Son ellos los nuevos protagonistas de nuestro último numero. Son el centro de nuestro Don Especial fitness. Son nuestros warriors. Y son la vanguardia del deporte español. Los gimnastas olímpicos, Ray Zapata y Néstor Abad, caras visibles de una nueva generación que apuesta por una vida en forma, posan (mejor dicho, vuelan) con las últimas tendencias en ropa deportiva.
Es mediodía del jueves 22 de septiembre. Junto al domingo, esta es la única tarde que permiten descansar al equipo nacional de gimnastas. El resto de la semana es todo entrenamiento. El Centro de Alto Rendimiento del CSD en Madrid, en las inmediaciones de Ciudad Universitaria está vacío. Impresionan las instalaciones sin gente y el silencio. El espacio de entrenamiento que ocupan los gimnastas masculinos es enorme. La altura del techo y el gigantesco ventanal que ocupa una de sus cuatro paredes destacan entre una nube de polvo blanco que envuelve la estancia.
Unos quince gimnastas adolescentes estiran sus cuerpos como despedida del entrenamiento. Ray Zapata y Néstor Abad, los protagonistas de esta majestuosa sesión de moda, se despiden de sus compañeros y se quedan mirando sus móviles, tirados sobre el suelo donde se practica la única de las seis disciplinas de gimnasia artística que no implica aparatos. Es una superficie de doce metros cuadrados, mullida, en la que pasarán gran parte de la tarde solos, relajados, cuando rodamos con cada uno por separado. Es evidente que están acostumbrados a pasar mucho tiempo sobre ella, concentrados en sus ejercicios y sus pensamientos.
Ray Zapata y Néstor Abad son la élite de la gimnasia artística española. Los únicos olímpicos de la disciplina. Acaban de regresar de cumplir su sueño de competir en los Juegos de Río este verano. El final de un camino tras toda una vida marcada por el entrenamiento. Los gimnastas personifican una vida dedicada al deporte, a cuidarse físicamente y hacer ejercicio. Las mejores caras, en definitiva, para protagonizar la moda del deporte en un número especial dedicado al fitness, que ha dejado de ser una moda, y lleva camino de convertirse en la nueva religión de nuestros tiempos.
Sus personalidades son muy diferentes, pero Zapata y Abad tiene muchas cosas en común. Ambos tienen 23 años y no cayeron en las omnipresentes redes del fútbol porque se quedaron fascinados con las colchonetas, los trampolines, las volteretas, los aparatos extraños y los saltos por el aire cuando iban con sus padres a buscar a sus hermanas mayores a sus clases de gimnasia. Poder hacer el bruto con el peligro amortiguado por las colchonetas les sedujo sin remisión. Un juego. Siguen viendo el deporte de esta manera. La gimnasia, como un juego en un parque gigante donde no te puedes hacer daño. Para mejorar tienes que jugar, dicen. Si dejas de divertirte y no te lo tomas como un juego, comienzan los problemas.
Los atletas dejaron de niños a sus familias, amigos y pueblos de origen por su cualidades para la gimnasia y han vivido desde entonces una vida centrada en el entrenamiento y la competición. Se sienten unos privilegiados, pero las han pasado canutas, sobre todo los primeros años. Ahora son el referente del resto de chavales que entrenan con ellos y se comportan como tal. Los más pequeños les observan fascinados. Como en su día les sucedió a ellos con Gervasio Deferr, dos veces campeón olímpico en salto de potro, y entrenador de ambos.
Coinciden también con nosotros en apreciar la ola de deporte y el cuidado físico que recorre la sociedad, pero advierten que hay que practicar deporte por salud, no por una obsesión física por tener un buen cuerpo y el postureo. Resaltan que el deporte mejora tu forma de ser, la autoestima, te hace mejor persona.
Y ahora, las diferencias. La historia de Rayderley Miguel Zapata Santana comienza en Santo Domingo, la capital de la República Dominicana. De allí emigró con su familia a Lanzarote en busca de una vida mejor. Tras pasar por clubes locales de la isla, fue seleccionado para entrenar en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, en Barcelona. Ahora lleva cuatro años entrenando en Madrid y es la gran promesa de la gimnasia española, tras una medalla de oro en los Juegos Europeos de Bakú 2015 y un bronce en el Mundial de Glasgow 2015 en la competición de suelo. Pese a no entrar en la final de los Juegos de Río (quedó a un puesto, el undécimo), su optimismo caribeño le hace recordar la experiencia como algo único. Un sueño en el que se cruzaba con algunos de sus ídolos como Rafa Nadal, Pau Gasol y Usain Bolt.
Le pierde el baile caliente a Ray Zapata. Su raíz dominicana le sale a borbotones con la música caribeña: reguetón, salsa, bachata… Bailar es su gran afición, pero señala el mejor momento de su vida cuando está en el aire, saltando, mientra realiza una pirueta imposible. Para él, que dice no tener tanta técnica como otros compañeros por haber comenzado tarde a practicarla, la gimnasia es hacer elementos perfectos. Considera que por bien que creas que lo has hecho, siempre se puede hacer mejor. Y vuelve a flotar en el aire para nuestras cámaras una y otra vez.
Si no te dejas engañar por la primera impresión, el semblante más serio de Néstor Abad convive con una mirada dulce y una sonrisa que aparece a cada rato. Nacido en Alcoy, es el campeón de España absoluto en la suma de los seis aparatos en 2015 y 2016. Su autoridad la deja patente cuando lo primero que expresa es su rabia por el olvido hacia este deporte, más allá de las Olimpiadas. Razón no le falta, pero nosotros hoy estamos aquí un mes después de los Juegos y parece agradecido. Es lo que sucede cuando llevas desde los cuatro años practicando gimnasia y desde los catorce, entrenando en Madrid, donde forma parte del Equipo Nacional. Y la causa de una madurez extraordinaria para su edad.
Néstor Abad rompe todos los moldes. Vive en Galapagar, está casado y tiene un hijo de tres años. Dice que no tiene la sensación de haberse perdido cosas de la vida, sino haberlas ganado. Ha aprendido a valerse por sí mismo, a no necesitar que nadie haga las cosas por él. Un tatuaje con un buda y un samurai condensa su atracción por la filosofía oriental, la meditación y el budismo. Rompe su sosiego de espíritu cuando se agarra al caballo con arcos y a las anillas, con tranquilidad, pero impulsado por una fuerza tremenda.
La tarde llega a su fin y el rodaje con ella. Nos quedamos con una sensación de gratitud por la paciencia infinita de Zapata y Abad. Mientras recogemos, comentamos la impresión que causa ver tan de cerca cómo realizan estos ejercicios imposibles, pero sobre todo, impacta escuchar el sonido tan violento de su contacto con los aparatos al impulsarse. Cuando nos vamos, todavía se escucha en nuestras cabezas.