La primera reacción que tuve nada más ver el primer episodio de esta serie fue que quería leer y que quería seguir leyendo toda la vida. La segunda que ‘Una serie de catastróficas desdichas’ (emitida por Netflix) es una de las primeras series ‘para toda la familia’ que alcanza el objetivo real de ser ‘para toda la familia’. Da igual que tengas 5 o 155 años, que tengas edad para decir ‘me gusta la comedia’ o solo alcances a entender que en la pantalla pasan muchas cosas (y muy divertidas) porque esta es una de esas producciones que, de cuando en cuando, cumplen todos los objetivos, pueden gustar a todos los públicos y, más difícil todavía, lo hace sin tirar de otras ‘all family conocidas’ (Gru y los Minions, las Toy Story o Megamind) de insertar referencias de la cultura pop en las tramas para contentar al público adulto y hacerle más digerible y atractivo el trago de llevar a los chiquillos al cine o sentarse con ellos en casa para ver algo en la tele.
Les pongo en antecedentes: Lemony Snicket es, en realidad, el escritor Daniel Handler. Handler quería ser un escritor para el público adulto pero sus novelas no vendían mucho. Como dato (no es que sea muy relevante pero les dará una pista) ninguno de sus libros ha sido publicado en España. Y es una pena porque Handler , cuando escribe como Handler, es un escritor que maneja muy bien el sarcasmo y se faja bien en la sátira. Ateo e izquierdista (todo lo izquierdista que se puede ser en los Estados Unidos), su presencia literaria (insistimos, como Handler) es baja en la cifra de lectores pero muy alta en prestigio. Cuando no está escribiendo o apoyando alguna causa noble se larga por ahí a tocar el acordeón que es su segunda pasión tras la literaria.
Cuando creó la serie infantil y juvenil conocida como ‘Una serie de catastróficas desdichas’ adoptó el seudónimo de Lemony Snicket. Handler cuenta que era el mismo nombre que usaba como nick cuando estuvo recabando información sobre grupos de la ultraderecha de su país para un nuevo libro.
Snicket es un personaje, además, de la propia saga ya que aparece en ella como narrador ya que los libros, en teoría, son narraciones de sus propias pesquisas sobre el caso de los Hermanos Baudelair: tres niños que quedan huérfanos tras incendiarse la casa familiar y comienzan un periplo que les lleva a vivir con familiares lejanos mientras son acechados por el malvado Conde Olaf, un actor sin talento (y muchos secretos) que quiere quedarse con la herencia de los huérfanos.
Snicket (o Handler) ha completado la saga con una saga en forma de precuela titulada ‘All the wrong questions’.
Como ya saben la serie literaria fue adaptada al cine en 2004 y alcanzó un éxito mediano en nuestro país (tampoco los libros han alcanzado la popularidad de sagas como ‘Harry Potter’, ‘Los Juegos del hambre’ o ‘Crepúsculo’). La película, dirigida por Brad Silberling, y protagonizada por Jim Carrey era más espectacular en lo formal que en la adaptación de los libros. Aligeró mucho la carga de ironía y sarcasmo de los libros originales y se dirigía, descaradamente, hacia el público infantil.
La cadena Netflix ha tirado la casa por la ventana para adaptar la saga. No ha parado en barras y ha contado con Barry Sonnenfeld como cabeza visible del proyecto. El productor y director se ha bregado (con mayor o menor fortuna) en otras producciones infantiles y juveniles como Men In Black, La familia Addams (La secuela capta mejor que la primera parte el espíritu de la serie de TV) y, sobre todo, en ese desgraciado fracaso que fue ‘Pushing Daisies’, una de las joyas de Bryan Fuller que, como todas sus producciones televisivas, se debate entre la brillantez del resultado final y una especie de digestión lenta de sus producciones por parte de la audiencia que hace que ganen en prestigio una vez canceladas tal es el caso de ‘Wonderfalls’, ‘Tan muertos como yo’ o ‘Hannibal’.
Es ‘Pushing daisies’, la primera referencia que se viene a la cabeza cuando ves el primer episodio de ‘Una serie de catastróficas desdichas’, por encima de Tim Burton (que también), de Wes Anderson (pues claro) por encima de los telefilms de Hitchcock (que también), por encima de La Familia Addams (que también) o de los Mortadelos y el P. Tinto de Fesser (¡claro que sí) es la estética decadente y descaradamente vintage de ‘Pushing Daisies’ la que parece estar por encima de todo lo demás. Le da todo un halo de cuento y de irrealidad necesaria para contar lo que es la serie, un gigantesco cuento de buenos y malo con misterios y aventuras. Una producción mimada y medida al milímetro que arropa un buen guión, una historia sólida, con personajes bien construidos y con actores secundarios que lo hacen de lujo. En este caso destacaríamos a K. Todd Freeman (un actor con más recorrido teatral) que cinematográfico o televisivo que clava a Mr. Poe, albacea testamentario de los huérfanos y verdadero titán de la estulticia cómica. En fin, una maravilla.
Mucha más importancia tiene el espíritu con el que se narra la historia. Sonnenfeld se aleja de la ironía postmoderna para plantearnos la historia tal cual, sin miedo a ser naïf o a que los chistes (basados en el bofetón, la contraposición de personajes, la candidez etc.) puedan ser criticados por no tener chicha. Da igual. La sonrisa, a veces la carcajada, que te producen las situaciones de la serie (incluso el hecho de que solo los niños sepan, en todo momento, quién es el Conde Olaf aunque esté disfrazado…un chiste recurrente que no te cansas de escuchar en todos los episodios) es más bien sencilla pero sale de dentro. Te activa una especie de mecanismo de la risa infantil o un poco tontorrón que pensabas que tenías dormido.
En este caso hay que destacar el trabajo del actor Neil Patrick Harris que con este Conde Olaf se ha quitado de encima, de manera muy elegante, al Barney Stinson de ‘Cómo conocí a vuestra madre’. Harris canta, baila, hace piruetas, usa todos los acentos posibles y le da a un personaje de cuento el aspecto que deben de tener los personajes de cuento sin caer en la comodidad de haber intentado emular a su antecesor en el puesto: Jim Carrey.
Narrativamente Sonnenfeld ha optado por evitar la voz en off metiendo al personaje-escritor de Lemony Snicket (encarnado por el actor Patrick Warburton) dentro de la propia historia como narrador. Un poco al estilo de ‘Alfred Hitchcock presenta’. En este caso con comiquísimos resultados pues aparece y desaparece para alargar la historia, dar paso a un flashback o adelantarse a lo que vamos a ver.
Lo dicho, échenle un vistazo a ‘Una serie de catastróficas desdichas’ que es una maravilla televisiva. No se dejen vencer por el hecho de que sea algo infantil o juvenil porque, sinceramente, tiene más donde morder que cualquiera de los “young adults” actuales y, más allá de eso, encierra los mejores valores de los clásicos. Esta no es una serie donde se reescribe lo clásico si no que se continúa la tradición cómica y, como adultos, recuperamos una parte de nuestro espectador primigenio. Descubrirse a uno mismo riéndose de un chiste que no se construye sobre una burla y que contiene un 0% de amargura existencial tiene un punto bastante liberador, háganme caso.