Charlie Brooker es un creador inquieto que se crió, audiovisualmente, en lo más crudo del más crudo invierno de la ciencia ficción: la década de los 70 y 80. El recrudecimiento de la Guerra Fría, en términos mediáticos, y el determinismo apocalíptico con el que se daba por hecho la aniquilación de las dos superpotencias (URSS y USA) oscureció la ciencia-ficción hasta límites insospechados. El terror ya no era algo que residiera en nuestras pesadillas y que fuera amplificado por obras de ficción si no que los medios de comunicación jugueteaban con análisis sobre el tiempo que nos quedaba en la superficie de la Tierra antes de irnos todos a vivir temporalmente en refugios nucleares para luego emerger como una nueva civilización postatómica (si es que antes no te llevaba por delante el invierno nuclear).
‘Black Mirror’ es hija de esa ciencia-ficción. Posiblemente de la más genuina, de la que incluía una enorme carga sociológica y política o, mejor, que analizaba las posibilidades catastróficas de la inclusión de las nuevas tecnologías en un mundo analógico. No es que Brooker sea un luddita o un tipo anti-tecnológico (es algo que repite constantemente a la menor ocasión), es que, más bien, la humanidad se empeña en usar sus invenciones para el mal.
Heredera de ‘En los límites de la realidad’ o ‘Tales of the unexpected’ y de la larga tradición de series de terror de episodios autoconclusivos (Desde ‘Alfred Hitchcock presenta’ a ‘Cuentos Asombrosos’, ‘El autoestopista’ , ‘Historias para no dormir’ o ‘Cuentos desde la cripta’) la serie británica se produjo muy a la británica: pocos episodios, casi especiales, para administrar muy bien el talento –y las libras esterlinas- e intentar mitigar cualquier fallo de producción. El primer episodio (‘National Anthem’) resultó un éxito mundial. La sinopsis: Alguien secuestra a un miembro de la Casa Real y pide, como rescate, que el Primer Ministro se zumbe a una cerda en directo. En ‘Prime Time’. A partir de ahí la fama de la serie resultó imparable.
Lo que más atrae de la misma es la capacidad para ser real y, a la vez, lejana. Un componente complicado. Todo lo que aparece en ‘Black Mirror’ parece siempre a punto de suceder o, agárrense los machos, ya está sucediendo a baja escala. Lo mejor de todo es comprobar que el terror minimalista, que las pinceladas de pánico funcionan muy bien, que no hace falta un gran despliegue de efectos especiales para tener al espectador tirándose de los pelos en el sofá.
En esta nueva temporada, que hemos visto de un tirón por pura ansia y fansismo y porque llevábamos sin chutarnos una ración de ‘Black Mirror’ desde hacía demasiado tiempo, comprobamos que la serie de Brooker (que cambió de Channel Four a Netflix y que pasó de ofrecer tres episodios por temporada a seis) no ha perdido ni un ápice de calidad y que, como el mundo de ‘Black Mirror’ –un mundo que parece una distopía del nuestro-, se parece al anterior pero ha cambiado un poco.
En definitiva: una grandísima temporada en la que no hay un episodio que te deje frío o que no resista un segundo visionado. Hemos tardado menos de 24 horas en zamparnos los seis y, ahora, nos toca pasar el mono. Como cada episodio es autoconclusivo aquí tienes un resumen, sin spoilers, de todos ellos.
Episodio 1: ‘Nosedive’
Sinopsis: Bryce Dallas Howard interpreta a Lacie una joven que vive en un mundo donde el promedio de popularidad de una Red Social es la que dicta tus posibilidades de acceder a un trabajo, una vivienda o a cualquier servicio que te puedas imaginar. Cuando la mejor amiga de la infancia de Lacie (Alice Eve), Naomie, que se ha convertido en una celebridad en la red la invita a su boda Lacie ve la oportunidad de codearse con gente con promedios más altos que el suyo y subir así en la escala social.
La ficción: Un mundo a medio camino, estéticamente, entre ‘Pleasantville’ (Gary Ross, 1998) y ‘El show de Truman’ (Peter Weir, 1998) donde la gente sonríe histéricamente y no pierde la compostura jamás para que los otros te califiquen con muchas estrellitas y no perder popularidad para no caer en el ostracismo. Una sátira retorcida de colores pastel, sonrisas y falsedades que te hace sentir incómodo desde el primer minuto.
