interpretación de ‘La Marsellesa‘ (una versión rockera que emula a la versión “reggae” de Serge Gainsbourg titulada ‘Aux armes et caetera’ de 1979 que supuso un escándalo brutal pero, también, la apertura de puertas para que el sonido jamaicano se conociera más allá de ser una de las influencias del ska y el rocksteady…que tampoco es que fueran muy conocidos para las grandes audiencias hasta la explosión de ‘One step beyond’ de Madness que se produciría ese mismo año…cedámosle el honor a Monsieur Gainsbourg) y tiene todo lo mejor que guarda el talento de Doherty. La banda toca como un reloj y aparece por allí Carl Barat para marcarse unos temas con su compinche. La cosa huele a comunión, a exitazo pero…la tormenta se desata en el camerino pocos momento después cuando Barat y Doherty discuten por algo que no está claro: Doherty grita a una periodista de The Sun que salga de la zona de camerinos porque está haciendo preguntas incómodas. Luego discuten entre ellos. Barat se quita de en medio y no aparece en el concierto del segundo día en Bataclan que resulta un poco más deslucido. La prensa británica reproduce un amargo encontronazo entre ambos donde se acusan de todo y se llaman de todo. Doherty le quita hierro al asunto luego diciendo que llevan así casi dos décadas.
Doherty pasa el año tocando con The Libertines y saca su último disco. Parece más limpio, tiene más peso, parece un poco más mayor y más reflexivo pero no puede confesar que ha dejado las drogas del todo y, mucho menos, que ha dejado el alcohol. No parece lo más sano para alguien que se quiere desintoxicar por completo. Doherty afirma que bebe, que fuma, que ya no se pincha. La cosa queda ahí. No habla de si fuma o esnifa. De forma inquietante va a todas partes con una pequeña pipa para fumar crack. El último rumor es que sortea los monos fumando base. Lo importante es no caer. En su incesante labor por ponernos los pelos de punta e inventarse giras paralelas sobre las giras acordadas el 9 de febrero pasado se presentó en Barcelona para tocar en Sidecar con la única compañía del batería de ‘The Puta Madres’. Dicen que para quitarse el mal sabor de boca del concierto de mayo pasado donde dio la de cal.
Mientras vemos si sigue en pie deberían de echarle un oído a su último disco, un poco menos rítmico (bastante menos) que sus trabajos con The Libertines pero que concentra toda la ternura de Peter Doherty que está en pleno proceso de acabar con Pete. Pete nos caía bien, la verdad, pero no le soportábamos cuando se ponía ciego.