La realidad: Sí, amigos, el futuro ya está aquí y ese concepto de ‘popularidad’ que han extendido las redes sociales es un hecho. No nos tiremos de los pelos más de los necesarios, todo el mundo proyecta una imagen feliz en su Instagram, todo el mundo parece muy concienciado en TW y todo el mundo quiere parecer cercano en TW. Por detrás, en el trasfondo del episodio se cuenta muy bien como se alcanza esta popularidad y como funciona, como se puede manejar en beneficio propio. También que existe la posibilidad de escapar del asunto si no le prestas mayor atención.
Calificación DON: Cangui en tonos crudos, sacadnos de aquí. Mal rollo y bajón. El papel de la camionera interpretado por Cherry Jones nos mola porque Cherry Jones mola pero hubiera sido perfecto para Linda Hamilton.
Episodio 2: Playtest
Sinopsis: Cooper (Wyatt Russell) es un mochilero norteamericano que se ha ido a recorrer mundo para escapar de un conflicto familiar con su madre y acaba en Londres. Allí tiene un problema financiero y encuentra un trabajo como tester de un videojuego de ultimísima generación que conlleva la implantación de un dispositivo cerebral minúsculo. A partir de ahí surge la magia.
La ficción: Es imposible no acordarse del videojuego ‘Alone in the dark’ cuando uno ve el episodio y, claro está, tampoco está la cosa lejos de ‘Johnny Mnemonic’ (John Longo, 1995), ‘Virtuosity’ (Brett Leonard, 1995), ‘La celda’ (Tarsem Singh, 2000) o la más cercana ‘Gamer’ (Mark Neveldine y Brian Taylor, 2009). Lo mejor del episodio es que consigue enlazar el terror victoriano con el cyberpunk en un salto mortal divertidísimo. A todo esto: sin decir ni una sola vez que los videojuegos son malos.
La realidad: Es uno de los episodios de la temporada más alejados de la realidad. Sí, las gafas VR son una realidad y se espera que revolucionen el realismo de los videojuegos pero, por ahora, no hay nada, ni remotamente parecido, que se parezca a esta pesadilla.
Calificación DON: Seguiremos con la consola a cuestas, tirando nuestro dinero en diversión digital. El asunto es el más parecido a un cuento de sustos con sorprendente final y moraleja retorcida.
Episodio 3: Shut Up and Dance
Sinopsis: Kenny (Alex Lawther) es un tranquilo adolescente que un día recibe un mensaje turbador, o sigue las instrucciones que le irán dando por el móvil o las personas al otro lado de su teléfono difundirán un vídeo suyo masturbándose frente a la pantalla del ordenador. En su camino se encontrará con Hector (Jerome Flynn), un hombre casado con otro secreto, con el que tendrá que colaborar para que los trapos sucios de ambos –y los de otros implicados- no se aireen.
La ficción: Posiblemente el más violento de todos, el que traslada peor rollo y el que tiene un final más sorprendente. En esta ocasión la cosa es retorcida desde el primer minuto y nos traslada a películas como ‘A la hora señalada’ (John Badham, 1995) y, sobre todo, a ‘Jungla de Cristal. La venganza’ (John McTiernan, 1995). Un ‘tour de force’ malrollero bastante autorreferencial de la propia serie (y de cómo administra Brooker la ironía y el sarcasmo para, básicamente, hacer daño) que lo pone a la altura de ‘White bear’, segundo episodio de la segunda temporada.
La realidad: Qué importante es mantener tu vida privada alejada de Internet y qué peligroso es que tus secretos estén en manos de gente que puede publicarlos cuando quiera y cuando le apetezca. Esa es la mayor lección que nos deja el episodio, que hay que tener cuidado con lo que uno hace…o quizás no sea esa la mayor lección.
Calificación DON: Que pare ya esta movida, por favor. Estamos agobiándonos. Ya está bien, me cag….”. Nota para nosotros mismos: Hay que ponerle una pegatina a la cámara del portátil por si acaso a alguien se le ocurre mirar a través de ahí…bueno, eso vosotros, nosotros no tenemos nada que esconder o nada que quiera verse. En serio, aquí no hay nada que ver. Por cierto: nos encanta ver a Jerome Flynn más allá de ‘Juego de Tronos’.
Episodio 4: San Junipero
Sinopsis: Corren como las balas los 80 y Yorkie (McKenzie Davis) pasea por la zona de diversión juvenil de un pueblo costero llamado San Junipero. Atruenan los éxitos de la década y ella, tímida, pasea por el local de moda cuando sus ojos se fijan en Kelly (Gugu MBatha-Raw) que es divertida, dicharachera y bailonga. Entre ellas salta una chispa que se extiende a través del tiempo y el espacio.
La ficción: El episodio de ‘Black Mirror’ menos ‘Black Mirror’ de todos. Sí, su creador ya dijo que las cosas cambiarían un poco y este episodio es la prueba. Una pieza romántica con muchas referencias cinéfilas y musicales de la década de los 80 que se va tornando en más ‘blackmirrorniano’ a medida que avanza. Es el que, hasta la fecha, peores calificaciones está recibiendo entre los internautas (tan sabios siempre) pese a que tiene una propuesta muy ‘a la moda’. Con muchos ‘ismos’ y mucho ochenteno.
La realidad: La tecnología que plantea ‘San Junipero’ está bastante alejada de la realidad, por ahora, lo que sí es más candente es su reflexión sobre cuestiones un tanto más espinosas como la existencia, la eternidad o el modo en el que gestionaríamos lo segundo. Un tema que queda ahí, un poco disimulado, pero que aterra un poco.
Calificación DON: Sí al amor. Sí a Mckenzie Davis, sí a los ochenta y sí a quedar al público descolocado introduciendo una historia de amor entre dos muchachas en una serie de terror que nos ha recordado un poco a las historias ñoñas de ‘Cuentos asombrosos’ o a aquel segmento de Steven Spielberg para la película ‘En los límites de la realidad’ (Landis, Dante, Spielberg y George Miller, 1983) que se desarrollaba en un asilo de ancianos.
Episodio 5: Men against Fire
Sinopsis: Stripe (Malachi Kirby) y Raiman (Madeline Brewer) son dos soldados de una especie de fuerza multinacional destinados en un remoto lugar de Europa donde sus habitantes tienen que defenderse de unos humanos infectados por un virus que los convierte en bestias asesinas y que son conocidos coloquialmente como ‘Cucarachas’. La experiencia bélica le revelará a Stripe una terrible realidad sobre la Guerra y su papel en ella.
La ficción: Una historia bélica –una de las novedades temáticas de la tercera temporada- con trasfondo tecnológico sobre el que flota la idea terrorífica de cómo militarizar a las masas y como convertir a la gente en máquinas de matar sin ningún remordimiento. La estética de ‘Hijo de los hombres’ (Alfonso Cuarón, 2006), ’28 días días después’ (Danny Boyle, 2002) y la idea de ‘La escalera de Jacob’ (Adrian Lyne, 1990) están muy presentes en el episodio.
La realidad: Posiblemente el episodio más político de toda la temporada. Otra de los puntos fuertes. La preparación de supersoldados, el material de guerra de última generación, la tecnología puesta al servicio de los conflictos y, sobre todo, la triste realidad de los reclutamientos masivos para librar guerras en países remotos son algunos de los temas que pasan por este magnífico episodio.
Calificación DON: Nos gusta pero no tanto como otros episodios. Nos ha parecido el más flojo pero como sale Michael Kelly haciendo de psiquiatra y da peor rollo que en ‘House of Cards’ pues la cosa se recompone. Por lo demás seguimos siendo refractarios a la idea de viajar a los Balcanes a meternos en líos.
Episodio 6: ‘Hated in the Nation’
Sinopsis: Una columnista y un cantante de hip hop meten la pata en público y reciben el odio de las redes sociales. Casi al mismo tiempo ambos fallecen en extrañas circunstancias y las detectives Karin Parke (Kelly Mcdonald) y ‘Blue’ Perrine (Faye Marsay) tienen que investigar ambas muertes en las parecen involucradas unas abejas robot usadas para sustituir a las de verdad en el proceso de polinización. Las dos policías descubren que la escalada de odio y las pequeñas abejas mecánicas están interconectadas.
La ficción: una historia que recuerda un poco a la única película de Saul Bass, ‘Encuentros en la IV Fase (1974)’, en la que las hormigas deciden ponerse de acuerdo para fastidiar a los humanos. Pero, en este caso, no son insectos de verdad y la cosa resulta aún más terrorífica porque, otra vez, podría volver a pasar.
La realidad: El uso de mini robots se está extendiendo cada vez más. No hasta el punto de este episodio pero, ¡Podría ocurrir! Por otro lado está lo del rollo ‘hater’ en Internet y como se desata y como te jode la vida si te dejas atropellar y, sobre todo, la irresponsabilidad que nace de pensar que todo es un juego y que nadie saldrá herido. Total: un hashtag no puede hacer daño a nadie.
Calificación Don: Nos encanta el acento escocés completamente desbocado de Kelly McDonald. Nos encantan las abejas robot y nos flipa que el episodio esté, en parte, rodado en Tejeda (Gran Canaria).